El aire estaba fresco y el cielo teñido de un suave tono azul cuando Heeseung decidió llevar a Sunghoon a las afueras de la ciudad. Era un día despejado, perfecto para lo que tenía en mente. Había pasado semanas desde el ritual, y aunque Sunghoon se había resignado a su nueva vida bajo la tutela de Heeseung, algo en su mirada seguía siendo inquieto, como si sus pensamientos estuvieran siempre vagando hacia un lugar al que ya no podía acceder.
Heeseung lo llevó a un acantilado que dominaba una vista panorámica del mar. Las olas rompían contra las rocas a lo lejos, su sonido rítmico era un murmullo constante que llenaba el espacio entre ellos. Heeseung, con una sonrisa que pretendía ser alentadora, se volvió hacia Sunghoon.
—Hoy vas a volar —anunció, sus ojos brillando con una mezcla de excitación y algo más oscuro, una chispa de posesión que Sunghoon no podía ignorar.
Sunghoon lo miró, sus ojos grandes y llenos de una esperanza frágil. A pesar de todo lo que había sucedido, la promesa de sentir el viento bajo sus alas lo llenaba de una emoción indescriptible. Era un deseo primigenio, una necesidad profunda que había estado latente desde que sus alas fueron arrancadas. Ahora, la oportunidad de volar otra vez, aunque fuera bajo las condiciones de Heeseung, le parecía un destello de lo que alguna vez había sido.
Heeseung levantó una mano y recitó unas palabras en voz baja, un susurro que se llevó el viento. Sunghoon sintió un escalofrío recorrer su columna, y de repente, un peso familiar se extendió desde su espalda. Sus alas aparecieron, no las inmaculadas alas de un ángel, sino versiones más oscuras y corruptas, con plumas grises que parecían estar hechas de sombras y luz rota. Sunghoon extendió sus alas, sintiendo el aire fluir entre ellas, y por un instante, se sintió completo otra vez.
Heeseung observó con satisfacción mientras Sunghoon se preparaba para alzar el vuelo. Sin embargo, algo en los ojos de Sunghoon, una chispa de desafío o quizás de añoranza por la libertad, lo hizo fruncir el ceño brevemente. Pero desechó sus dudas; después de todo, Sunghoon era suyo ahora, y cualquier intento de rebelión no sería más que un gesto vacío.
—Recuerda lo que te dije —advirtió Heeseung con suavidad pero con firmeza—. Tus alas solo existen por mi voluntad. Pueden aparecer y desaparecer en cualquier momento.
Sunghoon asintió, pero no dijo nada. En el fondo de su corazón, sabía que esto era lo más cerca que estaría de la libertad. Dio un paso hacia el borde del acantilado y, con un último vistazo hacia Heeseung, se lanzó al vacío. Por un breve instante, el mundo desapareció y Sunghoon se sintió libre de todo; el viento lo sostenía, y la sensación de volar era un recuerdo que su cuerpo reconocía con cada fibra.
El cielo se abrió ante él, y Sunghoon batió sus alas con fuerza, ascendiendo con cada impulso. La sensación era electrizante, una mezcla de alivio y alegría pura que lo invadió por completo. Podía sentir la resistencia del aire bajo sus alas, el frío en su rostro, y por primera vez en mucho tiempo, el dolor y la tristeza parecieron desvanecerse. Sunghoon volaba más alto, dejando atrás la tierra y el acantilado, y por un momento se permitió soñar con la idea de que, tal vez, solo tal vez, podría alejarse lo suficiente de Heeseung y ser libre.
Pero justo cuando el pensamiento de escapar cruzó por su mente, algo cambió. Un tirón repentino lo hizo perder el equilibrio en el aire, y antes de que pudiera entender lo que ocurría, sintió un peso brutal en sus tobillos. Miró hacia abajo y vio con horror cómo unos grilletes negros habían aparecido de la nada, atados a gruesas cadenas que se extendían hasta el suelo, tirando de él con fuerza inexorable. Sunghoon aleteó desesperadamente, luchando contra las cadenas que lo arrastraban hacia abajo, pero cada esfuerzo era en vano. El peso de los grilletes era implacable, y con cada segundo que pasaba, se sentía más y más indefenso.
ESTÁS LEYENDO
Ángel caído HeeHoon
FanfictionSunghoon, como lo nombraron los terrenales, cometió el grave error de enamorarse de un humano, desencadenando la ira de Dios y como castigo lo desterró del cielo, negándole el amor de ese humano y condenándolo a vagar por la tierra como un "Angelus...