Capitulo.8. ❝𝐇𝐮𝐦𝐚𝐧❞

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Alguna vez, ¿has visto cómo las estrellas son reescritas? Cuando una estrella muere, tarda en reflejarse en la Tierra, pues seguirá brillando hacia nosotros, aunque su luz en el universo esté extinta. Aunque ya no brille a su alrededor, continuará iluminando a un universo que la admira y anhela conocerla. Esos eran los pensamientos que definían al joven Anger, quien siempre observaba a una chica rubia que reía mientras tomaba un libro. A pesar de que le pedían callar, una sonrisa baja se podía escuchar era como el tintineo de un hada, algo raro para los pensamientos de alguien que estaba de mal humor, pero él las identificaba como melodías para sus oídos o la suabe golpeteos que da el mar a las orillas de la tierra eso lo relajaba a mas no poder evitando escuchar la voz molesta de su padre retumbar sus tímpanos. Pero la voz de la chica rubia nunca lo hacía; era todo lo contrario. Era como si las hadas madrinas de la Bella Durmiente la hubieran bendecido con el don de la belleza, una voz melodiosa, y el poder de hacer el bien, de manera que la gente la amara, le tuviera cariño y siempre la viera feliz, alegre. Algo estaba claro: él también le guardaba un cariño que no podía identificar y eso que ni la conocía solo con la simple vista, bajo de un libro que oculta la mitad de su mirada. 

Cada vez que sus recuerdos lo transportaban aquellos recuerdos del pasado donde pudo experimentar una vez esas alegrías un rubor carmesí reflejaban el sentir de su corazón latiente, junto el torbellino de las emociones revoletear, pensaba que las cosas una vez dicha por sus hermanas eran solo un cuento mal escrito que solían hacer películas teniendo su final feliz, pero en un mundo real nada de eso sería real, hasta ahora que lo comprobaba. Como joven enamorado cual no sabía reconocer quien era esa chica de tras de sus pensamientos que grabada en su memoria aun recorriendo los pasillos para ver los ojos de estrellas que admiraba. 

Por más que recorriera los pasillos de la universidad, siempre buscaba esos ojos que brillaban como fuegos artificiales. Miraba a su alrededor, tratando de encontrar esa mirada especial, pero parecía un torpe topo sin dirección. Entonces, un día, mientras caminaba distraído, chocó con una alta rubia. Sus pupilas se dilataron y su corazón se aceleró. Intentando no hacer el ridículo, murmuró un tímido "Lo siento" antes de huir rápidamente, refugiándose tras la pila de libros que había acumulado en la biblioteca de la universidad.

Merlín, el sabio maestro de literatura que le daba clases privadas, sugirió que intentara escribir poesía. Le contó cómo Arturo había conquistado a una coqueta chica con sus versos, haciendo que se derritiera cada vez que lo veía. Anger negó con la cabeza; no quería usar las palabras para conquistar a nadie bueno si, no quería un amor tan intenso como la chica pelirroja que no soltaba Arturo cada que lo veía y estaban de coquetos. Claro que no, él quería algo más que eso. Solo anhelaba escuchar esas risas que llenaban su corazón y envolvían sus oídos con una melodiosa voz, anunciando la llegada de la primavera.

Sentado en una mesa de la biblioteca, intentaba concentrarse en sus estudios, pero su mente no dejaba de divagar hacia esa alta rubia. Los recuerdos de sus encuentros en los pasillos, de sus torpes intentos de evitar el contacto visual, y de la sensación de su corazón latiendo desbocado cada vez que estaba cerca de ella, lo mantenían distraído, libros y más libros con montones de información que después se almacenarían en el interior de su cabeza como si fuera una biblioteca infinita.  Pero alejando esos pensamientos, pero había algo en ella, algo que lo hacía sentir conectado de una manera que no podía explicar. Su risa, su alegría, su capacidad para iluminar el día de los demás, todo era un misterio que lo atraía irremediablemente y eso lo estaba irritando que dejo de prestar atención a todo a su alrededor.

 Su risa, su alegría, su capacidad para iluminar el día de los demás, todo era un misterio que lo atraía irremediablemente y eso lo estaba irritando que dejo de prestar atención a todo a su alrededor

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