Capítulo 10

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No está bien que mi esposo ande por ahí como un espantapájaros que ha estado plantado en el campo demasiado tiempo —declaró él, tajante. Con el pulgar le quitó una mancha de barro de la mejilla.

—¿Cree que está bien que en sus fincas haya arrendatarios necesitados, señor? —Los ojos azules de Jimin desprendían un agresivo centelleo—. Si encuentra a otra persona que los ayude, intentaré acostumbrarme a quedarme en casa cosiendo primorosos bordados.

—Semejante tono es indigno de ti —señaló Jungkook, mirándolo enojado.

Jimin respiró hondo.

—En ese caso, discúlpeme, mi señor. Pero yo más bien diría que es indigno de un propietario pasar por alto los aprietos en
que se encuentran sus arrendatarios. —Le hizo una reverencia y abandonó el patio a toda prisa.

¡Maldito impertinente! Jungkook miró la silueta de su esposo en retirada. Se le había soltado el dobladillo del abrigo, que iba arrastrando por las piedras cubiertas de barro, recogiendo briznas sueltas de paja y otras desagradables basuras corrientes en los patios de los establos.

—Excuseme, mi señor. —Las abiertas vocales del acento propio de Yorkshire de Giles Crampton hicieron que Jungkook se volviera—. ¿Sucede algo, mi señor? —El lugarteniente del marqués miraba receloso.

—¿Cuál es la situación en el pueblo, la de los arrendatarios en
general? —inquirió Jungkook de repente.

Giles reflexionó un poco sobre la pregunta, pero no estaba muy seguro de a qué situación se retería exactamente.

—Supongo que más o menos la de siempre —respondió al fin.

—Sí, pero ¿qué significa «la de siempre»? —El tono de Jungkook revelaba impaciencia—. ¿Hay algún infortunio en concreto del que tengas noticia?

-Oh, en cuanto a eso, lo de siempre, señor. —Giles se encogio de hombros—. Las mujeres tienen que arreglárselas lo mejor que pueden. En los tiempos que corren, poco pueden ayudar los hombres.

—¿Hasta qué punto es grave? — Jungkook miraba hacia la lejanía,
por encima de la cabeza de su lugarteniente; Giles medía una media cabeza menos que su señor.

—Supongo que es peor para los ancianos y las mujeres con niños pequeños.

Jungkook se apretó la nuca con la mano, y su frente se vio surcada por profundas arrugas.

—¿Por qué no he sido informado?

Giles parecía desconcertado.

—¿Estaba interesado en ello, señor? —No lo había estado, por
supuesto.

—Lo estoy ahora —espetó Jungkook secamente—. Envía algunos hombres al pueblo a averiguar cómo se puede ayudara esas mujeres en las labores del campo y cosas de este tipo.

—Muy bien, señor. —Giles se llevó la mano al sombrero a modo de saludo. Mientras se volvía miró hacia atrás y dijo como de pasada—: Pensábamos acudir pronto al asedio de Basing House, así que, ¿iremos, señor?

El marqués captó el doble sentido de la pregunta. Giles Crampton no creía que las labores agrícolas resultaran idóneas para sus bien preparadas y disciplinadas tropas. Durante las cuatro semanas transcurridas desde la boda, Jungkook había estado ocioso, y reparó en que ya era hora de dar por terminada la luna de miel.

Saldremos por la mañana. Di tan sólo a los hombres que hagan hoy lo que puedan —dijo Jungkook, y recibió como premio una radiante sonrisa.

—Sí, mi señor. Lo dispondré todo enseguida.

Heredando Marido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora