III. Familiar

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El invierno había pasado, y la primavera comenzaba a asomarse tímidamente en la ciudad. Los días se hacían más largos, y la nieve se derretía, dejando ver los primeros brotes verdes. En una casa antigua, ubicada en un rincón tranquilo de la ciudad, vivían desde hace un par de meses dos seres inmortales.

Cada semana, Heeseung realizaba curaciones en las cicatrices de la espalda de Sunghoon. Aunque las heridas estaban cerradas, el dolor emocional y físico seguía presente. Heeseung sabía que esas cicatrices eran un recordatorio constante de la caída de Sunghoon, y hacía todo lo posible para aliviar su sufrimiento.

Heeseung recordaba las primeras curaciones de Sunghoon, fueron horribles para ambos no recordaba la curación en sí, recordaba los gritos desesperados y adoloridos de Sunghoon, y esa hermosa cara húmeda por las lagrimas de dolor era una vista espectacular ¿Espera que?

Heeseung que estaba en su estudio revisando unos libros de medicina interrumpió sus propios pensamientos cuestionables cuando escuchó un ruido en la habitación de Sunghoon. Intrigado, se levantó y caminó por un largo pasillo de color opaco hacia la puerta blanca entreabierta, esta era la única cosa blanca en su casa.

Pensó un par de minutos cuestionándose si era buena idea después de tener tales pensamientos con un ser tan inocente como Sunghoon antes de asomarse, vio a Sunghoon de pie frente a un espejo tan alto como él, sin camisa y con un pantalón amplio color negro que se ajustaba a su estrecha cintura, observando y acariciando sus cicatrices con una expresión de profunda tristeza en sus ojos, pero sin llegar a derramar lágrimas.

Heeseung sintió una punzada de compasión en su pecho y dedujo que era su corazón hace bastante tiempo que este no le recordaba que aún estaba ahí siendo parte de sus entrañas. Sabía que Sunghoon estaba luchando por encontrar su lugar en este mundo a él también le paso era un sentimiento desesperante y sofocante, y que las cicatrices en su espalda eran un doloroso recordatorio de lo que había perdido. Decidido a ayudarlo a salir de su ensoñación fúnebre, entró en la habitación y se acercó a él.

—Sunghoon —dijo suavemente, aclarando su garganta y colocando una mano en su hombro captando la atención del contrario—, sé que esto es difícil para ti. Pero hay una manera de recuperar tus alas, aunque no serán las mismas.

Sunghoon lo miró con los ojos llenos de curiosidad y esperanza.

—¿Qué quieres decir? —preguntó con voz temblorosa.

Heeseung lo guio hasta una silla y lo hizo sentarse ofreciéndole una camisa para que se cubriera del frio residual del pasado invierno. Luego, se sentó frente a él y tomó sus manos.

—Como sabes, los inmortales no tienen una misión o tareas como lo teníamos nosotros en el Paraíso. Aquí, en la Tierra, somos libres de elegir nuestro propio camino por decirlo de una forma amable. Yo elegí estudiar medicina porque quería hacer algo significativo con mi inmortalidad. Tú también puedes elegir tu propio camino, y si lo deseas, podrías convertirte en un demonio como yo y recuperar tus alas.

Sunghoon frunció el ceño, tratando de comprender lo que Heeseung le estaba diciendo.

—¿Convertirme en un demonio? —repitió lentamente—. ¿Eso es posible?

Heeseung asintió.

—Sí, es posible. Tus alas no serán las mismas; el color de su plumaje cambiará, pero podrás volar de nuevo. Además, podrías aprender una profesión humana. Podrías estudiar en la universidad y encontrar algo que te apasione, algo que te dé un propósito en este mundo.

Sunghoon miró a Heeseung con una mezcla de temor y esperanza. La idea de convertirse en un demonio le aterraba, pero la posibilidad de recuperar sus alas y encontrar un propósito en la Tierra era tentadora.

—Necesito tiempo para pensar —dijo finalmente, con voz temblorosa.

Heeseung asintió comprensivamente sintiéndose culpable por decirle que solo convirtiéndose en demonio podría tener un propósito en la Tierra, pero Heeseung era un demonio y estos son egoístas, él quería a Sunghoon como su compañero y así sería.

—Tómate todo el tiempo que necesites. No hay prisa. Pero recuerda, no estás solo. Estoy aquí para ayudarte en cada paso del camino.

Sunghoon se quedo viendo las manos de Heeseung que estaban sobre las propias pensando seriamente en la propuesta no terminaba de comprender totalmente el asunto, su inocencia aun lo sobrepasaba.

—Levántate iremos por un pan esta vez lo ordenaras tú – dijo Heeseung viendo la confundida expresión de su compañero, porque si él ya lo había aceptado así solo faltaba que Sunghoon se enterara.

—¿Pan? Esa cosa esponjosa – dijo levantándose de pronto cambiando su expresión consternada por una que demostraba una felicidad pura – Vamos nunca lo eh probado pero lo eh visto anunciar en ese cuadro que esta en el sala – Heeseung se limito a reír por los pequeños errores que aun tenia al hablar.

Salieron y tras caminar unos minutos Sunghoon observó a un grupo de personas haciendo fila en una panadería. El aroma del pan recién horneado llenaba el aire, filtrándose por su nariz despertando un nuevo sentido en él.

—¿Por qué hay tanta gente esperando? —preguntó Sunghoon.

—Están esperando para comprar pan. Es algo que los humanos disfrutan mucho. El pan fresco tiene un sabor y un aroma que les resulta reconfortante —explicó Heeseung.

Se unieron a la fila y, cuando fue su turno, Heeseung dejó que Sunghoon pidiera.

—¿Dime cariño que llevaras? – Pregunto una muy amable mujer sorprendiéndose por el rostro que derramaba inocencia del chico frente a ella.

Sunghoon al ver a la mujer frente a él se le acabo toda la valentía que tenía.

—Pan – Susurro aferrándose al suéter de Heeseung escondiéndose detrás de el sacando una risa no solo de su acompañante, sino que también de la mujer frente a él.

—Lo se cariño, pero de cuál de todos – Pregunto ampliando mas su sonrisa por la ternura que el joven causaba en ella

Sunghoon se limitó a ver los ojos de Heeseung transmitiéndole que no hablaría mas con aquella alegre mujer.

Heeseung pidió un par de piezas para despedirse de la mujer con un muy aferrado Sunghoon a su espalda, que susurraba un apenas audible agradecimiento a la mujer al salir de su negocio.

Aunque nervioso, Sunghoon se sintió orgulloso de poder hacer algo tan simple casi por sí mismo.

Durante los días siguientes, Sunghoon reflexionó profundamente sobre la propuesta de Heeseung y cómo debía proponer para ir a comprar más pan sin que lo hiciera hablar a él.

Cada noche, se encontraba observando sus cicatrices en el espejo, recordando el dolor de su caída y anhelando la libertad de volar nuevamente. Al mismo tiempo, empezaba a percibir las pequeñas cosas del mundo humano: el calor del sol en su piel, el frío de la brisa nocturna, el olor de las flores que empezaban a florecer. Estas nuevas sensaciones le daban una extraña sensación de conexión con el mundo que antes le resultaba ajeno.

Finalmente, una mañana, Sunghoon se acercó a Heeseung mientras este preparaba el desayuno en la cocina.

—Heeseung, he tomado una decisión —dijo con firmeza—. Quiero intentar convertirme en un demonio. Quiero recuperar mis alas y encontrar mi propósito aquí.

Heeseung sonrió, sintiendo una oleada de orgullo y alivio Sunghoon casi era suyo solo necesitaba ser paciente, tendría que buscar como convertirlo en su familiar después de su transformación.

—Me alegra escuchar eso, Sunghoon. Será un proceso largo, pero estoy seguro de que podrás hacerlo. – con esto dicho se encerró de nuevo en su estudio buscando los grimorios demoniacos para ver el nacimiento de un inocente demonio.

Ángel caído HeeHoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora