capítulo 11.

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Lucia

Sábado 11 de abril 2023

–Tu papá está llegando –dice mi madre mientras prepara el desayuno, su tono intentando ser casual pero con una pizca de tensión.

–Top cosas que me arruinan la mañana –murmuro, agarrando una manzana del frutero.

–Lo que va a ser una semana con él –añade, masajeándome suavemente la sien para aliviar mi tensión.

–¿Se va a quedar acá? –pregunto, con un leve tono de alarma.

–No sé, creo que se queda hoy y mañana se va a un hotel –responde, y noto el alivio en su voz.

–Gracias, Dios –digo, levantando las manos en señal de agradecimiento. Luego, recuerdo algo importante y me acerco para abrazarla–. Ah, má, me olvidé de avisarte.

–¿Qué quieres? –pregunta, sabiendo perfectamente que tengo una petición.

–Hoy tengo una... cita –digo bajito, casi susurrando.

–¿¡Qué!? ¿¡Quién?! –exclama, abriendo los ojos de par en par.

–Con... una chica –respondo, sintiendo el calor subir a mis mejillas.

–¿Qué chica? –pregunta, sonriendo con una mezcla de curiosidad y entusiasmo.

–Una... –digo, sonriendo y poniéndome roja.

–Bueno, cuidadito –dice, su tono suave pero con un toque de advertencia.

La mañana continúa con una mezcla de emoción y nerviosismo. Intento no pensar demasiado en la llegada de mi padre y concentrarme en la cita que tengo con Silvana.

–¿¡Llegó?! – Lía baja corriendo hasta la cocina.

–Sí, está acá –digo, bromeándola.

–No, hija, aún no. Está en camino –dice mi madre, calmando a Lía.

–Che, má –me acerco y le susurro–. ¿Viene Romina?

–No sé –responde, su tono un poco inseguro.

Se escucha la puerta y, sí, definitivamente. Llegó mi papá, el que me llama para hacerme llorar y arruina mis días.

–¡Hola, papi! –dice Lía, abriéndole la puerta con entusiasmo.

–Hola, mi amor –le responde, abrazándola y llenándola de besos en la mejilla–. Te extrañé, mi vida –añade con una voz llena de cariño.

Lía se separa del abrazo y sus ojos oscuros, profundos, se posan en mí. Sonríe, pero yo mantengo una expresión neutral, tratando de ocultar lo que siento.

–Lucía... –dice, acercándose y envolviéndome en un abrazo. Me quedo rígida, incapaz de devolverle el gesto.

Mientras me abraza, miro hacia la puerta y veo a Romina entrando. Miro a mí madre y se pone más sería.

–Hola, Diego –dice mi mamá, cuando él se acerca para saludarla.

–Hola, Ángela –responde Diego, dándole un beso en la mejilla y luego tomando a Felipe, que estaba en sus brazos–. Hola, mi bebé –añade, con una sonrisa. Pongo los ojos en blanco ante su afecto exagerado.

–Bueno, ¿cómo les fue en el viaje? –pregunta mi madre, intentando mantener la conversación en un tono amigable.

–Fue bien, gracias –responde Diego, mientras se acomoda en la sala–. Aunque ha sido un poco cansado, el viaje siempre lo es.

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