Me gustan más las tardes por sordas que las mañanas inquietas; prefiero el azul y el rojo al naranja que sopla en el horizonte y siempre se cuela en el amanecer. Tengo un cierto interés por sentir tus piernas abrazando mi espalda más que tus brazos. A veces incumplo nuestras promesas de romance y traiciono mis intereses primarios por uno que otro destello que confirme por qué me gusta lo que me gusta. Soy un farsante de ocasiones, como la arena en los pies: delgadas y suaves agujas que seducen y resquebrajan su promesa de delicadeza. Así como las aves pierden su belleza cuando bajan por peces, o como la marea que altera las olas causando aterrorizando a las infancias, nuestras huellas también cambiarán al paso firme por la frontera desbordante del mar. Como todo esto, yo también traicionaré mis palabras con hechos; seré impaciente, taciturno o indulgente. Le daré la espalda a las cosas bellas y guardaré para mí todo lo que se escriba sobre ellas.