El mercado del pueblo siempre había sido un lugar tranquilo, un sitio donde Sunghoon y Heeseung podían pasar desapercibidos entre los habitantes que seguían con su vida cotidiana. Aunque vivían alejados, cada tanto hacían una visita para abastecerse de comida y provisiones, y para Sunghoon, estos viajes eran una especie de ventana a la normalidad. Una oportunidad de recordar quién solía ser antes de que su vida cambiara de manera tan drástica. Sin embargo, esa normalidad se veía constantemente eclipsada por la presencia abrumadora de Heeseung, cuya esencia no dejaba lugar a dudas de lo que realmente era. Aunque ocultaba bien su naturaleza demoníaca, la tensión entre ellos siempre estaba presente, incluso en un lugar tan público.
Esa tarde, mientras caminaban por el mercado, Sunghoon notaba cómo las miradas curiosas se dirigían hacia ellos, especialmente hacia él. No podía negar que desde que Heeseung había comenzado a cuidar de él, algo en su apariencia había cambiado. Se sentía más fuerte, más seguro, y eso, aparentemente, no pasaba desapercibido para los demás. Mientras seleccionaba algunas frutas en un puesto, sintió cómo alguien lo observaba de manera insistente. Al levantar la vista, se encontró con la mirada de un hombre que estaba parado al otro lado del puesto. Era una mirada directa, descarada, que lo recorrió de pies a cabeza sin ningún disimulo.
Sunghoon apartó la vista rápidamente, incomodado, pero no pudo evitar notar que Heeseung también había visto al hombre. En ese instante, la atmósfera a su alrededor cambió. El demonio, que hasta ese momento había estado tranquilo, ahora emanaba una energía diferente, casi amenazante. Sunghoon lo conocía lo suficiente para saber que Heeseung estaba molesto, y aunque intentó ignorarlo, sabía que aquello no iba a pasar desapercibido.
Mientras seguían caminando entre los puestos, Heeseung mantenía un silencio tenso. No hablaba, pero la rigidez en sus hombros y la manera en que su mirada se endurecía hacia cualquier hombre que osara mirar en dirección a Sunghoon, era suficiente para notar que los celos estaban latentes. Sunghoon se mordió el labio, tratando de no darle importancia, pero cada paso que daban parecía aumentar esa tensión.
Finalmente, decidieron regresar a la casa antes de que la situación se volviera incómoda. El camino de vuelta fue silencioso, con Sunghoon reflexionando sobre lo sucedido en el mercado y Heeseung caminando a su lado, su mirada fija en el horizonte, pero con esa presencia intimidante que parecía arrastrarse en el aire entre ellos.
Cuando llegaron a casa, Heeseung fue directo hacia la sala sin decir una palabra. Sunghoon lo observaba, tratando de decidir si debía confrontarlo o dejar que esa tensión se disipara por sí sola. Pero algo dentro de él lo impulsaba a hablar, algo que había estado guardando desde hacía tiempo. No podía seguir ignorando el hecho de que, aunque Heeseung había cambiado mucho desde que se conocieron, esos celos seguían ahí, tan intensos como siempre.
—Heeseung, tenemos que hablar —dijo Sunghoon, finalmente rompiendo el silencio mientras cerraba la puerta detrás de él.
Heeseung se detuvo en seco, pero no se giró de inmediato. Sunghoon se acercó lentamente, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza en su pecho.
—Sé que lo viste... al hombre en el mercado —continuó Sunghoon—. Sé que te molestó.
Heeseung permaneció en silencio, su espalda tensa como si estuviera conteniendo algo.
—Antes... —Sunghoon dudó por un momento, buscando las palabras adecuadas—. Antes, tus celos me parecían... enfermos. Me asustaban.
Heeseung se giró bruscamente al escuchar esas palabras, su expresión reflejando una mezcla de dolor y sorpresa. Sus ojos oscuros se clavaron en Sunghoon, y durante un breve instante, pareció más vulnerable de lo que Sunghoon lo había visto jamás.
—¿Te asustaban? —preguntó Heeseung, su voz ronca, pero suave. Era como si esas palabras lo hubieran golpeado de una manera que Sunghoon no había previsto—. Nunca quise... no quise que te sintieras así.
Sunghoon sintió un nudo formarse en su garganta al ver la expresión en el rostro de Heeseung. La dureza habitual en su mirada había desaparecido, reemplazada por algo más crudo, más humano. Era como si Heeseung, por primera vez, estuviera bajando sus defensas por completo.
—Lo sé —murmuró Sunghoon, avanzando un paso más hacia él—. Y por eso es diferente ahora.
Heeseung frunció el ceño, como si no entendiera lo que Sunghoon estaba tratando de decir.
—Antes, me parecían enfermos, pero ahora... —Sunghoon respiró hondo, sabiendo que las siguientes palabras serían difíciles de decir—. Ahora, me parecen atractivos.
El silencio que siguió a esa confesión fue pesado, casi sofocante. Heeseung lo miraba con una mezcla de confusión e incredulidad. Sunghoon sabía que estaba siendo honesto, pero al mismo tiempo, esa honestidad lo hacía sentir expuesto de una manera que nunca antes había sentido.
—¿Qué...? —Heeseung comenzó a decir, pero Sunghoon lo interrumpió.
Antes de que Heeseung pudiera continuar, Sunghoon levantó una mano y la apoyó suavemente en la mejilla de Heeseung, obligándolo a mirarlo a los ojos. El contacto entre ellos fue inmediato, una corriente eléctrica que parecía recorrerlos a ambos. Sunghoon notó cómo los ojos de Heeseung se suavizaban bajo su toque, y en ese momento, supo que no había marcha atrás.
—Me parecen atractivos —repitió Sunghoon, su voz más suave—. Porque me importas. Porque ya no es solo posesión o control. Es porque... —Sunghoon vaciló un momento, pero luego se inclinó hacia adelante—. Porque me amas.
Las palabras flotaron en el aire, y Sunghoon podía sentir cómo el corazón de Heeseung se aceleraba bajo su mano. Había sido una declaración audaz, una que Sunghoon nunca pensó que diría, pero en ese momento, parecía lo más natural.
Heeseung, sorprendido, no dijo nada. En cambio, bajó la guardia completamente. Sus manos encontraron la cintura de Sunghoon, atrayéndolo hacia él con una suavidad que desmentía la intensidad de sus emociones. El contacto entre sus cuerpos era abrumador, pero ninguno de los dos retrocedió.
Y entonces, antes de que Sunghoon pudiera pensar más en ello, se inclinó y presionó sus labios contra los de Heeseung. El beso fue lento, suave al principio, pero con una intensidad creciente que revelaba todo lo que ambos habían estado conteniendo durante semanas. Heeseung respondió de inmediato, inclinando su cabeza para profundizar el beso, sus manos aferrándose a la cintura de Sunghoon como si temiera que desapareciera si lo soltaba.
El mundo alrededor de ellos se desvaneció. No había nada más que el calor compartido, el roce de sus labios, y la electricidad que parecía recorrer sus cuerpos. Sunghoon, a pesar de todo el miedo que había sentido en el pasado, ahora se sentía completo, como si ese momento hubiera sido inevitable desde el principio.
Finalmente, cuando ambos se separaron, sus respiraciones eran irregulares, pero ninguno de los dos apartó la mirada.
—Heeseung —susurró Sunghoon, con el corazón todavía latiendo con fuerza—, ya no me asustas.
Heeseung lo miró durante un largo rato, sus ojos brillando con una mezcla de emociones que Sunghoon apenas podía descifrar. Pero había una cosa clara entre ellos: ya no había barreras.
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Ángel caído HeeHoon
FanfictionSunghoon, como lo nombraron los terrenales, cometió el grave error de enamorarse de un humano, desencadenando la ira de Dios y como castigo lo desterró del cielo, negándole el amor de ese humano y condenándolo a vagar por la tierra como un "Angelus...