Capítulo XXXII

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Carlos

Carlos

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Un sueño hermoso y poco apreciado. ¡Cómo echaba de menos la cama! En el momento en que mi cabeza tocó la almohada, mi conciencia se sumió en un profundo sueño. No duró mucho, ni siquiera cinco minutos, cuando los primeros signos reveladores del despertar de Emica llegaron a mis oídos. Nunca había dormido profundamente. Desde que tuvimos un bebé, dormir era casi imposible.

Cinco días después, ya estaba listo para derrumbarme. Cerré los ojos con fuerza, deseando que Emica durmiera al menos otros treinta minutos. Sabía que en el momento en que ella se había dormido, yo también debería haberme dormido. Pero había tantas cosas que aún no había hecho. Contuve la respiración mientras esperaba otro segundo. Ella se calmó y finalmente exhalé.

El timbre me hizo saltar de la cama con un cuchillo. Eso fue todo. Mataría a quién demonios estuviera llamando. Me senté y miré fijamente el teléfono, esperando a que se aclarara mi visión borrosa. El nombre de Quincy apareció en la pantalla.

Por favor, dime que ha encontrado a Rebekah. Respondí el teléfono y, antes de que pudiera hacer la pregunta, Quincy ya estaba hablando.

—No, no la he encontrado.

—Qué lástima. Parece que ahora tendré que apuñalarte.

—¿Es tan malo es ser papá?

Sí. Me pellizqué el puente de la nariz. —¿Para qué me llamas?

No tenía paciencia para lidiar con Quincy ni con nadie más. Quería dormir y verga. Miré hacia el lado de la cama de Charles. Aún no había regresado.

—Te estaba llamando porque tengo más cosas para Emica.

—¿Qué cosas?

No es que necesitáramos nada más. El penthouse estaba actualmente invadido por popó de bebé. Agarré el monitor al oír a Emica inquieta. Estaba en su cuna nueva, solo una habitación más arriba. La había dejado dormir en nuestra habitación, pero la primera noche demostró que eso no funcionaría.

—Algunas prendas que compró Rebekah y un cochecito.

—Tenemos un cochecito nuevo, pero supongo que la ropa le vendrá bien. Vomita sobre todo. ¿Cómo puede algo tan pequeño causar tanto desorden?

—Vaya —dijo Quincy.

—¿Qué? —Me costó contener la irritación.

—Nunca pensé que te oiría hablar como un adulto.

—Que te jodan, Eres un molesto imbécil.

—Eso se parece más al Carlos que conozco. —Quincy se rió y yo estuve a punto de encontrarlo y dispararle. —Está bien, pero además de eso, encontré los documentos que me pediste. El certificado de nacimiento y todo.

[3] Say I Do: [ Charlos ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora