La calle era una constante batalla de alaridos de niños jugando a la pelota. Habían transformado el pequeño barrio que consistía nada más que cinco casas, en su propia cancha de fútbol. No pasaban los autos y por la hora suponían que tampoco lo harían. Muchos ya estaban en sus casas teniendo una cena familiar, descansando después de un largo día de trabajo; sin embargo, para los seis niños que estaban decididos a jugar hasta que anocheciera totalmente, era la hora plena para un partido.Habían optado por colocar dos rocas de gran tamaño en cada esquina para utilizarlas como arco, y usaban una pelota vieja, pero que aún estaba sin desinflar, que encontraron en un parque esa misma mañana. Eran las buenas épocas, donde los niños tomaban el estar encerrado en casa como uno de los peores castigos, donde no necesitaban un teléfono móvil de último modelo o los videojuegos con mejores gráficos para pasar el rato, donde el llegar embarrado de tierra mojada y con raspones era algo de todo los días. Ellos estaban bien así, sin mucho y disfrutando de todo.
—¡Eso es falta, Michael!—gritó la pequeña de cabello negro, con expresión de enojo. Señaló al niño que acababa de situar su pie a propósito en el camino de su amigo para hacerlo caer y perder la pelota—. ¡Estás jugando sucio, eres un tramposo! Has hecho caer a Calum, se supone que habían dicho sin jugadas bruscas—indignada por el acto, trota hacia el niño que está tendido en la pista sosteniendo su rodilla mientras lágrimas se acumulan en sus ojos—, ¿estás bien, Calum?
—Sabía que no debíamos dejarla venir—se lamentó Roger, uno de los muchachos—. Las mujeres exageran todo.
—Es verdad, Calum, te dijimos que no trajeras a tu novia—Michael habló, y Florencia lo miró con aborrecimiento, este le sacó la lengua al notar cómo lo miraba—, no seas tan dramática, Flor. Sólo fue un raspón, Calum va a estar bien... Hazte a un lado—y empujó a la infanta, haciéndola a un costado, separándola de su amigo. Ella se quedó un momento en silencio, esperando a que su mejor amigo dijera algo para defenderla, pero este no dijo ni una sola palabra, no hasta que se levantó por completo y siquiera la ayudó a empinarse del suelo.
—Déjame solo—pidió, latosamente, y limpió las lágrimas de sus ojos que jamás bajaron, para que los demás no se dieran cuenta, ensuciándose un poco las mejillas. Se dio la medio vuelta, tratando de ignorar a la niña que lo veía sin entender nada y tomó la pelota—, volvamos a jugar.
Los demás chicos no dijeron nada, y Florencia caminó hacia Calum.
—¿Calum...?—trató de tomarlo por su hombro al verlo de espaldas, pero él quitó su mano en un movimiento veloz. La atisbó con indiferencia, Florencia no entendía nada de lo que estaba pasando, ¿había hecho algo incorrecto? ¿El sólo preocuparse por él estaba mal?—, yo...
—Vete a tu casa, no te quiero aquí—escupió, y no la volvió a mirar a los ojos. Se concentró en seguir jugando con sus otros amigos, los cuales veían a la niña con algo de culpa. Florencia tenía la mirada tan baja que Calum no se dio cuenta de cómo su mejor amiga se alejaba con un semblante herido. A veces él se podía dejar llevar por los comentarios de los otros chicos sólo para encajar en un grupo. Calum le tenía miedo a la exclusión. Tenía miedo a quedarse sin amigos, a que todos lo tomasen como un chico raro, a que nadie se le acercara... y muchas veces, por ese miedo, alejaba a la única persona que siempre estuvo a su lado no importaba qué. Había conocido a Florencia desde que usaban pañales, habían sido inseparables desde entonces. Eran el dúo imparable... eran.
La pecosa llegó a la puerta de su casa, tocó el timbre tantas veces que su madre salió con el corazón en la garganta pensando que era una emergencia, y cuando vio a su hija, estuvo apunto de reñirle que jamás tocara nuevamente la puerta así, pero no tuvo tiempo suficiente porque la pequeña había entrado a la casa en un mar de lágrimas. Se sentó en las escaleras y se hizo un ovillo para calmar su tristeza, lo cual fue un intento fallido pues se sintió peor. Dejó de llorar luego de un rato, pero sentía que estaba perdiendo a su mejor amigo.

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EXILED
Paranormal"Ellos me preguntan por qué siempre camino con la vista hacia el suelo. Yo simplemente respondo que tengo unos demonios a los que me gustaría derrotar." - James Arthur. BEST: #76 en Paranormal. #77 en Paranormal. #81 en Paranormal. #86...