Los días transcurrían lentamente en el apartamento, un pequeño refugio aislado del resto del mundo. Sunghoon ya no tenía contacto con el exterior. A pesar de la tensión que había marcado su caída al acantilado y la confrontación con Heeseung, las semanas que siguieron fueron más tranquilas, aunque llenas de un silencio incómodo que lo envolvía como una manta pesada. Heeseung, por su parte, había cambiado su actitud, mostrándose más amable, más comprensivo, pero al mismo tiempo, seguía manteniendo a Sunghoon cautivo. No había más vuelos, ni más promesas de libertad.
Sunghoon se encontraba sentado junto a la ventana, observando el cielo gris a través de los cristales empañados. Había perdido la noción del tiempo. A veces, se sentía como si el mundo exterior ya no existiera para él. Los días pasaban en una monotonía agobiante, y aunque Heeseung le prestaba atención, cuidando de sus necesidades, la falta de libertad y la sensación de estar atrapado lo carcomían por dentro. Una parte de él deseaba rebelarse, pero otra estaba demasiado agotada como para intentarlo.
El apetito de Sunghoon había comenzado a desaparecer. Al principio, simplemente no tenía ganas de comer; luego, poco a poco, fue dejando los platos sin tocar. Heeseung notó este cambio, pero no dijo nada al principio, limitándose a observar con una creciente preocupación.
Una noche, mientras cenaban en la mesa del pequeño comedor, Heeseung notó que Sunghoon apenas había tocado su comida. Los cubiertos de Sunghoon permanecían inmóviles, y su mirada estaba perdida en algún punto más allá de las paredes del apartamento.
—Tienes que comer —dijo Heeseung en voz baja, rompiendo el silencio. Su tono era suave, pero había un peso detrás de sus palabras.
Sunghoon no respondió, simplemente dejó los cubiertos sobre el plato sin molestarse en fingir interés por la comida. El silencio entre ellos se hizo más denso, cargado de una tensión que ninguno de los dos parecía querer abordar. Heeseung respiró hondo, su paciencia se estaba agotando, pero sabía que forzar las cosas solo empeoraría la situación.
—Sunghoon... —volvió a hablar, esta vez con más firmeza—. No puedes seguir así. Necesitas comer.
Sunghoon finalmente levantó la mirada, sus ojos vacíos reflejaban una tristeza profunda y cansada.
—¿Para qué? —preguntó en un susurro—. ¿Qué importa si como o no? No soy libre, Heeseung. Estoy atrapado aquí. Comer no cambia nada.
Las palabras de Sunghoon golpearon a Heeseung más fuerte de lo que esperaba. Se levantó de la mesa y caminó hasta donde estaba sentado Sunghoon, sus pasos resonando suavemente en el pequeño espacio. Se agachó a su lado, quedando a su nivel, y tomó el plato de las manos de Sunghoon, colocándolo sobre la mesa. Luego, lo miró a los ojos, buscando algo en esa mirada perdida.
—Sunghoon, no se trata solo de sobrevivir —dijo Heeseung, con una voz mucho más suave de lo habitual—. Lo sé, sientes que todo está mal. Pero si no comes, te debilitarás. Y no quiero verte sufrir más de lo que ya lo has hecho.
Sunghoon desvió la mirada, evitando los ojos de Heeseung. Sabía que el demonio tenía razón en cierto sentido, pero una parte de él se sentía tan rota que comer parecía inútil.
—¿Por qué no me dejas salir? —preguntó Sunghoon, su voz apenas audible. Sabía que esa pregunta era peligrosa, pero no podía evitar hacerla. Estaba cansado de estar encerrado, de sentirse como un prisionero en una jaula invisible.
Heeseung suspiró, poniéndose de pie lentamente. Caminó hacia la ventana, mirando el cielo que Sunghoon había estado observando con tanta melancolía. No respondió de inmediato, como si estuviera buscando las palabras correctas.
—No es que quiera mantenerte aquí, atrapado —dijo Heeseung finalmente—. Es que... el mundo exterior es peligroso para alguien como tú, alguien que aún no entiende cómo funciona esta vida. Y además... —Hizo una pausa, la intensidad en su mirada aumentó mientras seguía hablando—. No quiero perderte. No después de todo lo que hemos pasado.
Sunghoon lo miró, perplejo por la sinceridad en la voz de Heeseung. Durante semanas, había sentido que Heeseung lo retenía simplemente por control, por poder. Pero ahora, al escuchar las palabras de Heeseung, había algo más. Algo más profundo que estaba arraigado en el corazón del demonio.
—No entiendes lo que significas para mí, Sunghoon —continuó Heeseung, volviéndose hacia él, sus ojos oscuros estaban llenos de una intensidad que Sunghoon no había visto antes—. Cuando te encontré, eras tan frágil, tan perdido. Habías perdido a alguien que amabas, y estaba claro que no sabías cómo continuar. Pero entonces te traje aquí, te cuidé, y poco a poco, me di cuenta de que tú llenabas un vacío en mi vida que ni siquiera sabía que existía.
Sunghoon se quedó en silencio, procesando lo que Heeseung acababa de decir. La confesión lo dejó sin palabras. Durante tanto tiempo había creído que Heeseung lo mantenía a su lado por puro egoísmo, por necesidad de control. Pero ahora, veía que había algo más.
—No soy solo un demonio que busca poder o control —dijo Heeseung, acercándose más a Sunghoon—. Soy alguien que, como tú, también ha perdido mucho. Hace mucho tiempo, perdí mis alas, mi propósito, y en cierto sentido, me perdí a mí mismo. Durante siglos, he intentado llenar ese vacío con muchas cosas, pero nada ha funcionado. Nada hasta que llegaste tú.
Sunghoon se sintió sobrecogido por la intensidad en la voz de Heeseung. Nunca había pensado que su presencia pudiera tener un impacto tan profundo en el demonio. Siempre había creído que solo era un prisionero, alguien que estaba ahí para satisfacer una necesidad pasajera. Pero ahora, mientras escuchaba a Heeseung, entendía que había algo mucho más complejo en juego.
—Quiero que entiendas esto —prosiguió Heeseung—. Tú eres importante para mí. No quiero verte sufrir, no quiero verte marchitarte de hambre o tristeza. Por eso estoy aquí, por eso te cuido. Porque sin ti... sin ti, Sunghoon, este mundo no tendría sentido para mí.
Sunghoon sintió un nudo en la garganta, una mezcla de emociones que no podía controlar. No sabía qué decir. Parte de él quería resistirse, quería seguir luchando contra la prisión invisible en la que estaba atrapado. Pero otra parte, una parte más profunda, sentía que Heeseung realmente estaba diciendo la verdad.
—No te estoy pidiendo que lo entiendas todo ahora —dijo Heeseung, su voz más suave—. Pero al menos, dame la oportunidad de demostrarte que no estoy aquí para lastimarte. Estoy aquí porque quiero que estés bien, porque te necesito, Sunghoon.
Heeseung tomó el plato de comida de la mesa y lo acercó a Sunghoon una vez más.
—Por favor, come algo. No lo hagas por mí, hazlo por ti mismo. Si te debilitas más, solo te harás daño. Y no quiero verte así.
Sunghoon miró el plato de comida, y por un momento, dudó. Pero algo en la voz de Heeseung, en la sinceridad de sus palabras, lo convenció. Tomó los cubiertos y, con movimientos lentos, comenzó a comer. El sabor de la comida era suave, pero con cada bocado, sentía que una parte de él volvía a la vida. No era solo la comida, era la sensación de que, tal vez, no estaba tan solo como creía.
Heeseung lo observó, una leve sonrisa curvándose en sus labios mientras veía a Sunghoon comer. Sabía que este era solo un pequeño paso, pero era un paso importante. Sunghoon aún estaba roto, aún anhelaba una libertad que no podía tener. Pero poco a poco, Heeseung estaba dispuesto a mostrarle que la vida que podían construir juntos era mucho más significativa que cualquier cosa que hubiera imaginado antes.
Cuando Sunghoon terminó de comer, Heeseung se acercó y le tomó suavemente la mano. No dijo nada, pero su toque fue suficiente para que Sunghoon sintiera la conexión entre ellos. Una conexión que, aunque complicada y llena de dolor, también estaba marcada por un afecto profundo que ambos comenzaban a reconocer.
—Gracias por comer —murmuró Heeseung—. Prometo que todo será mejor. Solo confía en mí, ¿de acuerdo?
Sunghoon asintió débilmente, sin palabras. Por ahora, lo único que podía hacer era confiar en Heeseung, aunque una pequeña parte de él seguía deseando algo más. Una esperanza que, por el momento, mantenía oculta en lo más profundo de su corazón.
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Ángel caído HeeHoon
FanfictionSunghoon, como lo nombraron los terrenales, cometió el grave error de enamorarse de un humano, desencadenando la ira de Dios y como castigo lo desterró del cielo, negándole el amor de ese humano y condenándolo a vagar por la tierra como un "Angelus...