21. Lejano sentimiento.

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Los gritos y la desesperación se acumulaban en los aposentos reales de la princesa. Las mujeres se tropiezan desesperada por toallas, el movimiento en la habitación era ajetreado y las feromonas del Alfa era motivo de incomodidad en la habitacion.

Rhaenyra no quería dejar a su esposa y rechazaba las indicaciones de la partera, que hacía lo mejor que podía en búsqueda de que el bebé llegara a salvó.

— Su majestad sus feromonas están poniendo muy nerviosa a las mujeres, incluyendo a la princesa Laena. Será mejor que espere a fuera.— Nuevamente la señora ya mayor pedía con esperanza de que fuera escuchada. El parto se había complicado y el bebé no estaba en posición, más la carga de feromonas Alfa, le era estresante tener que cargar con  los nervios de Rhaenyra también.

En un grito de desahogo y una negación rotunda por parte de la princesa, Laena indico que Rhaenyra acataras las órdenes y solo con lo molesta que sonaba ella obedeció. No podía calmar sus nervios, tratando de no pensar en lo peor que podía pasar y calmar su ansiedad, caminaba de un lado a otro, siendo el sonido de sus botas y los gritos de su esposa lo único que podía escucharse por los pasillos.

Los gritos no cesaron hasta que hubo un silencio que aterrorizó a Rhaenyra en su desesperación entro de golpe y empezó a cuestionar a las parteras.

— ¿Qué sucede, qué pasa...?— Preguntaba buscando un respuesta en cada mujer en esa habitación.

—¿ Mi bebé, dónde está mi bebé...?— Preguntaba Laena sin aliento.

Rhaenyra intercambio mirada entre Laena y la mujer mayor preocupada, imaginándo el peor escenario, hasta que pudo ver asomándose más a la cama a un bebé del cual le estaban quitando algo alrededor de su cuello.

Aterrorizada hasta el punto de poder llorar Rhaenyra se sentó a un lado de la señora mayor y trato de responder las preguntas desesperadas de su esposa.

— Está bien mi amor...— respondió, acariciando su mano se inclino hasta susurrar.— ¿Está bien...? Hablé maldita sea.

El bebé estaba un poco morado y la señora no le respondió hasta que mirando a la princesa nego con su cabeza. Era un niño, Rhaenyra lo pudo ver y el cansancio de la mujer en sus ojos, narraba los años de profesión en el ámbito, era la mejor del castillo y aún asi no pudo hacer que su hijo viviera.

Rhaenyra apretó las sabanas impotente, tenía que ser fuerte para Laena, lo necesitaba. Suspirando asintió y las mujeres empezaron a limpiar y envolver al pequeño bebé.

—¿ Qué sucede, Rhaenyra...? — Preguntaba angustiada tratando de levantarse sin conseguirlo, había perdido mucha sangre se podía ver por las sabanas manchadas bajo ella, estaba débil.

— Mi amor...— Susurro la princesa acercándose a su lado como un plomo.— Está muerto, lo siento tanto.

Laena tardo en reaccionar, como si de un sueño de horror se tratase Laena se aferró a el abrazo de su esposa y empezó a llorar, suplicando por qué esto no sea cierto, ¿Cómo podía serlo? Sus lamentos recorrieron el pasillo y Rhaenyra sintiendo gran culpa, intentaba acompañarla. Un sentimiento que pudo haber experimentado con la muerte de su madre y hermano, le fue recordado y aferrado en su corazón.

El castillo fue arropado con un silencio abrumador y como si el cielo fuera consiente de su dolor, las lluvias mojaron cada esquina del reino, junto con la terrible noticia de perdida.

Preparar un funeral era lo último que tendría en mente ese día Rhaenyra, su cuerpo se sentía más pesado con cada paso que daba. Laena estaba muy débil y era atendida por el gran maestre, su estado era preocupante no quería dejarla sola pero tenía que atender los preparativos. Tardaron horas en que estuviera listo.

Una Línea Delgada (Rhaenicent)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora