❝𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨.𝟏𝟔. 𝐁𝐈𝐆 𝐇𝐄𝐑𝐎: 𝐒𝐎𝐒❞

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Las chicas solo quieren diversión; es todo lo que quieren cuando solo quieren estar de sol a sol viviendo con diversión. Pero la secundaria no solía ser fácil. Los padres a menudo te daban una idea muy pintada de los distintos de lo que realmente llegaba ser, diciendo cosas como: "Tendrás muchos amigos, no olvides ser tu misma, demuéstrales lo que eres capaz".  Estas eran más fantasías que realidades, y Joy lo sabía perfectamente.

Para ella, la gloriosa secundaria se vivía de muchas maneras, era un conjunto de etiquetas claramente y coherentemente como emocionales: Aburrimiento, tristeza, furia, ansiedad, nostalgia, temor, envidia y vergüenza. Así es como se vivía, su día a día. Así es como lucía todo a su alrededor, porque, lamentablemente, no puedes tapar el sol con un dedo. 

Es cierto, las chicas necesitaban diversión, aunque a mendo muchas se escondían detrás de capas de maquilla y pensamientos críticos que no llegaban más a ellos a lo destructivo. Joy por otro lado, prefería la simplicidad: Un brillo de labios color melocotón, un poco de sombra brillante en sus parpados, un vestido verdoso con estampados de estrellas, y con sus viejos compañeros confiables de viaje tenis blancos. Sus pulseras de perlas de colores de fantasía. Y una mochila llena de pines de sus equipos de Hockey favoritos, caricaturas, series decorada con un plumón permanente de amarillo y azul que marcaba estrellas tanto pequeñas como grandes, sin olvidar que dentro de ella ponía los nombres más importantes. 

Ser nueva en la escuela y convertirse en el centro de atención no era para nada sencillo. Las preguntas de sus compañeros curiosos podían agotar su paciencia, aunque siempre intentaba fingir una sonrisa ante todos. Incluso soportando a quienes solían dar comentarios a su apariencia. Cabellos rubios alargados que a veces quería cortar en colera. 

Durante las clases, Joy se esforzaba por reducirse a prestar atención y mantenerse quieta, incluso aun cuando su postura se encorvada. Su columna pedía a gritos en tener un respiro por la forma de camarón en la que terminaba por estar sentada, resistiendo minuto tras minuto y que aquello se acumulara como una molestia, si se paraba terminaría por ser reprendida, ante su atrevimiento o ser el centro de atención y que terminara de contestar el libro entero de historia antes agradecía porque no fuera matemáticas, porque parecía ser que la maestra amaba por siempre, siempre ser a quien le preguntaba cómo se respondía aquellos cuestionados buscando las soluciones. La campana era su aliada.

 Tenía que aguantar hasta que el sonido de aquella chichara de la campana sonara marcando lo más importante para alguien de secundaria: 

Una para la hora del almuerzo y otra para la salida en que todos dejaran las instalaciones de la escuela. Las demás solo indicaban el cambio de clases, y era necesario moverse rápidamente al otro extremo de la escuela. Si no eras lo suficiente ágil para moverte con rapidez, te quedabas atrapado en el tráfico de adolescentes en pleno apogeo o estarías en una situación bochornosa entre parejas acarameladas, en la urgía del calor del momento buscándose entre manos inquietas entre sus cuerpos o incluso encontrar su casillero 
 bloqueado por parejas acarameladas en que sus labios se encontraban con labios ajenos. Estas situaciones le causaban cierta repulsión, aunque también era una adolescente, a veces no lograba comprender ciertas cosas, solo podía contar con sus dos amigos, dos extrovertidos para navegar las aguas turbulentas de la secundaria. 

McQueen e Hiro, dos chicos que parecían estar sumergidos entre el agua y el aceite, pero ambos se complementan cuando se trataban de apuestas donde salían beneficiados. 

Esta era la vida que llevaba desde que se mudó a San Francisco, su realidad ya no era una pista de patinaje, una máquina de coser o jugar por horas. De la escuela, iba directo a la cafetería para trabajar durante horas hasta finalizar el día. La noche era para las tareas y el estudio, y las madrugadas, para descansar. Al escuchar el despertador cada mañana, continuaba con la rutina del día a día. Esa la vida de Joy desde que se mudó a esa gran casa. 

Lo único que mantenía que tuviera los pies en la tierra era cuando podía patinar con la libertad, sin ser vista, cuando tenía llamados en la escuela para ir a clases de ballet, se deslizaba de un lado a otro, dando vueltas, girando, siendo levantada, estar de puntillas, viéndose en el espejo sin perderse entre su mirada. 

Rewrite The "STARS"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora