Capítulo 32

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Le puso la mano en la parte más estrecha de la espalda y al llegar a la puerta principal de la casa lo hizo pasar delante de él.

El hombre que estaba de guardia se puso firme y les franqueó el paso. Jimin se vio en el luminoso salón embaldosado que ocupaba toda la planta baja del edificio. Estaba lleno de hombres, muchos de los cuales se hallaban sentados en bancos, frente a una larga mesa de tablas situada en el centro, cubierta por grandes bandejas de carne humeante y jarras de vino revestidas de cuero.

—¡Jungkook! —bramó alguien desde un extremo de la mesa— ¡Bienvenido, amigo! No te esperábamos. —Un tipo alto retiró el banco, se puso en pie y se les acercó sin soltar la jarra de cerveza.

—Mi caballo ha resultado herido tras tropezar con unos desertores, y temía que nos sorprendiera la noche. —Jungkook estrechó la mano del hombre— Nos cobijaremos aquí hasta mañana, Oliver. —Se volvió hacia Jimin, que se estaba desabrochando la capa— Jimin, el general Cromwell, Oliver, te presento a mi esposo.

Jimin  hizo una reverencia. Así que aquél era Oliver Cromwell... Iba mal vestido, pensó él, con un traje muy sencillo de corte y tela vulgares. Llevaba la camisa sucia y en la banda del cuello había pequeñas manchas de sangre.

—Lord Park de Granville, le doy la bienvenida—dijo con una breve reverencia.

Tenía la voz áspera y el semblante rojizo, que a Jimin le pareció hinchado. Se preguntó si se debería a la bebida. Al lado de Jungkook, desde luego no causaba una impresión demasiado buena. Se quitó el sombrero y permaneció de pie un tanto incómodo, sin saber qué hacer.

—No estamos preparados para recibir como es debido a un marqués —prosiguió el general—, pero venga a la mesa. Seguro que querrá cenar.

—Sí, estamos hambrientos.—Jungkook tomó la capa y el sombrero de Jimin y los arrojó a un banco cerca del fuego. Acto seguido le instó a que se acercaran a la mesa.—Caballeros, les presento a mi esposo. —Cuando llegaron lo colocó delante de él. Todos los hombres allí congregados se levantaron ligeramente de sus bancos y saludaron a Jimin, que les correspondió con una tímida reverencia.

—Siéntese, lord Park. —Un caballero de cuidado aspecto, de más edad que el resto y vestido con un impecable estilo, acercó un taburete y lo colocó en una esquina de la mesa—. Tendrá que excusar nuestros toscos modales, pero esto es un campamento militar y no estamos habituados a recibir tan agradables visitas.—Sonrió y señaló el taburete.

—Es el general lord Fairfax—dijo Jungkook—. Siéntate, Jimin. Cuando hayas acabado de cenar, buscaré algún sitio donde puedas dormir.

Con gran alarma de Jimin, tan pronto le llevaron un plato con cochinillo asado, un montón de patatas cocidas con mantequilla, un trozo de pan de trigo y una copa de peltre llena de vino, Jungkook se alejó de él. Tomó asiento en uno de los bancos largos, a cierta distancia, y enseguida se enfrascó en una conversación. Después ya nadie hizo el menor caso de Jimin.

Él comía y escuchaba el murmullo de voces, las esporádicas carcajadas. Se sentía desatendido y, a la vez, claramente desplazado.

Ahora entendía por qué Jungkook se había mostrado reticente a llevarlo allí. Aun así, lamentaba que lo hubiese dejado solo .

Jungkook le echaba breves vistazos de vez en cuando, aliviado al comprobar que, por una vez, Jimin se estaba comportando con total corrección, comiendo en silencio y tratando de no llamar la atención.

Los hombres sentados a la mesa lo ignoraban amablemente, haciéndose cargo de lo incómodo que debía de sentirse. El principal problema sería dónde dormiría. Jungkook frunció el ceño y se sirvió más sopa de verduras en el cuenco.

Heredando Marido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora