Entonces Jungkook se volvió hacia la multitud y, de un fuerte empujón con ambos brazos, cerró la puerta de golpe en las narices de los integrantes del tumulto. Después echó el cerrojo escuchando las intensas protestas al otro lado de la puerta de roble macizo . Esperó con los brazos extendidos, las manos firmementes plantadas en el marco. Por fin, el ruido cesó y las obscenidades fueron desvaneciéndose a medida que los invitados regresaban a la planta de abajo, a las botellas.
-Por alguna razón, en las bodas los hombres se convierten en
animales -señaló, acercándose a la cama.Miró a Jimin de manera penetrante. Si él estaba asustado y tenso, el asunto iba a resultar difícil y angustioso.
Su primera esposa, la madre de Thomas Chapman, era viuda, y la noche de bodas había sido memorable sobre todo debido a la inexperiencia de él. A los diecisiete años, había mantenido pocas relaciones sexuales, y todas habían sido fugaces combates de los que había extraído un breve estallido de satisfacción. No tenía ni idea de cómo complacer a alguien.
En las siguientes noches de boda, la madre de Olivia y después Diana habían sido vírgenes. Ambas noches habían reportado a una y otra poco placer: él había intentado satisfacerlas sin éxito. La madre de Olivia, Nan, trataba de ocultar su aversión al lecho conyugal. Su matrimonio había estado marcado por el afecto, pero Nan jamás gozó de las ávidas luchas sexuales cuerpo a cuerpo. Diana ni siquiera lo intentó nunca. Se limitaba a cumplir con su obligación.
Parecía que a la especie reproductora, mujer o doncel, las que se unían en matrimonio, no les gustaba el sexo, y Jungkook no esperaba las respuestas desinhibidas de las que disfrutaba, de vez en cuando, con mujeres para quienes el sexo intenso era tanto un placer como una profesión. Había aprendido a no perder el tiempo.
Se volvió y se apresuró en descalzarse con el sacabotas.
Jimin recibió la primera decepción. Jungkook no le había dicho nada. Sólo lo había mirado de una forma más bien fría y reflexiva, como si lo estuviera calibrando con la vista.
Él observó como se quitaba el jubón verde esmeralda y lo arrojaba descuidadamente a una silla. No llevaba espada, sólo un pequeño puñal envuelto al cinto, que se desabrochó y tiró también sobre la silla. Sus largos y holgados pantalones, del mismo terciopelo que el jubón, estaban sujetos bajo la rodilla por grandes cintas negras. Observó como se los desabotonaba por la cintura, inclinándose para deshacer los lazos, y se los bajaba desprendiéndose de ellos con un ágil movimiento.
Jimin contuvo la respiración. Él le echó un vistazo mientras se erguía, luciendo los calzones hasta la rodilla, las medias y su blanca blusa de seda con las mangas llenas de encajes en los puños. Jimin fijó la mirada en la garganta de Jungkook, en los latidos que en ella percutían. Era consciente de la extensión de su pecho bajo la fina seda. Bajó los ojos con timidez hasta las caderas, al evidente bulto bajo los calzones. Se mordió el labio.
Jungkook se movió con rapidez y apagó las velas. La estancia quedó a oscuras, iluminada sólo por el fuego de la chimenea. A continuación, se despojó del resto de la ropa. Mientras se acercaba a la cama, su cuerpo parecía envuelto en sombras. Alargó el brazo y corrió bien los tapices que colgaban del dosel para que en el espacio cerrado no se colara luz por ningún resquicio.
El grueso colchón de plumas cedió a su peso. En la oscuridad, Jimin no distinguía nada. Deseaba verlo. Había querido saber cómo era él sin ropa. Sin embargo, al parecer ese tipo de acoplamientos tenían lugar en la oscuridad.
De todos modos, al rato ya lo notó encima. Sentía el calor que emanaba de su cuerpo. Cuando se arrodilló sobre él, Jimin apreció la oscura silueta que se recortaba en las sombras. Quería tocarlo. Indeciso, alzó la mano y la colocó en su pecho.
Jungkook ni siquiera percibió la nerviosa caricia.
-Pronto acabará -musitó-. No quiero hacerte daño, pero la primera vez es inevitable. Quédate quieto y procura relajarte.
Jungkook no quería que él lo tocara. Y no quería tocarlo salvo si era del todo imprescindible; pues eso, sin duda, no estaba bien. ¡No podía ser! Jimin se sintió confuso y aturdido cuando él le separó las piernas.
El agudo dolor de la penetración lo hizo gritar. El le habló en susurros, prometiéndole que acabaría enseguida. Se movió una o dos veces dentro de él, y después se retiró con un claro y evidente suspiro de alivio. Se apartó y todo quedó en silencio .
¡Ya había pasado! Jimin permanecía inmóvil , conmocionado y consternado. Así que eso era todo... Eso era el acontecimiento que él había estado imaginando, sobre el que había fantaseado, que había temido y deseado. ¡Sólo ese meter y sacar y después... nada! No debería ser así. ¿Sería que él, el hombre que había tenido a Diana en su cama, lo había encontrado tan poco atractivo, tan poco agraciado, que no podía soportar la idea de pasar con él más segundos de los necesarios? En cuanto él se quedara embarazado, no haría ni siquiera eso.
Se mantuvo rígido bajo el chaparrón de frustración y atropello. Él no era Diana, pero tenía mucho que dar, ¡mucho más de lo su hermana había ofrecido jamás a nadie! Pero él estaba ciego a lo que había más allá de lo aparente.
Jungkook yacía al lado de la tiesa figura sintiéndose como un ani- mal. Percibía el ultraje en el silencio de Jimin. Como era patente, el acto lo había indignado. ¿Nadie lo había preparado? Se sentía como si lo hubiera forzado, violado, aunque en el lecho conyugal esa idea resultara ridícula.
En la oscuridad, sus labios apretados trazaban una fina línea. Ya había acabado todo. Y de aquella unión, por repulsiva que fuera para ambos, saldría un hijo varón. En cuanto lo consiguiera, dejaría tranquilo a su esposo.
Jungkook creía que él dormía. Ya no parecía estar rígido y su respiración se había hecho más profunda. Hacía casi dos años que no compartía el lecho con alguien. Antes de morir, Diana había estado enferma durante muchos meses. Por paradójico que sonara, teniendo en cuenta las circunstancias, se encontró muy a gusto con un cuerpo cálido tan cerca de él.
Se durmió arrullado por el murmullo del jolgorio de abajo que prosiguió hasta bien entrada la noche.
Cuando Jimin se despertó por la mañana, estaba solo en la enorme cama. Y, cuando bajó, no vio rastro de su marido ni señal alguna, en la silenciosa y ordenada casa, que demostrara que el día anterior se había celebrado su boda.
Incluso su padre se había marchado sin una palabra de despedida. Otra vez de regreso a los asuntos de la guerra, contento de dejar a su hijo doncel a cargo de su esposo... en más de un sentido, pensó Jimin con amargura. Ya no correría con los gastos de su hijo.
*Muchas gracias por la paciencia, espero no tener más contiempos.❤️
ESTÁS LEYENDO
Heredando Marido
Historical FictionDurante cuatro años, el Marqués Jeon Jungkook había sido para Jimin un hombre más: el poco interesante y algo intimidador esposo de su hermana mayor. Cuando ésta murió, Jimin parecía un sustituto razonable por su condición de doncel. Su forzado comp...