Capítulo 17

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Los hijos de Rufus Decatur se inclinaron ante Jungkook al cruzar el salón.

—¿Dónde está Portia? ¿Sabe dónde ha ido? —vociferaron a coro.

—No tengo la menor idea. ¿Cuándo la viste por última vez? —Los miró con una vaga sonrisa, pensando que pese a su ingobernable desaliño, eran un atractivo par de pillos.

—Oh, hace siglos —le informó Luke—. Salió con Jimin y Olivia a caballo y dijo que regresaría pronto. Pero aún no ha llegado.

—¿A caballo? ¿Montadas a caballo? ¿Jimin se subió voluntariamente a un caballo? —Jungkook  arqueó las cejas —¿Dijeron dónde iban?

—No se nos ocurrió preguntarlo —respondió Toby meneando la cabeza.

—Bueno, no habrán ido demasiado lejos. —Jungkook  miró por la ventana que había junto la puerta principal. Caía la tarde—. Pregúntare en los establos si le dijeron a alguien dónde iban.

Se dirigió a la puerta, los dos niños siguiéndole al trote de cerca. Juno por delante, moviéndose a saltos, animosa.

—Nosotros también vamos —comunicó Toby.

Llegaron a los establos justo cuando el pequeño desfile entraba al trote. Jungkook comprobó satisfecho que los tres hombres de Decatur que los acompañaban iban bien armados, pero se preguntó por qué no habían elegido una escolta formada por hombres suyos.

—¿Dónde han estado? —preguntaron los niños con ansia.

Jimin iba aferrado a la cintura de Portia, y cuando ésta desmontó, dejó escapar un débil chillido de espanto y se agarró a la perilla.

—Portia, ¡no me dejes aquí arriba! ¡Esta bestia me llevará!

—No seas ridículo, Jimin —lo regañó Jungkook, que alargó la mano para soltarlo de su asidero.

Jimin lo hizo al instante y se echó en sus brazos, tan de súbito que él trastabilló hacia atrás para luego recuperar el equilibrio.

—Oh, gracias por agarrarme —dijo él.

—No tenía demasiadas opciones —observó Jungkook, consciente de los brazos que le ceñían el cuello y del acelerado aliento de su esposo que sentía, como un susurro, en la mejilla.

Lo dejó en el suelo, aunque por  un momento mantuvo una mano en su hombro.

Lo miró con un destello burlón en los ojos.

Jungkook estaba lo bastante cerca de Jimin para ver las pequeñas arrugas en torno a sus ojos, y Jimin podía oler el cuero y el humo en la piel de lord Jeon de Granville.

Portia habló alegremente sobreponiéndose a los agitados ladridos de Juno y al insistente vocerío de los pequeños.

—Yo quería visitar algunos de los pueblos circundantes, señor.
No conocía esta parte del mundo, y en cuanto dejó de llover me pareció una buena ocasión.

Los hombres de Decatur no iban a contradecirla. Jungkook separó
La mano del hombro de Jimin y empezó a alejarse.

—¿Cuánto tiempo vas a quedarte, mi señor? —Jimin recuperó la voz. Él se detuvo y lo miró.

—Algún tiempo —respondió—. Ahora que Basing House se ha
rendido, estaré una temporada trabajando con Cromwell en el cuartel general. Las próximas semanas no hará falta que pase tanto tiempo fuera de casa.

El corazón de Jimin dio un brinco. Ahora nada le impedía poner en práctica los consejos de Portia. Sus ojos volaron al paquete sujeto todavía a la silla de su amiga.

Heredando Marido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora