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Catorce años

Regina había calmado la resaca.

— Qué manera de empezar el año nuevo — refunfuñó. Tomó un pequeño sorbo de su café e intentó que su migraña desapareciera. Henry entró, arrastrando los pies y con el mismo tipo de gesto adolorido en su cara.

— ¿Aguantando ahí? — Preguntó él. Se paró detrás de su esposa y masajeó sus hombros con fuerza.

— Veremos — dijo ella.

— ¿Dónde están las chicas?

— Nam y Becky están inconscientes en la sala de estar — contestó Regina. — Creo que se consiguieron algo de ron. — Henry simplemente rió.

— Son buenas chicas. — Regina se tensó un poco, pero no dijo nada. — ¿Estás bien? Has estado muy intranquila últimamente, querida.

— Yo solo... ¿No estás preocupado en lo más mínimo por las chicas? ¿Piensas... — Respiró profundamente — que son muy unidas?

— ¿Nam y Becky? — Henry acercó una silla. — ¿Regina?

— No — contestó. Su corazón latía con fuerza, queriendo decirle acerca de sus sospechas. ¿Por qué no podía? Él quería tanto a las chicas como si fueran suyas. Seguramente entendería... o seguramente no lo haría.

Ella no podría soportar si Henry se sintiera asqueado por ellas o si las mirase diferente.

— Bueno — dijo Regina — sí. Nam y Becky. ¿Piensas que ellas son...?

Henry se sirvió algo de café, frunciendo el ceño.

— ¿Importaría si lo fueran, Regina?

— ¡No! Oh no, no — respondió ella. — Por supuesto que no importaría. Únicamente me preocupo por ellas.

— Freen cuidará de Becky — afirmó Henry, sonriendo.

— Sé que lo hará. — Regina plisó los labios. El comentario poseía significados diferentes para cada uno de ellos. — Ella también me preocupa.

— Freen está bien, puede cuidarse a sí misma — dijo. — Y nunca dejaría que nada le pasara a Becky.

— Henry... — Regina dejó su taza y se quedó mirando a su esposo. — Si te dijera...

— ¿Qué pasa?

Un fuerte ruido que provenía de arriba se oyó y Regina suspiró. Henry se incorporó, a través de la mesa, y apretó su mano.

— Lo siento — dijo ella con suavidad. — Tengo muchas cosas en la mente.

— Voy a llevarte a pasear el fin de semana, ¿está bien? — Terminó su taza de café y Regina sonrió. — Unas pequeñas vacaciones.

— ¿Quién cuidará a las chicas? — Quiso saber con fatiga.

— Son lo suficientemente grandes como para quedarse solas — respondió Henry. — Les pediremos a los vecinos que presten atención por si necesitan algo.

La migraña de Regina se agravó.

— No lo creo.

— Vamos, será divertido para ellas. Y para nosotros — añadió. — Además, sabes que pronto estarán por su cuenta.

— Solo... — Dijo Regina, trabándose y suspiró. — Maldición, ¿por qué tomamos tanto anoche? Ya no tenemos treinta años.

— Regina — Henry le acarició la mano y luego apretándola. — Saldremos de vacaciones, no discutas conmigo.

Don't Tell Mom // FreenbeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora