Capítulo 10

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Primer día

Hailey.

—Oye, ¿habéis visto mi bolígrafo? —pregunte.

—Lo tiene Jonathan —Acusó Nicolle —lo he visto con mis propios ojos.

—Mentira —Se defendió él.

—Me da igual quien lo tenga, —Dije aburrida —devolved me lo ahora o me robo los vuestros.

—Yo no tengo nad...—Dijo Nicolle, pero la frase quedó suspendida en el aire—Joder.

Al ver que se quedo medio hipnotizada al ver algo, seguí su mirada hacía la puerta y de inmediato entendí su reacción.

Josh entró al restaurante vistiendo un traje totalmente negro.

Mierda, ¿como es que le quedaba tan bien? Y aun así siempre vestía con sudaderas.

No entendía a los hombres.

Tenia la mirada clavada en el móvil, pero cuando llegó a la barra se lo guardo en el bolsillo y me sonrío, lo cual era raro viniendo de él.

—Pero si es mi camarera favorita.

¿Por qué estaba tan cerca?

Y ¿Por qué coño olía tan bien?

—E-eh ¿qué te pongo?

Mierda, odiaba mi voz en estos momentos.

—Un café negro.

¿Negro? ¿Enserio? Que asco.

—¿Le puedo añadir un poco de leche? —pregunté —Solo un poco.

—No.

Puse los ojos en blanco y me di la vuelta para servir el café.

—Primer día de trabajo, ¿eh? —Sonreí.

—¿Como lo sabes? —Preguntó Nicolle.

Mierda.

—Me lo contó Jules. —improvise.

—Que raro a mi no me mencionó
nada. —añadió Johny.

—¿Acaso está en la obligación de contarte toda su vida? —Preguntó Josh.

—Pues no, pero...

—¿Pero qué?

—Nada.

No pude evitar reír me, aun sintiendo me mal por Jonathan.

—Sigo sin encontrar mi maldito boli. —Les recordé.

Y no se como, pero de un momento a otro Josh me sostenía la cara con una mano.

Deje de respirar en ese momento y se me calentaron las mejillas.

Luego sentí mi pelo caer sobre mis hombros.

—Toma. —Josh me ofreció el bolígrafo que al parecer use para sostener me el moño. —La próxima vez revisa bien.

Cuando me soltó la cara, todo el aire abandonó mis pulmones de golpe.

Lo cual quedó bastante ridículo.

—G-gracias. —murmure.

Me gire otra vez y le pegue una nota adhesiva al vaso desechable.

—Toma. —Le di el café.

Y una vez más me rozó los dedos al coger lo.

Empezaba a creer que lo hacía a propósito porque sabía lo nerviosa que me ponía.

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