Los días en la nueva casa de campo transcurrían con una serenidad tensa. Heeseung seguía atrapado en un ciclo de culpa y redención, buscando maneras de hacer que su relación con Sunghoon fuera algo más que una jaula dorada. Sunghoon, por su parte, comenzaba a adaptarse a la tranquilidad que lo rodeaba, aunque el eco constante de su situación seguía pesando en su mente.
Una tarde, después de regresar del hospital del pequeño pueblo cercano, Heeseung entró en la sala con una nueva pila de libros. Al principio, había traído historias infantiles, cuentos simples que Sunghoon leía en los largos ratos que pasaba bajo los grandes árboles del jardín. Sin embargo, con el tiempo, Heeseung empezó a traerle libros más complejos, novelas donde las emociones humanas eran tratadas con mayor profundidad, donde el amor, la traición y el arrepentimiento eran temas recurrentes.
—Estos son diferentes —comentó Heeseung, entregándole el nuevo lote de libros. Su voz tenía un matiz de duda, como si estuviera inseguro de si era correcto dejar que Sunghoon se sumergiera en esas emociones humanas. Pero había algo en su mirada, un intento desesperado de que Sunghoon comprendiera lo que él mismo sentía.
Sunghoon, como era su costumbre, aceptó los libros en silencio. Ya no se resistía a estos pequeños gestos de bondad, pero tampoco los aceptaba con entusiasmo. Sin embargo, a medida que comenzaba a leer, se dio cuenta de que estos textos despertaban algo en él.
Los libros hablaban de culpa, de redención, de amores imposibles y de sacrificios. Aunque las historias no eran suyas, ni de Heeseung, había algo en esas emociones que resonaba profundamente en Sunghoon. Mientras pasaba página tras página, empezó a ver reflejadas en los personajes las mismas luchas que había presenciado en Heeseung.
Los humanos, con sus emociones tan crudas y contradictorias, comenzaban a parecerle menos ajenos. De alguna manera, entendía mejor a Heeseung a través de las palabras de esos autores desconocidos.
Uno de los libros que más lo impactó trataba sobre un hombre que se sacrificaba por amor, perdiendo todo lo que alguna vez fue importante para él, solo para descubrir que el verdadero amor no era poseer a alguien, sino dejarlo ser libre. Las palabras resonaron en la mente de Sunghoon, removiendo las capas de emociones que había estado acumulando desde su caída.
"Amar es liberar, no encadenar."
Sunghoon cerró el libro y se quedó mirando por la ventana, donde el jardín renovado por Heeseung brillaba bajo la luz del atardecer. Su mente se llenó de pensamientos sobre su propia situación. Comprendía que Heeseung sentía culpa, que probablemente estaba atormentado por haberlo atado a él de esa manera, pero eso no justificaba las acciones que había tomado. La jaula seguía siendo una jaula, por más que fuera construida con intenciones amorosas.
Durante semanas, Heeseung había intentado redimirse a su manera. Había transformado el jardín en una obra maestra de flores y colores, dominado por la flor de nacimiento de Sunghoon: la flor Reed. Cada vez que Sunghoon salía al exterior y veía el jardín, parecía estar caminando entre suaves plumas. Las flores, de un blanco puro y delicado, se mecían con el viento, creando una atmósfera casi etérea. A menudo, Heeseung lo acompañaba, observando cómo Sunghoon caminaba entre ellas con una mezcla de admiración y dolor.
Una tarde, mientras paseaban por el jardín, Heeseung rompió el silencio que había caído entre ellos.
—¿Te gustan las flores? —preguntó Heeseung, su voz apenas audible.
Sunghoon asintió ligeramente, sin apartar la vista del suave movimiento de las Reed en el viento.
—Las renové para ti —continuó Heeseung, su tono aún cargado de ese remordimiento latente que Sunghoon ya había aprendido a reconocer. Pero esta vez, había algo diferente en su voz, un anhelo por algo más. —Quiero que sientas que este lugar es un hogar. Quiero que estés... a salvo.
Sunghoon giró lentamente la cabeza hacia Heeseung. Sabía que había algo más detrás de esas palabras, algo que Heeseung aún no se atrevía a decir. Sin embargo, Sunghoon ya no era el ángel ingenuo que había sido cuando cayó del cielo. Había pasado demasiado tiempo atrapado en esa extraña dinámica con Heeseung, y ahora comenzaba a ver las cosas con mayor claridad.
Sabía que no podía seguir así. Entendía mejor a Heeseung, y quizás incluso comenzaba a sentir algo parecido a la comprensión, pero no estaba dispuesto a justificar todo lo que había sucedido. Y menos aún, estaba dispuesto a permanecer atrapado para siempre.
—Quiero volar —dijo Sunghoon de repente, su voz cortando el aire como un cuchillo.
Heeseung lo miró, sorprendido por la petición directa.
—¿Volver a volar? —preguntó, aunque ya conocía la respuesta. Durante todo este tiempo, Heeseung había intentado no hablar de las alas de Sunghoon. Había sido un tema delicado desde el principio, pero ahora parecía inevitable.
Sunghoon asintió, su mirada firme.
—He leído sobre las emociones humanas, sobre lo que significa el amor, la culpa y el sacrificio —dijo Sunghoon con una calma que sorprendió a ambos. —Y creo que entiendo lo que sientes, al menos en parte. Pero eso no cambia lo que quiero. Quiero volar de nuevo, aunque sea solo una vez.
Heeseung se quedó en silencio. Sabía que este momento llegaría, pero no estaba preparado para enfrentarlo. El miedo de perder a Sunghoon, de que se alejara de él y nunca regresara, lo asfixiaba. Y sin embargo, sabía que Sunghoon merecía esa libertad.
—Tus alas solo aparecerán cuando yo lo permita —recordó Heeseung, su voz quebrándose. —Esa es la naturaleza del vínculo que creé entre nosotros.
Sunghoon lo miró, su expresión cargada de una mezcla de compasión y resolución.
—Lo sé —respondió con suavidad. —Y estoy listo para volar, aunque sea bajo tus condiciones. Pero ya no soy el mismo que era cuando caí. Si vuelo, lo haré consciente de todo lo que eso significa.
El silencio que siguió a esas palabras fue pesado. Heeseung sabía que no podía retener a Sunghoon para siempre, que seguir negándole su libertad solo agravaría su propia culpa. Y sin embargo, el miedo de perderlo era casi insoportable.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Heeseung asintió.
—Volaremos juntos —dijo, prometiéndoselo tanto a Sunghoon como a sí mismo. —Cuando estés listo.
Sunghoon le devolvió una pequeña sonrisa, sabiendo que este era solo el comienzo de algo nuevo.
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Ángel caído HeeHoon
FanficSunghoon, como lo nombraron los terrenales, cometió el grave error de enamorarse de un humano, desencadenando la ira de Dios y como castigo lo desterró del cielo, negándole el amor de ese humano y condenándolo a vagar por la tierra como un "Angelus...