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3 meses después.

–Ella es mi mamá y él es mi papá.

–Un gusto conocerlos –. Saludó Ryan, haciendo una reverencia con la cabeza.

Era una tarde soleado cuando ellos estaban en el cementerio. Los dos estaban parados frente a las lápidas con los nombres de los padre de ella.

Emanuel Santiago Cullen.
Ludmila Abigail Suárez.

Ella sonrió y puso sus manos detrás de su espalda, cálidos recuerdos venían a su mente, cada momento junto a sus padres hasta el nacimiento de su hermano.

–¿Qué les pasó? –. Preguntó Ryan, ladeó su cabeza ligeramente y mantuvo su vista en los nombres de los adultos.

–Un accidente –. Contestó, recordando aquella noche dónde sus padres jamás volvieron–. Ellos eran enfermeros, se conocieran en la universidad –. Sonrió con calidez–. Mi hermano nació dos meses antes de que ellos tuvieran el accidente en la ambulancia. Tuvieron que ir para atender pacientes hipertenso con un situación demasiado grave, pero la ambulancia jamás llegó al hospital, entonces dijeron la noticia de su accidente.

–¿Cuántos años tenías cuando ocurrió?

–Ocho.

–Eras muy pequeña –. Murmuró, volviendo su mirada hacia ella–. Siento mucho lo de tus padres.

–Con el tiempo aprendes a valorar lo mucho que significa tenerlos a tu lado –. Contestó sin borra su sonrisa.

–Ven conmigo.

Él golpeó suavemente el brazo de ella y comenzó a alejarse. Ella lo miró irse lentamente y luego volteó la cabeza hacia la lápida de sus padres, llevó su mano a su boca y tiró un beso. Luego ella lo siguió y caminaron hasta otra lápida, más oscura y más vieja.  Ryan metió sus manos en sus bolsillos del jean y sonrió observando la tumba. Ella observó la lápida y luego lo miró.

Andrés Victor Márquez.

–¿Quién es? –. Preguntó, haciendo que él volteara a verla.

–Cuando mis padres nos dejaron a mi y a Dylan, nos enviaron a un internado, ahí trabajaba Andrés –. Comenzó a explicar–. Él siempre fue un poco tosco, pero de alguna forma, siempre se comportaba de forma diferente conmigo. Me cuidó, me educó, y me hizo entender que aún tenía algo por lo que vivir. Y cuando cumplí los quince años, comencé a aprender hackeo. Andrés me descubrió una noche y me siguió enseñando.

–Asi que por eso saber hackear –. Mencionó sonriendo una vez que entendió la situación.

–Claro –. Él sonrió y miró la lápida–. Quizás no tenía a mis padres, pero ese hombre me enseñó lo bueno de la vida.

–Mm. Supongo que a ambos nos tocaron personas buenas para que nos cuiden.

–¿Por qué lo dices?

–Marcus fue así conmigo –. Recordó–. Cuando él se enteró del accidente de mis padres, me ayudó y me enseñó como debía cuidar a Matteo. Gracias a él pude seguir adelante y no rendirme.

–Supongo que tienes razón.

Victoria miró la lápida y sonrió.

El Hacker: Código de Rescate ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora