El crepitar del fuego en la chimenea llenaba el salón de la casa con una calidez que contradecía el frío de la noche exterior. Sunghoon y Heeseung estaban sentados uno junto al otro en el sofá, el silencio entre ellos cómodo pero cargado con la familiar tensión que parecía siempre rondarlos. Las cosas habían cambiado mucho desde su primer encuentro, desde los días de hostilidad y desconfianza. Ahora, entre los pequeños momentos de rutina y las intensas emociones que compartían, una nueva dinámica se había establecido entre ellos, aunque Sunghoon aún no terminaba de entender del todo lo que significaba.
Heeseung, que hasta hacía un momento había estado leyendo en silencio, cerró el libro y lo dejó sobre la mesa, rompiendo la calma. Sunghoon lo observó de reojo, notando la expresión en el rostro del demonio, como si estuviera debatiéndose internamente antes de hablar.
—Sunghoon —dijo finalmente Heeseung, su voz baja pero firme—, quiero hablar contigo sobre algo importante.
Sunghoon dejó su propio libro a un lado, intrigado por el tono de Heeseung. Lo conocía lo suficiente para saber que cuando usaba ese tono, algo serio estaba a punto de revelarse.
—¿De qué se trata? —preguntó, sin apartar la mirada de Heeseung.
El demonio tomó una respiración profunda, como si estuviera preparándose para lo que estaba a punto de decir.
—Hay algo de lo que no hemos hablado. Una tradición, un ritual... algo muy antiguo que tiene que ver con mi especie —comenzó Heeseung, su voz llena de un respeto inusual hacia lo que estaba describiendo—. Se llama Nexum Infernalis.
Sunghoon frunció el ceño ligeramente, el nombre resonando oscuro y poderoso, como todo lo que venía del pasado de Heeseung.
—Es un ritual de unión —continuó Heeseung—, pero no es cualquier unión. Une dos almas para la eternidad, sellando un vínculo que no puede romperse ni siquiera en la muerte. Es algo sagrado entre los de mi especie, y muy pocos lo han realizado, porque no es algo que se tome a la ligera.
Sunghoon sintió un nudo formarse en su estómago. La sola idea de un ritual que uniera dos almas de esa manera era abrumadora. No podía evitar sentir un ligero escalofrío al pensar en lo que significaría unirse a Heeseung de manera tan definitiva, pero al mismo tiempo, había algo tentador en la idea.
—¿Cómo... funciona? —preguntó Sunghoon, su curiosidad superando por un momento el temor que lo embargaba.
Heeseung se giró hacia él, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de intensidad y vulnerabilidad que rara vez mostraba.
—El ritual es oscuro, pero no en el sentido que probablemente estás imaginando. No hay dolor involucrado, pero sí una entrega completa de uno al otro. Consiste en compartir una parte de nuestro ser, una pequeña fracción de nuestra alma —explicó Heeseung, sus palabras llenas de solemnidad—. Se realiza bajo la luz de la luna llena, cuando las barreras entre los mundos están más delgadas. Nos colocamos frente a frente, desnudos bajo el cielo nocturno, y abrimos nuestros corazones, literalmente. No es un sacrificio físico, sino más bien espiritual. Cada uno de nosotros saca un pequeño fragmento de su corazón, una representación simbólica de nuestra esencia, y lo entrega al otro.
Sunghoon lo escuchaba con el corazón latiendo rápido en su pecho, su mente tratando de asimilar la magnitud de lo que Heeseung estaba diciendo.
—Ese fragmento de alma —continuó Heeseung— se une al otro, creando un vínculo que trasciende el tiempo y el espacio. Una conexión que nadie puede romper, ni siquiera nosotros. Es el máximo compromiso, más allá de cualquier cosa humana o demoníaca.
Sunghoon respiró hondo, procesando todo lo que había escuchado. Sabía que lo que Heeseung le estaba proponiendo no era cualquier cosa. Estaba pidiéndole unirse a él en cuerpo y alma, para siempre. Y aunque parte de él se sentía atraída por la idea de pertenecerle de esa manera tan definitiva, otra parte no podía evitar sentir un temor profundo.
—Eso suena... intenso —murmuró Sunghoon, tratando de mantener la calma, aunque el peso de lo que acababa de escuchar lo presionaba desde dentro.
Heeseung asintió lentamente, entendiendo perfectamente la reacción de Sunghoon.
—Lo es. Y no espero que decidas ahora mismo. Solo quería que lo supieras —dijo Heeseung, sus ojos mostrando una rareza de consideración—. Puedes tomarte todo el tiempo que necesites. Pero quería ser honesto contigo, para que supieras lo que significa para mí.
Sunghoon se quedó en silencio por un momento, su mente trabajando a toda velocidad mientras trataba de ordenar sus pensamientos.
—Lo pensaré —dijo finalmente, su voz casi un susurro—. Pero... no puedo prometerte nada ahora.
Heeseung asintió, su rostro relajándose ligeramente, como si hubiera esperado esa respuesta. No presionó más, permitiéndole a Sunghoon procesar lo que había dicho a su propio ritmo.
Los días que siguieron al descubrimiento del ritual fueron extrañamente tranquilos, pero con una corriente subyacente de tensión emocional que ambos podían sentir. Sunghoon pasaba mucho tiempo pensando en lo que Heeseung le había contado. Sabía que no era una decisión que pudiera tomarse a la ligera, y aunque confiaba en Heeseung más que nunca, el temor de lo que significaría una unión tan definitiva lo mantenía en vilo.
A medida que los días avanzaban, los acercamientos entre ambos se volvieron más íntimos. El beso en el mercado había sido un catalizador, y desde entonces, cada encuentro parecía estar impregnado de una carga emocional cada vez más fuerte. Aunque aún no habían llegado al punto de cruzar la barrera física por completo, los toques se habían vuelto más atrevidos, las miradas más prolongadas, y los deseos más intensos.
Sunghoon se encontraba muchas noches solo en su habitación, su mente vagando hacia Heeseung. La forma en que el demonio lo miraba, el peso de sus palabras cuando hablaban del ritual, y la intensidad de sus caricias cuando estaban juntos, todo lo consumía. Se daba cuenta de que su cuerpo reaccionaba ante esos pensamientos de una manera que nunca antes había experimentado, y sin poder evitarlo, se encontraba buscando alivio por sí mismo, sus manos recorriendo su piel mientras sus pensamientos se llenaban de la imagen de Heeseung.
De la misma manera, Heeseung tampoco era ajeno a esos momentos. En la soledad de su propia habitación, permitía que su mente vagara hacia Sunghoon, reviviendo cada toque, cada susurro, cada momento de intimidad compartida. Aunque no lo admitía fácilmente, el deseo que sentía por Sunghoon lo consumía por dentro, y a pesar de su autocontrol, había noches en las que se entregaba a ese deseo, dejándose llevar por la fantasía de tener a Sunghoon completamente para él.
Ambos sabían que estaban jugando con un fuego que tarde o temprano los consumiría, pero por ahora, el juego de tensiones y deseos insatisfechos continuaba, dejándolos siempre al borde, pero sin cruzar completamente la línea.
Era un baile peligroso, y ambos lo sabían, pero en esos momentos de soledad, mientras se perdían en sus pensamientos y en sus propios cuerpos, ninguno de los dos podía negar lo inevitable: estaban destinados a caer el uno en los brazos del otro, tarde o temprano.
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Ángel caído HeeHoon
FanfictionSunghoon, como lo nombraron los terrenales, cometió el grave error de enamorarse de un humano, desencadenando la ira de Dios y como castigo lo desterró del cielo, negándole el amor de ese humano y condenándolo a vagar por la tierra como un "Angelus...