JON II

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Jon suspiró mientras dejaba de lado los papeles y la tinta en su escritorio. Las cosas iban cada vez más difíciles para él como lord comandante. En ocasiones maldecía a Sam por haberle puesto esta carga cuando lo nominó como candidato, aunque también pudo ver sus beneficios. Si Alliser Thorne hubiera quedado como lord comandante seguro él lo habría enviado a otro castillo o lo habría puesto a limpiar los establos solo para su placer.

Tenía tantos problemas en ese momento: lidiar con el ejército de Stannis fue difícil y temía que regresaran. Había estado nevando los últimos días y sabía bien que un ejército sureño no podría sobrevivir mucho si el clima no los apoyaba. Los Bolton eran norteños y estaban bien protegidos en Winterfell, así que podría sobrevivir al ataque o asedio del ejercito Baratheon. Luego estaba el problema de sus arcas. No tenían suficiente oro y tenía que enviar a varios grupos de hombres a cazar con el temor de encontrarse con el dragón. Y por supuesto estaba el problema de la Reina Dragón. Había despertado hace dos días y ya le estaba generando dolores de cabeza.

Desde que la trajo al Castillo Negro sus hermanos preguntaron por él. Todos parecían confiar en que había traído a un niño pequeño que había sido atacado, unos decían que por salvajes y otros por algún animal. No dio muchas explicaciones, más que lo había encontrado tirado en la nieve y que no podía dejarlo allí. Por supuesto muchos hermanos comenzaron a mirarlo más cuando se anunció que nadie podía entrar a la habitación del maestre Aemon hasta dentro de unos días.

Se llevó a la boca su cuerno lleno de cerveza que sabía horrible, pero necesitaba adormecer un poco su mente en ese momento.

Casi se había olvidado por completo del problema de los Otros del lado norte del muro. Tendría que salir pronto con la flota de Stannis hacia Casa Austera, pero con la Reina Dragón allí necesitaba enfocarse primero en dejar las cosas bien y después hacer sus movimientos. Quizá pudiera también conseguir un favor de Daenerys Targaryen. Los Otros morían por el fuego y ella tenía dragones que, efectivamente, escupían fuego. Ella vendría en algún momento con sus tres dragones. Si le decía del peligro ella podría ayudarlos y así todos vivirían.

Salió de su habitación y caminó hacia la del maestre Aemon. Sabía que ella no había salido de la habitación no porque no quisiera, sino porque no podía. La había visto y tenía que admitir que estaba demasiado débil para estar por su cuenta entre el castillo. Quizá en algunos días pudiera recuperarse por completo y se fuera con su dragón. Tendría que ganársela en esos días, aunque no confiara plenamente en ella.

Llamó a la puerta y pronto escuchó la voz cansada del maestre Aemon. Entró y se quedó quieto por la sorpresa cuando vio a Daenerys no como la recordaba o había imaginado antes. Seguía vestida con las pieles grandes que la hacían ver demasiado pequeña, aunque su postura era firme lo que la hacía ver como alguien que tenía valor. Pero su pelo estaba corto, más corto que el suyo, y de color negro. En realidad, no esperó que ella llegara a tales extremos para mantenerse oculta, así que le tuvo un poco más de respeto desde ese momento.

Los saludó a ambos con cortesía, pues a pesar de todo él debía mostrarse imparcial ante los asuntos de política a pesar de no tener opiniones positivas de los Targaryen. Admiraba a varios de ellos como cualquiera, los viejos jinetes de dragones y que se decía tenían magia en la sangre, pero también había algunos que mancharon ese nombre, el Rey Loco era el mejor ejemplo.

—Es bueno que sepa cómo mantenerse oculta —le dijo a Daenerys y pudo decir que su comentario no fue bien recibido, aunque no supo por qué—. Pero necesitamos hablar de eso ahora.

—¿Ha habido problemas? —preguntó Daenerys. Ella aún seguía en cama, pero podía ver un viejo bastón de madera a su lado. Supo por Sam que ya podía dar algunos pasos sola, el bastón ayudaría mucho en ello, de eso estaba muy seguro.

El Lazo entre el Hielo y el Fuego | GOT fanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora