Capítulo 25

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Jungkook se quedó muy quieto, sin tocarlo. Quería ver qué hacía
él.

Jimin parecía algo desconcertado ante la falta de indicios. Vacilaba. De pronto, casi en un impulso, sus manos fueron hasta la
cintura de él, a los botones del pantalón. Presionó con la mano la dura protuberancia en el vértice de los muslos, notando cómo se animaba bajo el exquisito terciopelo oscuro. Miraba de frente a Jungkook, y éste lo contemplaba, los ojos resplandeciendo con una luz casi depredadora que excitó a Jimin sobremanera, acelerando los la-
tidos de su bajo vientre y presionándole el estómago.

Bajó los ojos poco a poco y le desabrochó el pantalón, un
boton tras otro. Luego deslizó las manos sobre la descubierta cintura para aferrar las delgadas caderas antes de descender por detrás, por las tensas estribaciones musculares de las nalgas. Su respiración era rápida, las manos obraban como si no recibieran instrucciones
del cerebro. Le quitó despacio los pantalones y los calzoncillos tirando de ellos hacia abajo y cayendo de rodillas casi en el mismo movimiento.

De  la mata de vello negro y rizado sobresalía la turgente verga.

Jimin colocó las palmas de sus manos en las caderas de él y recostó la cara contra su vientre. El tosco aroma de la excitación de Jungkook le saturó las ventanillas de la nariz y sus sentidos zozobraron.
Lamió la columna de pelo negro que le bajaba a Jungkook desde el ombligo, gozando del leve sonido de la lengua mientras el sabor se mezclaba con la fragancia. Pasó la mano por entre sus muslos para asir las delicadas esferas. Tanteó su peso, la suavidad de la piel tirante.

Recorrió con la mano la carnosa verga, encerrándola entre sus
dedos, sintiendo el pulso de la sangre. Sacó la lengua para lamer las gotas arracimadas en la hinchada y oscura punta. El sabor salado lo extasió. Después la tomó en la boca, recorriendo con los labios toda la extensión del miembro al tiempo que las manos seguían acariciando los muslos.

Jungkook estaba perplejo. Había disfrutado de placeres parecidos
con mujeres para quienes el sexo era tanto una diversión como una mercancía. Pero aquél muchacho, con su astuto estilo, era distinto de cualquier otra que él hubiera conocido. En su instintiva destreza, en el inequívoco deleite con que le proporcionaba placer se
apreciaba una paradójica inocencia. Cuando Jimin alzó la vista para mirarlo, sus ojos azules destellaban a causa de la excitación, con las mejillas arreboladas y los labios separados a modo de irresistible invitación.

Jungkook estaba llegando al punto culminante y entonces, con un movimiento repentino, le tomó la cabeza y le separó la boca de él.

—Esto lo compartirás conmigo —espetó con voz desapacible,
fruto del esfuerzo por reprimirse. Se agachó, lo tomó en brazos y lo llevó de nuevo a la cama.

Jimin se retorcía, su cuerpo entero bañado en necesidad. Sentía las ásperas manos de Jungkook en los muslos cuando él le subió el faldón de la camisa.
Después lo tomó por los tobillos y le levantó las piernas para
apoyarlos en sus hombros, quedando arrodillado entre los muslos de Jimin. Su mirada era intensa mientras lo penetraba.

Jungkook se inclinó sobre él, le sacó la camisa por los hombros y
le tocó los pezones. Él gemía mientras Jungkook jugueteaba con ellos. Los correosos músculos del cuello se le marcaban, intentaba mantenerse al borde de la culminación todo el tiempo posible. Por fin cuando ya no pudo esperar más, bajó las manos por detrás de los muslos de Jimin, le agarró las nalgas con sus fuertes dedos y se lo acercó más. Los ojos de él se abrieron de golpe, preso del asombro. A continuación arqueó la espalda y su cuerpo se convulsionó en torno a Jungkook.

Éste cayó hacia adelante dejando escapar un gemido, apretándolo contra él, hundiendo la boca en la suavidad de la garganta de Jimin, que se estremecía bajo
su cuerpo.

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