𝒔𝒆𝒊𝒔

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- Levii, Levii.- oí la dulce voz de Amalia, ella removia mi cuerpo de un lado a otro sutilmente, intentando despertarme de mi siesta.
Cuando abrí los ojos la vi, los rayos de sol cubrian ciertas facciones de su rostro, como sus ojos; resaltando sus orbes verdes.
Ella me sonrió, elevó lo que llevaba entre sus manos; una taza de té negro, me lo está ofreciendo, imagino que ella lo preparo para mi.

- Ten, tu desayuno.- me senté en la cama, acomodando mi espalda sobre la fría pared, sostuve la taza entre mis manos, sintiendo la calidez de esta cubrir mis dedos, con cuidado de no derramar la bebida.- Ten cuidado, esta caliente.- le di un sorbido.

Estoy harto de que le ponga azúcar al té..

Evite soltar una mueca de asco, después de todo lo preparo para mi.

Observe la taza, es del juego de té que le pertenecía a mi madre, solo a ella le permito tocarlo, pero nunca bebio de estas, ella siempre bebía de una taza sucia y vieja. De hecho, no es que nunca se lo permiti, sino que ella nunca tuvo el atrevimiento de hacerlo, sabe que la mayoría de utensilios y accesorios bellld de la casa le pertenecían a Kuchel, y después de lo que sucedió la primera vez al conocernos nunca volvió a tocar cualquier pertenencia de la mujer.

- Levi, tengo hambre, acompañame a comprar el pan.- me pidió, deje la taza de té en la mesita, era vieja y tenía muchas manchas que no salían, pero cumplía su función de mesita.

- Querrás decir "robar el pan" ¿o con que dinero piensas comprarlo? Dejame dormir.- me cubrí con las mantas, cerrando mis ojos dispuesto a seguir durmiendo.

- Levi tengo hambre, el tío Kenny se fue esta mañana ¡por favor acompañame a buscar pan!- su voz era muy chillona cuando se quejaba, ella comenzó a sollozar.

Se que se pone muy sensible cuando tiene hambre y se enfada demasiado, a ella nunca salía a la ciudad sola, siempre me pedía a mi o a Kenny qué la acompañemos.

Aunque Kenny nunca lo hace, siempre la acompaño yo.

Además de que Kenny casi nunca esta en casa, el decía que debía trabajar de unos asuntos personales, dejándonos a Amalia y a mi solos.
El dice que pese a lo que pase, yo soy un hombre fuerte, y debo cuidar de ella.

Amalia es una chica tranquila, pero cuando está de mal humor nadie la soporta hasta que le den un trozo de comida.
Ella nunca se percataba de que se enojaba porque tenía hambre hasta que le daban de comer.

La mire, ella seguía sollozando.
Suspire, destapandome de las mantas y saliendo de la cama.

- Bien, te acompañaré, pero recuerda cual es tu puesto.

- ¡Gracias Levi! - ella se calmo, y me dedico una de sus gentiles sonrisas.

Salimos al pueblo, yo siempre camino al frente, pero de todos modos miro hacia atrás de reojo, las perdonas de la ciudad subterranea siempre le sonríen a Amalia, y no son de ese tipo de sonrisas amigables, sino macabras.

Por supuesto que ella nunca se percata de eso, imagino que es porque es muy tonta y nunca le presta atención a su alrededor.

Ella siempre tiene buenas intenciones con la gente, pero en su cabeza no entra la idea de que quizás las demás personas no tienen buenas intenciones con ella.

Y de verdad que no las tuvieron..

- Llegamos, haz lo tuyo.- le ordene, alejándome un poco de ella.

𝐈𝐍𝐄𝐅𝐀𝐁𝐋𝐄-𝐋𝐞𝐯𝐢 𝐚𝐜𝐤𝐞𝐫𝐦𝐚𝐧 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora