12. El azufre.

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Ya en el interior del automóvil, el silencio inquietante emergió casi de pronto. Las palabras de Calum no salían de mi cabeza y me temía lo peor. No estaba preparada para nada de esto, nadie en mi posición lo estaría, no al menos alguien cuerdo, supongo, pero me extraña los conocimientos del morocho, ¿es a esto lo que se ha dedicado toda su vida? ¿No ha parado hasta encontrar a Florencia? En mi opinión, me parecía algo triste, también estúpido pero a la vez romántico. ¿Cómo podía quererla tanto si no la ha visto en trece años? Mi curiosidad por saber la vida del chico misterioso era lo que me mantenía distraída en lo que nos encontrábamos en este auto infernal. Y no tenía nada que ver con la forma en la que Calum manejaba, creo que ya quedé marcada con este trauma de por vida.

—Un poco de ayuda aquí por favor, no sé por dónde es tu casa—solicitan, en el asiento del conductor.

Me empino mejor sólo para no tener que mover mis manos de mi exagerado agarre al asiento y empiezo a dirigirlo hacia mi casa. Como no estábamos tan lejos llegamos en poco tiempo, aprieto los labios cuando la veo y recuerdo el haberme escapado. Llevo mi mano hacia mi bolsillo trasero y saco mi móvil de ahí para prenderlo y verificar qué hora era: 1:12 AM. Era claro que no podía entrar como si nada por la puerta delantera muy toscamente para que mi tía Eirene me regañe hasta que mis padres regresen; sin embargo, Calum ya había estacionado el auto y junto con Brisa planeaban entrar. Me quité el cinturón apresuradamente y los detuve corriendo hacia ellos. Me planto frente suyo extendiendo mis manos para evitar que siguiesen avanzando, ellos quieren quejarse pero llevo mi dedo índice hacia encima de mis labios para callarlos.

—No me digas que te escapaste, Artemis—mi mejor amiga entrelaza sus brazos, me conoce, posiblemente no es algo que haga muy a menudo y con tanta facilidad, no obstante, ella sabe que soy capaz de hacer cosas como estas y hasta peores, sólo por ayudar a las personas que amo. Por un momento pensé en que tenía una similitud con Calum. Creo que me encariño tanto con las personas que me rodean que sólo busco su bien, como mi hermano, mis padres, como mi mejor amigo. Me consideraba capaz de dar mi propia vida por alguno de ellos si es que lo necesitaran y es que, no me tengo tanta fe, porque no soy nadie especial con algún talento nato; siquiera sé qué es lo que quiero estudiar.

—Bien, entonces no te lo digo—rezongo, poniendo a un lado mis pensamientos, y tomo los brazos de los dos chicos para guiarlos hacia debajo de mi ventana en donde recuerdo haber dejado la soga de sábanas que hice para fugarme. Cuando la encuentro sonrío satisfecha y salto para sacarla de donde la escondí. Escucho a Brisa quejarse diciendo que de ninguna manera subirá por ahí y me encojo de hombros—. Bueno, quédate aquí si quieres...—bromeo, sabiendo que ella subiría sí o sí. Oteo a Calum y le entrego la soga—, tú primero. Yo te sigo y luego Brisa. Rápido.

El chico primero hace un mohín de queja, para después empezar a trepar sosteniendo uno de los nudos con fuerza.

—Bueno, así no fue cómo me imaginé entrando a la habitación de una chica por primera vez—jadea, y miro hacia arriba impresionada queriendo ver el rostro de Calum pero lo único que capté fue una imagen full HD de su trasero, lo cual casi me hace caer. Bajé el rostro tan rápido como pude y me tragué la vergüenza junto con el ardentía en mi pecho que apareció.

—¿Enserio? ¿Jamás entraste a la habitación de una chica? ¿Qué eres, señor virgen acaso?—se burla, mi mejor amiga. Me aguanto las ganas de reír porque no puedo evitar que la imagen vuelva a mi mente y me haga sentir un retraimiento

—Estuve tan obsesionado con estas criaturas, leyendas, cazando monstruos que jamás tuve tiempo para una relación, siquiera un amorío. Aparte, siendo algo más honesto, sentía que estaba traicionando a Flor.

—¿Ustedes eran algo como... novio y novia?—siguió preguntando mi amiga, ahora con un poco más de decepción. Tal vez le atraía un poco el morocho.

EXILEDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora