Capítulo XII

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-Shhh, haz silencio- le ordenó Sabrina a su primo mientras veían desde lejos un puesto de frutas.

- Sab, no es buena idea. Si se dan cuenta...

-¿Eres un cobarde, Sam?

- No, solo...

- Ya eres un niño grande, Sam. Compórtate como debes.

- No eres mi mamá.

- Soy tu prima y tengo el deber de reprenderte cuando te comportas como un cobarde.

Discutían en voz baja los dos niños.

- No importa eso, de igual forma es peligroso y...

- Si tú quieres volver a comer pan duro es tu problema, yo si quiero comer de verdad- le dijo Sabrina y comenzó a caminar hacia el puesto de frutas.

- Sab, no. Espera...

El no se atrevió a salir de su escondite e ir tras su prima así que solo se quedó mirando desde lejos sintiéndose un cobarde.

La niña se acercó al puesto y fingió mirar otro lugar para no levantar sospechas. En el momento que el vendedor volteo a otro lugar ella intento tomar una naranja que era lo que tenía más cerca pero el vendedor la vio.

- Pequeña ladrona- Tomo la mano de la niña con fuerza.

- ¡Sabrina, cuidado!- grito su primo y corrió hacia ella.

Sabrina cerró los ojos con fuerza cuando vio al vendedor alzar la mano para pegarle pero el impacto nunca llegó.

- Deténgase.

Al abrir los ojos vio como un hombre sostenía la mano que el vendedor había alzado para pegarle.

- Suélteme, voy a darle una lección a esta mocosa- dijo el vendedor furioso y soltó la mano de Sabrina para intentar apartar la mano del hombre.

Ella se sobó el lugar donde el la había sostenido, tenía la marca de sus dedos.

- Usted no va a hacerle nada a esta niña, si su hija estuviera en la calle con hambre ¿Le gustaría que alguien la tratara así por intentar sobrevivir?

- Yo no traería a una mocosa ladrona a este mundo.

- Vea bien el comportamiento de sus hijas, señor. Es mejor robar para comer que robar por placer.

- ¡¿Que insinúa usted?!

- Que se fije más en su familia- le dijo el hombre antes de soltarle la mano al vendedor.

- ¡No sabe usted nada! ¡No conoce a mi familia!

- Yo conozco a todo el mundo, señor Wermián- le dijo el hombre y dejo unas monedas en la mesa que tenía el vendedor allí antes de tomar tres mandarinas- Que tenga buen día.

Sabrina vio cómo el vendedor palidecía mientras el hombre se daba la vuelta para marcharse, no pudo evitar sonreír al ver su cara de susto.

- Sabrina, Sam. Vámonos.

Está vez fue ella la que se puso pálida al escuchar al hombre decir sus nombres, miro a su primo pero el tenía la misma cara que ella.

Solo lo pensó unos segundos antes de ir tras el hombre, Sam no tuvo más remedio que ir tras ella. No la iba a abandonar.

Ella camino junto al hombre, tenía que casi que correr ya que era muy pequeña.

- ¿Cómo sabe nuestros nombres?- le pregunto.

- Los escuché cuando estaban hablando antes- le dijo y les pasó una mandarina a cada uno.

Sabrina no dudo en tomar la suya y empezar a comerla, Sam por su parte la tomo pero no hizo el intento de comerla.

- Sam, viste cuando el la tomo. No está envenenada- le dijo su prima con la boca llena.

- Eso no lo sabes...

- Si estuviera envenenada ella ya estaría muerta o a punto de hacerlo- le dijo el hombre.

- ¿Quien es usted?- le pregunto Sam.

- Me llamo Federic.

- ¿Cómo sabe el nombre del vendedor?- pregunto Sabrina.

- ¿Cuántos años tienes, pequeña?

- Ocho.

- ¿Y tú?- le pregunto a Sam.

- Tengo doce.

El se detuvo y los miro a ambos, señaló a Sabrina.

- Tu eres demasiado arriesgada y tú- señaló a Sam- demasiado sensato.

Comenzó a caminar de nuevo.

- Si hacen equipo se complementan, no deben separarse el uno del otro, les irá mejor así

- ¿Por qué nos aconseja, Señor?- le pregunto Sabrina.

- Porque creo que tienen potencial.

- ¿Para que?

- Para ser mis discípulos.

Sabrina frunció el ceño.

- ¿Sus discípulos?

El se detuvo nuevamente y se agachó para quedar casi a la altura de los ojos de la niña.

- Eres valiente, pero la forma en la que fuiste a robar no fue sensata. Tu primo es sensato, pero le falta tu valentía. Si les enseño todo lo que he aprendido puede que en el futuro ustedes dos sean un dolor de cabeza para muchos.

Sam jalo a Sabrina del brazo y la empujó detrás de el con suavidad.

- ¿Para quien exactamente quieres que seamos un dolor de cabeza?- pregunto el niño receloso.

- Para cualquiera que se atreva a hacerle daño a tu prima. Quieres protegerla pero te sientes impotente e inútil, ¿no?. Yo puedo enseñarte a defenderla, Sam. Pero ella también debe aprender a defenderse por si misma.

Sam seguía dudando de las intenciones de Federic.

- ¿Y tú qué quieres a cambio?

- Nada.

- Eso es mentira- dijo Sabrina- Nadie ayuda a otro sin esperar algo a cambio.

Federic los miro a los ojos a ambos unos segundos

- Tienes razón- se levantó sin dejar de mirarlos- Yo quiero algo a cambio, pero se los diré después.

- ¿Cuando?- pregunto Sam.

- Cuando sea necesario.

Nieve y Tormenta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora