[3] Say I Do: [ Charlos ]

Capítulo XXVII

Charles

Andre se sentó frente a mí. Había hombres a cada lado. Dadas las circunstancias, no podía culparlo exactamente por las precauciones adicionales. Después de todo, yo había encubierto la muerte de su hermano. Tal vez él no lo supiera con seguridad, pero era demasiada coincidencia. En lo que a Andre respectaba, yo había hecho que mataran a Lee. O lo había hecho yo mismo.

—Sé que lo hiciste.

Se me hizo un nudo en el estómago. —¿Hacer qué?

Se burló. —Mi hermano no ha estado en casa en días. No es propio de él. Tiene esposa e hijos, gente que está esperando que regrese. ¿Pensabas que no lo extrañarían? Esto es imprudente y estúpido, Charles. Incluso para ti.

¿Qué carajo se supone que significa eso?

No había hecho nada más que tomar decisiones calculadas. A excepción de un error de juicio, que fue dejar que alguien se infiltrara en mi familia, mantuve las cosas cerca de mi pecho y traté de jugar bien mis cartas. ¿Qué demonios quería decir con eso?

Lo ignoré por ahora.

—Una vez más, no tengo idea de qué le pasó a tu hermano.

Eso era cierto. No había hecho preguntas y todavía no estaba totalmente seguro de lo que había sucedido. Solo quería la información que necesitaba para seguir adelante con la limpieza.

Andre entrecerró los ojos. —Eso es una tontería, pero no voy a discutir contigo. No tendría sentido. —Se inclinó hacia mi escritorio—. Sé que mataste a Lee. No voy a permitir que eso siga así. Ya he ido a los juzgados.

—Lo sé —le informé—. Dijeron que no había pruebas de que yo hubiera hecho nada.

—¡Me importa una mierda lo que hayan dicho! —espetó mientras se levantaba de un salto de su silla. Alex dio un paso adelante y sus ojos se posaron en él antes de volver a posarse en mí—. No voy a permitir que esto siga así. Tomaré medidas.

—No me amenaces, —dije con calma—. Sería un error.

—Me quitaste mi sangre. ¿Cómo reaccionarías si alguien le quitara la vida a uno de tus hermanos?

Me hirvió la sangre y me levanté de la silla. —Sal de aquí. Ahora mismo.

Andre me miró como si estuviera pensando en algo estúpido. Yo le devolví la mirada, listo para recibirlo. Se dio la vuelta y salió furioso de mi oficina, con sus hombres pisándole los talones. La puerta se cerró tras ellos. Lentamente, me hundí en mi asiento.

—Se pasó de la raya —gruñó Alex.

Hice un gesto con la mano. —No es correcto, pero no está mal. Si alguien alguna vez lastimara a uno de mis hermanos, lo haría pedazos con mis propias manos. —Negué con la cabeza—. Lo jodido del asunto es que entiendo exactamente por qué lo dice. Entiendo por qué está tan enojado. Tiene todo el derecho a estarlo.