El viento susurraba suavemente entre los árboles, cargando consigo la fragancia de las flores que Heeseung había plantado a lo largo del tiempo. El cielo, teñido de tonos violáceos y naranjas por el ocaso, se desplegaba sobre ellos, inmenso y pacífico. La casa que compartían se alzaba en silencio al borde del bosque, como si fuera testigo de todo lo que había acontecido entre sus muros: las dudas, las confesiones, los silencios cargados de significado, los momentos íntimos que habían compartido, y, finalmente, el ritual que había sellado sus almas para siempre.
Dentro, en la penumbra de la habitación que compartían, los ecos del día se desvanecían lentamente, dejando solo el latido constante de dos corazones, sincronizados, resonando en el espacio que los rodeaba. Sunghoon y Heeseung estaban acostados juntos, entrelazados de manera que ninguno de los dos podía distinguir dónde terminaba uno y comenzaba el otro. Habían llegado a este punto, después de tanto tiempo, de tanto recorrer sus propios miedos y deseos. Y ahora, el mundo exterior parecía irrelevante, tan distante como una memoria olvidada.
La luz de la luna, entrando tímidamente por las ventanas, bañaba sus pieles en un resplandor suave y plateado. No necesitaban hablar. Las palabras se habían vuelto innecesarias desde el momento en que sus almas se habían unido en el ritual. Ahora, todo se comunicaba a través de las miradas, de los suspiros compartidos, del roce delicado de sus manos sobre la piel del otro. Cada toque era un recordatorio de la entrega que habían hecho, del pacto silencioso que los unía más allá del tiempo y del espacio.
Sunghoon lo miraba, con el pecho todavía palpitante de emociones, su piel erizada ante la cercanía de Heeseung. Lo había notado en cada gesto, en cada mirada que compartían, cómo ese deseo latente se había ido transformando en algo más profundo. Era una atracción que no solo nacía del cuerpo, sino del alma, una conexión que superaba lo físico y se extendía hacia el infinito. Heeseung, con su mirada intensa, siempre había sido un misterio, pero ahora, en este momento, se sentía más cerca que nunca.
Heeseung, por su parte, observaba a Sunghoon con una mezcla de ternura y admiración, como si cada centímetro de su piel fuera un tesoro que había esperado siglos para descubrir. No había prisa en sus movimientos. Sabía que no necesitaban apresurarse. La eternidad se extendía frente a ellos, y con ella, todos los momentos que compartirían. Pero esta noche, esta vez, era especial. Era la culminación de todo lo que habían construido juntos, el reconocimiento de un deseo que no solo era físico, sino espiritual.
Los cuerpos de ambos comenzaron a moverse en una danza lenta, casi reverencial. Sus dedos trazaban caminos invisibles sobre la piel del otro, descubriendo los rincones que ya conocían pero que ahora parecían nuevos, diferentes. Cada respiración que compartían se mezclaba con el aire cálido de la habitación, cada susurro era una confesión silenciosa que se desvanecía en el ambiente. El mundo exterior desaparecía por completo; solo existían ellos dos, y el deseo que había crecido en sus corazones desde el primer encuentro.
Los labios de Heeseung se movían sobre los de Sunghoon con una delicadeza que contrastaba con la intensidad de sus sentimientos. No era una urgencia que los empujaba, sino una suavidad, una calma nacida del profundo entendimiento de lo que significaba entregarse al otro por completo. Los cuerpos, entrelazados en una sincronía perfecta, se movían como si compartieran un único latido. La fricción, el calor, la presión creciente entre ambos, no era solo física, era la manifestación de algo más grande, algo que resonaba en sus almas conectadas.
El tiempo se volvió líquido, imposible de medir en segundos o minutos. Cada gesto, cada suspiro prolongado, se sentía como una eternidad. Y cuando el clímax inevitable finalmente llegó, no fue explosivo, sino como una marea que envolvía sus cuerpos en una ola de calor y conexión profunda. No hubo gritos ni gemidos, solo una paz indescriptible que los envolvía por completo, dejándolos suspendidos en ese momento eterno.
Sunghoon cerró los ojos, sintiendo el peso del mundo desvanecerse a su alrededor. Ya no había miedos, ni dudas, ni cadenas invisibles que lo ataran al pasado. Solo estaba él, y Heeseung, entrelazados en un abrazo tan íntimo que sus almas parecían fundirse una vez más, como en el ritual, pero de manera más tangible, más física. Era una entrega total, un dejarse llevar en los brazos del otro, sabiendo que ambos habían encontrado el hogar en el cuerpo y el alma del contrario.
Heeseung lo abrazó con fuerza, como si quisiera asegurarse de que Sunghoon supiera que nunca estaría solo, que ahora, y para siempre, eran uno. Sus cuerpos se relajaron lentamente, dejándose caer en ese vacío dulce que sigue a la culminación de un deseo tan profundo. La piel de Sunghoon, aún cálida por el roce de Heeseung, brillaba bajo la luz de la luna, mientras sus respiraciones, lentamente, volvían a la calma.
—Para siempre —susurró Heeseung, su voz apenas un murmullo contra el cabello de Sunghoon, quien sonrió débilmente, ya medio adormecido por la paz que los envolvía.
—Para siempre —respondió Sunghoon, dejándose caer en el sueño, aún sintiendo el latido de Heeseung contra su pecho, como si sus corazones compartieran un mismo compás.
El viento volvió a soplar suavemente a través del claro, meciendo las flores en el jardín y llevando consigo la promesa silenciosa que ambos habían hecho esa noche. Ya no había miedo, ya no había soledad. En los brazos del otro, habían encontrado todo lo que necesitaban. Y aunque la luz de la luna se desvanecería con el amanecer, el vínculo que compartían permanecería, brillando, en la eternidad de sus almas unidas.
Ufff, bueno este es el final de la historia espero la hayan disfrutado tanto como yo disfrute en escribirla, espero que no les decepcione el cómo escribo el smut de una forma un tanto ¿Poética? AJAJAJJAJAJA
PD: Si quieren algo más explicito puedo escribir extras AJJAJAJAJA.
Bye tqm.
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Ángel caído HeeHoon
FanfictionSunghoon, como lo nombraron los terrenales, cometió el grave error de enamorarse de un humano, desencadenando la ira de Dios y como castigo lo desterró del cielo, negándole el amor de ese humano y condenándolo a vagar por la tierra como un "Angelus...