II. Inmortal entre mortales

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Heeseung se volvió para sentarse en la silla cerca de la cama, viendo la cara triste de Sunghoon que veía las sabanas con las que se estaba abrigando del duro frio de afuera, Heeseung no sabia como romper el silencio que se había asentado desde que se sentó, y un instinto de mejorar el ánimo del contrario salió.

¿Porque la cara larga? No estás en el paraíso, pero podrás encontrar el amor por el cual te desterraron ¿no? – Heeseung se arrepintió en cuanto dejo salir su análisis al ver como gruesas lagrimas salían de los bellos ojos azabache.

Oh no ¿Que hice? – Pregunto preocupado

No es nada – Dijo limpiándose las lágrimas – No poder encontrarme con el causante de mi expulsión fue parte de mi castigo, Y... yo lo vi morir, eso no estaba incluido en mi juicio – dijo para terminar de secar los restos de las lágrimas.

—Lo siento, no quería que lloraras.

—Esta bien no lo sabias.

Este lugar, la Tierra, es el reino de los caídos. Aquí vivimos los que hemos sido expulsados del cielo. Los ángeles que quedan allá arriba no nos recuerdan. En cuanto eres expulsado, eres borrado de la memoria de todos los ángeles, excepto de los verdugos que te cortaron las alas – explico Heeseung para terminar el silencio incomodo que el mismo había provocado.

Sunghoon lo miraba incrédulo, tratando de procesar lo que acababa de escuchar dejando de llorar por tal información. El dolor de sus heridas físicas era intenso, pero el dolor de su alma era aún mayor.

¿Pero por qué...? —comenzó a preguntar Sunghoon, pero Heeseung lo interrumpió suavemente.

—Es la forma en que funciona. Los ángeles cuidan a sus propios hermanos mortales expulsados sin siquiera saberlo. La vida aquí es diferente, y hay mucho que necesitas aprender.

Heeseung observaba la expresión de Sunghoon, viendo cómo la incredulidad se transformaba en aceptación a regañadientes. Comprendía el tormento interno de su compañero caído, recordando el día en que él mismo había sido expulsado del cielo. Sentía una profunda empatía por Sunghoon, y decidió ayudarlo en su transición a esta nueva vida.

Necesitas bañarte —dijo Heeseung con una sonrisa, viendo la confusión en el rostro de Sunghoon.

¿Bañarme? —preguntó Sunghoon, sin entender el concepto.

Sí, bañarte. Ven, te mostraré cómo hacerlo —respondió Heeseung, tomándolo de la mano ayudándolo a levantarse y guiándolo hasta el baño.

El baño era grande, con azulejos color carmín y una bañera grande y blanca con ducha. Heeseung ajustó la temperatura del agua, asegurándose de que estuviera tibia.

Ponte aquí, bajo el agua. Te sentirás mejor —dijo Heeseung, señalando la ducha.

Sunghoon, siendo un ángel, nunca había experimentado nada como esto. No conocía el frío, el dolor, ni las sensaciones humanas más básicas. Desnudarse frente a Heeseung le resultaba extraño, pero siguió sus indicaciones, confiando en su guía.

Heeseung lo observó con una mezcla de admiración, atracción y compasión. El cuerpo blanquecino adornado con unas cuantas flores violetas de Sunghoon, con cicatrices donde antes estaban sus alas, reflejaba la fragilidad de su nueva existencia. Heeseung sintió un profundo respeto por su sufrimiento.

El agua te limpiará y te hará sentir mejor —explicó Heeseung mientras ajustaba la ducha para que el agua fluyera suavemente sobre el cuerpo de Sunghoon.

Sunghoon siguió las instrucciones de Heeseung torpemente, descubriendo las sensaciones del agua caliente y el jabón por primera vez. Era una experiencia extraña pero reconfortante. Heeseung lo ayudó a lavar su cabello y a enjuagar el jabón, cuidando de no lastimar las heridas recientes.

Ángel caído HeeHoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora