Jimin, dirigió a Olivia, una mirada desesperada. Ojalá Olivia pudiera estar a su lado durante aquel rito de inmolación. Pero era una ceremonia que sólo podían llevar a cabo mujeres o donceles que ya lo hubieran sufrido en su propia carne.
Jungkook se puso en pie y se volvió el blanco de todas las miradas. Él se llevó la mano de Jimin ,a los labios y, acto seguido, se hizo a un lado y lo entregó a sus tías. Los invitados sonrieron con una disimulada malicia, evidenciando en algunos muecas lascivas que rayaban en la impudicia.
El rostro de Jimin ardió de nuevo. Detestaba ser el centro de atención, por lo general, debido a alguna metedura de pata inoportuna o embarazosa, pero en este caso era muchísimo peor. Deseaba lo que estaba a punto de ocurrir, lo anhelaba con desconcertante urgencia, pero no soportaba imaginar las ideas que subyacían en aquellas muecas ebrias y lujuriosas.
Olivia sacó algo de su bolsillo y lo dejó con cuidado a la vista, sobre el blanco mantel, frente a su plato. Jimin lo miró. Era el anillo de amistad de Olivia, uno de los tres que Portia había hecho años atrás enroscando mechones de cabello en un aro. Jimin se llevó la mano al bolsillo de su traje y la cerró sobre su propio anillo. El terror desapareció. Le dedicó a Olivia una leve sonrisa y se dejó arrastrar por sus tías.
Estaba quieto en el centro del dormitorio de Jungkook. Nunca antes había entrado en esa habitación. Todo parecía sombrío e imponente: el sillón colocado frente al fuego, el cofre tallado al pie de la cama, el aparador de caoba contra la pared, el enorme armario con su gran llave de latón. Las cortinas de las ventanas eran de terciopelo rojo oscuro y colgaban de macizas barras de roble. El suelo, muy encerado, también era de oscuro roble y en él había desparramadas alfombras isabelinas bordadas.
Fijó la mirada, casi a regañadientes, en la mole de la cama tallada y en los tapices que colgaban de ella. Parecía muy alta , y observó el pequeño *escabel que sin duda habían puesto ahí para él; era poco probable que Jungkook lo necesitara. En la cabecera y el pie de la cama había tallado un revoltijo de lo que parecían ser serpientes y dragones. La colcha era de una suntuosa seda azul oscuro, Jimin palideció, se sintió empequeñecido.
*
—Venga, pequeño, deja de pensar en las musarañas —le riñó lady Morecombe al tiempo que le desabrochaba la chaqueta—. No es cuestión de hacer esperar a tu esposo.
Jimin temblaba y se acercó al fuego; su tía iba tras él agitando las manos e intentando terminar su tarea.
-¡Estate quieto, vamos!
Jimin se detuvo frente a las llamas y allí se quedó, inmóvil y mudo como un muñeco, mientras las dos mujeres se apresuraban y entregaban su ropa a la doncella que aguardaba lista para tomarla. Cuando estuvo desnudo, lo lavaron de pies a cabeza con un paño húmedo, pese a que se había bañado por la mañana, y lo secaron enérgicamente.
—Ahora enjuágate la boca con esta esencia de clavo —indicó una de las tías, y le entregó a Jimin una pequeña taza llena de un líquido marrón oscuro—. En el dormitorio, el aliento fresco es lo más importante. Procura recordarlo.
—Pero no esperes que tu esposo se acuerde —señaló lady Morecombe con aspereza. Su esposo era un célebre borrachín que fumaba en pipa y tenía debilidad por las cebollas en vinagre.
Aquellas palabras apabullaban a Jimin. Obediente, se enjuagó la boca y escupió en la palangana. A continuación, le pusieron por la cabeza el suave camisón blanco y se lo abotonaron por detrás.
—Te queda muy bien —dijo lady Barret. Eran las primeras pa- labras de aprobación que Jimin oía en todo el día—. Ahora vamos a peinarte.
Jimin se sentó en el cofre que había a los pies de la cama. Tras esto las tías se pusieron en pie, cada una a un lado, mientras la doncella le cepillaba el pelo castaño claro con movimientos fuertes y rítmicos hasta que se le onduló formando brillantes hebras.
—Ahora métete en la cama . —Las tías apartaron la colcha y ali- saron con las manos la sábana de debajo y las almohadas, sobre las cuales esparcieron ramitas de lavanda.
Jimin se subió a la cama con ayuda del escabel. Las tías le dijeron que se sentara contra las almohadas, alisaron la colcha sobre su cuerpo y le arreglaron el cabello detrás de las orejas para despejar sus facciones.
—Ya está, con eso bastará —proclamaron casi al unísono. Lady Morecombe se volvió hacia la doncella.
—Limpia todo eso, muchacha, rápido. Nosotras vamos a decirle a lord Jeon que su esposo está listo.
Tras una última inspección del sacrificio ritual que habían preparado, dejaron a Jimin solo, esperando.
***
Lord Park estaba entreteniendo a sus vecinos con un chiste especialmente obsceno cuando las tías regresaron a la gran sala. La expresión de Jungkook exhibía un aire de ligera repugnancia de la que no era consciente. Las ebrias carcajadas apagaban apagaban los más agradables sonidos provenientes de los juglares de la galería.
—Su esposo le aguarda, lord Jeon —anunció con solemnidad una de las tías.
—¡Al tajo!—bramó lord Park, apartando la silla con tanta fuerza que es estrelló contra el suelo.— Vamos, señores, acompañemos al novio a su fiesta.
La ocurrencia fue saludada con estridentes risas. La sonrisa de Jungkook fue apenas una un imperceptible temblor de labios que no alcanzó a sus ojos.
Lo rodearon y empujaron hacia las escaleras, con las copas de vino en alto, cantando y riendo mientras lo escoltaban hasta el tramo curvo del descansdillo.
Jimin oyó las festivas manifestaciones, las fuertes risas, las voces monocordes. Se hallaba sentado rígido en la cama, atacado por la aprensión y una extraña excitacion. Estaba a punto de desenredar la maraña de lascivos sueños que durante tantas semanas habían atormentado sus noches.
La puerta del dormitorio se abrió de golpe. Una multitud se agolpaba en la entrada. Jimin miró fijamente, conmocionado y horrorizado, el borroso contorno de rostros enrojecidos y brillantes. Sentado sobre la alta y enorme cama, se sentía desnudo, como si estuviera atrapado en el cepo del prado comunal del pueblo.
* Chicas ésta semana será difícil que publiqué debido a que tuvimos un temporal de viento y estoy sin energía eléctrica y sin señal. La próxima semana seguiré con la historia, a menos que se solucione antes el problema. ❤️
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Heredando Marido
Historical FictionDurante cuatro años, el Marqués Jeon Jungkook había sido para Jimin un hombre más: el poco interesante y algo intimidador esposo de su hermana mayor. Cuando ésta murió, Jimin parecía un sustituto razonable por su condición de doncel. Su forzado comp...