3. Las alas.

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Otra pesadilla. Nuevamente fui despertada por las horribles memorias de aquella noche. Estaba harta de que siempre sea así, de que nunca pueda dormir con tranquilidad porque la culpa me carcomía apenas cerraba los ojos..., y esta rutina se ha repetido siempre desde hace tres meses. Desde que él se fue. Desde que él me dejó.

Me levanto de mi cama con pesadez, queriendo que las noches con pesadillas parasen. La oscuridad de la noche a través de mi ventana era completa. La ciudad estaba vacía y el silencio parecía eterno. La luna alumbraba con su peculiar brillo, y un poco de brillo recaía en mi habitación. Mi mente rápidamente me atormenta con los recuerdos de aquella noche. O al menos, de lo que recordaba.

Con mis pies descalzos, abro la puerta de mi habitación sin prender la luz para no tener que levantar a mis padres, quienes dormían plácidamente después de haber trabajado, y me dirijo hacia la cocina por un poco de agua helada para calmar mis ansias, y tal vez, una galleta de las muchas que mi madre escondía en la última y más alta alacena. No es que tuviera hambre en realidad, pero en todo el día no había probado ni un sólo bocado de comida y no me gusta dormir con el estómago vacío, aunque en estos últimos meses, mis noches se pasaban de insomnio.

Cuando bajo las escales no me encuentro con una cocina completamente vacía y con las luces apagadas como desde un principio pensé, en vez de eso, me encuentro a mi hermano mayor: Elías.

Elías cuando me mira, sonríe entrecerrando los ojos mientras se dirige hacia mí. Supe desde el instante que él sonrió que estaba completamente ebrio. Y eso no me sorprendía siquiera un poco, puesto que Elías era un alcohólico desde ya hace mucho tiempo. Soy la única que lo sabía en la familia, gracias a que lo cubría cuando venía de esta manera. Tal vez no era muy inteligente de mi parte, pero bastante tienen mis padres con los problemas económicos como para tener que lidiar con un hijo alcohólico.

Muchas veces quise hablar con él, pero era simplemente imposible. Su actitud era de un chiquillo engreído y siempre estaba en su propio mundo. Respondía a la defensiva y trataba de la peor manera a mamá. Para él, todo el mundo estaba en su contra.

Retrocedo unos cuantos pasos para cerciorarme que Elías no se pondría agresivo como la mayoría de veces, pero cuando noto que él tenía sangre en sus nudillos trago saliva y quiero irme nuevamente a mi habitación, lo más rápido que mis piernas me dejasen, sin importarme los secos que mis labios estaban y cómo mi estómago pedía a gritos algo de comer. Mi hermano participaba de peleas ilegales todos los domingos, y cuando regresaba a casa siempre se desquitaba conmigo en las veces que no ganaba. ¿Cómo es que lo sabía?, un día me decidí a seguirlo..., el peor error de mi vida, pues terminé metida en una pelea con una chica desconocida.

Elías se molestó tanto conmigo que no me habló por un mes.

—Vaya..., vaya. Pero si es nadie más que la pequeña hija perfecta—espetó Elías, tratando de tomar equilibrio al caminar. Sus palabras se arrastraban y sus expresiones eran tensas.

Suspiro con mucha dificultad, y mis pies tocaron el empedrado de la cocina para acercarme a él con cautela.

—Vamos Elías, haz silencio, te llevaré a tu habitación—digo, tomándolo de pronto pero él me empujó con tanta brusquedad que pierdo el equilibrio. Mi cabeza choca contra las alacenas de abajo, y con una expresión de dolor, llevo mis manos hasta detrás de mi cabeza. Siento que todo me da vueltas por un momento, pero luego diviso a mi hermano mirándome desde el mismo lugar.

—¡No vuelvas a tocarme!—gritó con desprecio en su mirada.

Me quedo en el mismo lugar por un momento, tratando de no soltar un sollozo. Respiro profundo y vuelvo a mirar a Elías, quien era de alta estatura con cabello negro, casi tan oscuro como la mismísima noche. Ojos grises que se notaban debajo de sus pobladas cejas y frente tapada por un fleco despeinado. Mi hermano nació con un aspecto de un Don Juan, pero él sólo se estaba demacrando con tanto alcohol y peleas. Se estaba arruinando la vida en frente de mis narices.

EXILEDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora