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ADELAIDE

Eres la jodida sombra de tu hermano por más que intentes brillar.

¿Por qué me dolió tanto? No me debió de importar el comentario de Theodore. Era solo un comentario inofensivo como los que nos echábamos de vez en cuando.

Pero ese se sintió diferente.

Tus padres te lo han dejado claro, ¿no?

Me limpié las lágrimas con las manos y miré mi maquillaje corrido en ellas y me sentí peor. Lo peor es que Theodore tenía razón, no importaba cuánto destacaba en Ilvermorny o en Hogwarts, si era prefects en Ilvermorny o si ganaba más puntos para mis casas más que Draco, no importaba si era la más responsable o la más tranquila, nunca iba a ser suficiente para ellos, ellos siempre iban a ver a Draco como alguien mejor. Incluso nuestros amigos a veces eran así pero no los culpaba, al fin y al cabo fueron primero amigos de él y fueron al mismo colegio desde el principio.

Siempre me iban a escoger después de él, no lo culpaba, al fin y al cabo era mi mellizo y siempre intentó ayudarme.

¿Por qué no era suficiente para nadie? ¿Por qué me iban a escoger antes que a otro?

Pansy tenía a Hermione, Matteo a Tom, Tom se tenía a él mismo, Enzo tenía a su familia, Blaise tenía a Draco, Draco tenía a Theodore, Bianca tenía a Crookshanks, Adrian tenía al Quidditch, mis padres se tenían al otro, Sirius tenía a Remus, a Theodore ni siquiera le importaba y viceversa y ni siquiera me llevaba bien con Potter aunque lo haya intentado y ni hablar de Weasley.

Estaba mejor en Ilvermorny.

¿Por qué tenía que salir todo mal? ¿Por qué después de soñar años con ir a Hogwarts? Lo había conseguido y estaba arrepintiéndome. No era justo.

No paraba de limpiarme las lágrimas pero cada vez que lo hacía salían más y más. ¿Por qué no podía parar?

¿Por qué no pude parar la discusión? Me hubiera ahorrado las palabras hirientes que nos habíamos dicho al otro, en el fondo sabía que ninguno de los dos lo decía a propósito, nos salía sin pensar al estar literalmente una década peleándonos. Me arrepentía de haberle sacado el tema de su madre, pensaba en ello y me daba asco, había una presión en mi pecho que me dolía. Tosía a menudo.

¿Y recriminarle el tema del tabaco tanto? Lo hacía a menudo pero jamás se lo grité tanto como ese día.

¿Cómo pude haber caído tan bajo? Se le veía realmente afectado.

Cada vez la presión en mi pecho aumentaba más y más pero yo lo ignoraba.

¿Por qué me importaba cómo se sentía? No debería de importarme.

Mi respiración se volvía cada vez más agitada y cortante, respirar se me hacía imposible, con cada inhalación respiraba menos oxígeno, casi ni podía exhalar y la tos no ayudaba.

Me era imposible respirar.

Necesitaba mi inhalador. ¿Dónde cojones lo tenía? ¿El asma no me podía aparecer en otro momento?

Abría cajones y armarios lo más rápido que podía, cada vez sentía mi propio más pesado. No estaba. Me lo había dejado en casa. Abrí la puerta y me dirigí a la habitación de mi hermano, él siempre tenía uno por si algo pasaba. Intenté abrir la puerta pero estaba cerrada con cerrojo, ¿dónde demonios estaba cuando lo necesitaba? Piqué la puerta fuertemente a la vez que el oxígeno se me hacía más difícil de notar.

—¿Qué cojones pasa...? —Theodore salió de su habitación molesto, pero al ver mi estado entendió todo y fue rápidamente por unas llaves.

¿Por qué tenía llaves de la habitación de Draco?

Abrió la habitación y me llevó en sus brazos a un sillón, comenzó a buscar por todas partes el inhalador y cuando por fin lo encontró me lo puso con manos temblorosas.

Después de unas inhalaciones sentía el oxígeno correr por mis pulmones de nuevo. Estallé en llanto e hice algo que jamás imaginé hacer: me levanté y abracé a Theodore.

El italiano estaba confundido pero me dejó abrazarlo, me atrajo más a él e instintivamente enterré mi cabeza en su pecho, me acariciaba el pelo y me consolaba diciendo que no pasaba nada.

—Lo siento, de verdad, no sabía que me iba a pasar y me olvidé el mío en casa —decía con voz entrecortada.

—No pasa nada, ahora estás bien, ya ha pasado, Adelaide —por alguna razón, mi nombre sonaba mejor en sus labios.

Pasamos más rato en esa posición, abrazados al otro sin ninguno queriendo soltarse por alguna razón. Él me sujetaba sin dejarme y yo me calmaba a mí misma del reciente ataque asmático .

—Lo siento —me disculpé sin pensar, reteniendo las lágrimas que querían salir otra vez.

—¿Por qué? —nuestras mirada conectaron, sus ojos almendra me miraban confundidos intentando buscar una respuesta en los míos.

—Por todo lo que dije, no debí de mencionar... eso —él se rió, no entendí por qué. Con sus dedos limpió las lágrimas de mis ojos y lo miré aún más confundida.

—Yo fui el que empezó, lo siento —sonreí a medias y me aparté, incómoda al darme cuenta del tiempo que había pasado. Él seguía teniendo su brazo alrededor de mi cintura.

—¿Las paces? De momento, solo.

—Claro —me solté y me fui con el inhalador en el bolsillo, a partir de ese momento lo iba a llevar por todos lados.

Salí de la habitación de mi hermano pensando en lo que había pasado.

—Malfoy —me llamó —. Todo lo que te he dicho es mentira, brillas, mucho.

—Gracias —le di una sonrisa sincera.

THEODORE

Mi brazo se sentía genial en su cintura, tanto que estuve tentado a acariciarla pero temía incomodarla o asustarla y su esencia fresca era enigmante para mí, miel, vainilla y alguna cosa más.

Ya entendemos a Pucey.

El anillo que se le había caído por los nervios se encontraba en mis dedos, era un anillo gordo con forma de corazón y gravados hechos a mano, al parecer. Tenía las iniciales A. N. M en cursiva grabadas en la parte trasera interior del anillo.

—¿Qué haces en mi habitación? ¿Por qué está todo desordenado? —me interrogó mi mejor amigo, yo estaba más centrado en rebobinar el momento en que los hermosos ojos de Adelaide y los míos se encontraron mientras me ponía el anillo en el meñique —. ¿Theodore? ¡Theodore!

—¿Mm? —salí de mis pensamientos—. Tu hermana tuvo un ataque asmático y tuvo que ir a por el inhalador que tenías —la cara de Draco se contrajo por la sorpresa y la preocupación —. Está bien, llegué a tiempo y le busqué el aparato —el rubio suspiró de alivio.

—Gracias. La verdad jamás te imaginé ayudándola en algo —bromeó para olvidarse de que su hermana estuvo a punto de perder la vida.

—Bueno, soy una caja llena de sorpresas —sonreí pensando en mis dedos hundidos en la suave melena de la rubia.

Y la habías llamado pulgosa, básicamente.

¿Y por qué pensaba en eso?

—La semana que viene tenemos nuestro primer partido de Quidditch, el viernes hay entrenamiento, ¿sabes? —asentí, las dos primeras semanas no habían entrenamientos, empezaban a mitad de Septiembre.

Por alguna razón, deseé que cierta rubia asistiera al entrenamiento.

𝐒𝐨 𝐇𝐢𝐠𝐡 𝐒𝐜𝐡𝐨𝐨𝐥| ᵗʰᵉᵒᵈᵒʳᵉ ⁿᵒᵗᵗDonde viven las historias. Descúbrelo ahora