El día que Heeseung y Sunghoon finalmente salieron a volar juntos, el aire estaba impregnado de la frescura del bosque. Las copas de los árboles susurraban suavemente al viento, y el cielo se extendía como un lienzo despejado, lleno de promesas. Habían caminado en silencio desde la casa hasta un claro en el bosque, donde los rayos del sol se colaban entre las ramas altas, creando manchas de luz que bailaban en el suelo. A lo lejos, se escuchaba el canto de los pájaros y el crujido de las hojas bajo sus pies.
El lugar era idílico, apartado de todo, donde el mundo parecía detenerse solo para ellos. Un arroyo bordeaba el claro, y su murmullo era tan suave que parecía mezclarse con la calma del entorno. Era un espacio donde la naturaleza reclamaba todo, pero al mismo tiempo invitaba a la tranquilidad.
Heeseung se detuvo en el centro del claro, observando a Sunghoon con una mezcla de nerviosismo y determinación. El sol de la tarde bañaba el rostro de Sunghoon, resaltando sus facciones. En ese momento, parecía más angelical que nunca, aunque Heeseung sabía muy bien que ambos estaban lejos de ser los ángeles que alguna vez fueron.
—¿Listo? —preguntó Heeseung, su voz suave pero cargada de significado.
Sunghoon asintió lentamente. Había estado esperando este momento desde hacía mucho tiempo, y aunque sabía que no era una verdadera libertad, el simple hecho de sentir el aire bajo sus alas otra vez era suficiente para él.
Heeseung cerró los ojos por un instante y tomó una profunda respiración, como si el acto de permitir que las alas de Sunghoon volvieran a aparecer fuera algo más que una simple decisión. Era un acto de confianza, pero también una batalla interna que lo desmoronaba. Lentamente, dio el permiso silencioso que activaba el vínculo entre ellos, permitiendo que las alas de Sunghoon se desplegaran.
Sunghoon sintió el familiar hormigueo en su espalda cuando las alas comenzaron a manifestarse. No eran las mismas alas puras y brillantes que había tenido cuando era un ángel en el cielo, pero eran suyas de nuevo, negras y poderosas, con una textura suave que se asemejaba al terciopelo. Sin embargo, no pudo ignorar el doloroso recordatorio de la cadena en su talón, que se ajustaba más estrechamente en cuanto las alas salieron, tirando de él hacia la tierra, como si quisiera recordarle que su libertad estaba limitada.
Con un suspiro, Sunghoon sacudió las alas suavemente, sintiendo su peso, acostumbrándose nuevamente a su existencia física. Miró a Heeseung, quien lo observaba de cerca, con una mirada intensa y preocupada. En un intento de aliviar la tensión que había crecido entre ambos, Heeseung sonrió débilmente y bromeó.
—Parece que más que un ángel, te has convertido en una mariposa —dijo Heeseung con una sonrisa torcida.
Sunghoon soltó una pequeña risa, aunque sabía que la situación no era tan ligera como Heeseung quería hacerla parecer. Aún así, el comentario alivió el aire denso entre ellos por un momento.
Con un suave batir de alas, Sunghoon comenzó a elevarse del suelo. El aire fresco rozó su rostro, y sintió la brisa bajo sus alas mientras ascendía lentamente hacia el cielo. La sensación de libertad lo envolvió, a pesar de la cadena que seguía atada a su tobillo. A cada segundo que pasaba en el aire, sentía una mezcla de alivio y angustia. Aunque estaba volando, no podía dejar de notar cómo la cadena en su tobillo se tensaba cada vez más.
Heeseung lo miraba desde el suelo, con los ojos entrecerrados por la luz que bañaba a Sunghoon. A medida que Sunghoon se elevaba hacia el sol, sus alas negras parecían casi etéreas, brillando a contraluz como si fueran de plumas hechas de sombras. El impulso de volar tras él, de sujetarlo fuertemente y no dejarlo escapar, invadió a Heeseung. El miedo a perder a Sunghoon lo envolvió, ese mismo miedo que había sido el motor de tantas de sus acciones.
Pero justo cuando ese impulso se apoderó de él, vio la expresión en el rostro de Sunghoon. Dolor.
Sunghoon intentaba volar libremente, pero el grillete en su tobillo se había apretado tanto que comenzaba a lastimarlo. El dolor se reflejaba en su cara mientras luchaba por mantenerse en el aire, sus alas agitándose con esfuerzo. Heeseung lo vio, y el sentimiento de culpa golpeó su pecho como una ola.
Sin pensarlo, desechó el impulso de sujetarlo y retenerlo. En cambio, se concentró en el dolor que le estaba causando. El grillete. Aquel símbolo de control que había impuesto sobre Sunghoon. Era hora de dejarlo ir.
—Lo siento... —murmuró Heeseung en voz baja, sabiendo que Sunghoon no podía escucharlo desde lo alto.
Con un gesto casi desesperado, Heeseung relajó el vínculo que había creado. La cadena en el tobillo de Sunghoon se aflojó, y poco a poco, desapareció, liberándolo. La expresión de dolor en el rostro de Sunghoon se suavizó en cuanto la presión cedió, y sus alas pudieron moverse con más libertad.
Sunghoon se dio cuenta de lo que acababa de suceder. Miró hacia abajo y vio a Heeseung observándolo con una mezcla de miedo y tristeza. En ese momento, entendió lo que acababa de hacer. Heeseung lo había soltado. Podría irse si así lo deseaba.
El viento lo rodeaba mientras volaba por el cielo abierto, libre de las ataduras que lo habían mantenido cautivo durante tanto tiempo. A lo lejos, el sol comenzaba a caer en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos y anaranjados. Podría irse, podría escapar, dejar todo atrás. Pero mientras contemplaba esa posibilidad, no podía apartar la mirada de Heeseung, que seguía ahí, mirándolo desde el suelo, sin moverse, como si el mero hecho de haberlo liberado lo hubiera roto por dentro.
Sunghoon se elevó un poco más, disfrutando de la sensación de libertad total por primera vez en mucho tiempo. Pero a pesar de todo, no voló más lejos. En lugar de eso, descendió lentamente, dejando que sus alas lo llevaran de vuelta hacia Heeseung, aterrizando suavemente en el claro.
Los dos se miraron en silencio. Sunghoon podía ver el miedo en los ojos de Heeseung, la duda de si había hecho lo correcto. Pero también había algo más, algo que Sunghoon empezaba a entender ahora. No se trataba solo de control o poder. Se trataba del amor confuso y torpe que Heeseung había intentado negar todo este tiempo.
—¿Por qué no te fuiste? —preguntó Heeseung, con la voz rota.
Sunghoon lo miró por un momento, contemplando sus palabras.
—Porque no es tan simple —respondió, su voz calmada. —El vuelo no es suficiente. La libertad no se trata solo de volar.
Heeseung cerró los ojos por un momento, tragándose sus emociones. Sabía que Sunghoon tenía razón. Había algo más profundo que debía resolver entre ellos. El simple hecho de liberar a Sunghoon no compensaba todo lo que había sucedido, pero era un comienzo.
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Ángel caído HeeHoon
FanfictionSunghoon, como lo nombraron los terrenales, cometió el grave error de enamorarse de un humano, desencadenando la ira de Dios y como castigo lo desterró del cielo, negándole el amor de ese humano y condenándolo a vagar por la tierra como un "Angelus...