Capítulo XXIV

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Carlos

Había habido muchas veces en mi vida en las que me había sentido perdido y, en general, confundido

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Había habido muchas veces en mi vida en las que me había sentido perdido y, en general, confundido. En esas ocasiones, me rendí e ignoré el problema, fuera cual fuese. Ahora no tenía ese lujo. Miré a mi esposo mientras caminaba de un lado a otro con una caja de donas en la mano. Se las comía mientras seguía hablando por teléfono. No sería gran cosa si no fuera la segunda caja de esa mañana.

—Hey, ¿quieres pedir comida?

—No. —Charles tomó su tableta junto con otro pastelito de fresa. Tenía la nariz manchada de glaseado. Sería tierno si no estuviera tan preocupado.

—Te vas a enfermar. —No tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Él era un hombre adulto. Charles podía tomar la decisión que quisiera. Yo lo sabía, pero aun así, tenía la persistente sensación de que no debía dejarlo así.

—¿Quieres tener sexo? —Levanté el dobladillo de mi camisa, listo para ponerme a trabajar. El sexo siempre solucionaba los problemas.

—¿Hmm? —Charles levantó la cabeza y su mirada verde me recorrió antes de bajar la vista hacia su teléfono, que estaba vibrando.

Me quité la camisa y traté de ignorar la sensación de rechazo. Su trabajo se estaba volviendo más agitado.

—¿Necesitas ayuda?

Charles negó con la cabeza. —No, con los bocadillos basta. Gracias.

Observé la mesa de café: había pasteles, pudines, galletas y más cosas esparcidas por toda la superficie. Charles ya estaba haciendo mella en ella.

—Puedo ir a buscar más.

—Se lo diré a Alex.

No había nada que hacer. Me di cuenta de lo estresado que estaba Charles, tenía los hombros encogidos mientras devoraba otro pastelito. Pasó rápidamente a las galletas de azúcar. ¿Cómo demonios no se le estaban cayendo los dientes de la boca?

—¿Estás seguro que no puedo ayudarte?

El teléfono de Charles empezó a sonar de nuevo. Se lamió el pulgar y se dirigió hacia mí. Se me hizo un nudo en el estómago. Sucedía con más frecuencia que nunca. Las palabras extranjeras se posaban en la punta de mi lengua, ansiando que las dijera.

—No, te avisaré si eso cambia.

Lo siento, me sentí vacío y no fue suficiente. Le había causado más problemas a Charles de los que le había resuelto.

Se quedó allí un segundo con el teléfono sonando en la mano. Parecía que tenía algo que decirme, pero al final negó con la cabeza. Nuestros labios se encontraron en un beso casto que terminó antes de empezar de verdad.

—Voy a ir a tomar esto.

Asentí. —Voy a... —Hice un gesto desesperado a mi alrededor. No había nada que pudiera hacer. La única razón por la que no había sentido el peso de todo esto últimamente era por Charles.

[3] Say I Do: [ Charlos ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora