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Diecisiete años.

Dos pares de ojos observaban a Freen en silencio desde el otro lado de la mesa. Aquellos ojos pertenecían a los hijos de la novia de su padre, gemelos. Ambos de once.

Freen se removió incómoda. Ellos estaban siguiendo cada uno de sus movimientos, y pese a que estaba acostumbrada, se le hacía molesto.

Tal vez fuera toda la atmósfera.

Freen y Becky habían sido invitadas a una cena en casa de su padre por sus cumpleaños número diecisiete. Estaba claro que ninguna de ellas quería que la cena se diese a lugar, y solamente se limitaban a seguir la corriente. La novia de su padre, Anne, parecía ser la única inconsciente de lo engorrosa que era la situación.

— Chicos — dijo ella, tocando la muñeca del pequeño muchacho rubio que estaba más cerca de ella. — No miren fijamente y coman su comida.

— Está bien — murmuró Freen, sonriendo para ellos.

Jason aclaró su garganta.

— Desde que los niños se mudaron, de todo lo que escuchamos hablar es sobre la banda, hora tras hora...

— Tengo posters por toda mi pared — dijo uno de los chicos con timidez. Su hermano le dio un codazo, sonrojándose furiosamente. — ¿Qué? Los tengo.

Becky, que se había sentado junto a Freen, le sonrió al pequeño niño, aunque Freen podía ver como la situación le estaba agotando. Acababan de grabar su último álbum, y la última cosa que querían era pasar una noche con su padre y su nueva familia.

No habían querido hacer algo ni siquiera por su cumpleaños, así de desgastadas estaban. Además que se necesitaban mutuamente; pasar un mes entero, apretujadas en un mismo pequeño bungalow con Nessa y Mads casi había borrado sus vidas sexuales.

Freen había querido pasar la noche en la cama, de preferencia con Becky y una botella de su lubricante favorito. Había hecho todo tipo de planes para su hermana (incluso alquiló una habitación de hotel en la ciudad), planes que le hacían que sus manos sudaran y que sus ojos se quemaran de deseo.

Pero Jason había llamado esa mañana con sus propios planes y Regina insistió en que le dieran otra oportunidad a su padre. No lo habían visto o tenido noticias de él en meses, y aunque el corazón de Freen estuviera frío para el hombre, no podía decirle no a Becky.

Su hermana quería que las cosas estuviera bien con Jason, especialmente ahora que se sentía tan desconectado de su madre.

— Puedo firmar algunos de ellos. En realidad, todo lo que quieras — le dijo Becky al pequeño niño, y el rubor que se extendió por sus mejillas igualó al de su gemelo. — ¿Sabían que Freenky y yo somos gemelas como ustedes?

— Sí, sabemos todo — habló el menos tímido, casi orgullosamente. Y luego estalló en risitas. — ¡Aunque ustedes no se parecen!

— Eso es culpa de Freen, estaba cansada de mí así que no quería mirarse al espejo y ver a alguien igual a mí — respondió Becky, sonriendo.

Freen se desplomó un poco en su silla, su estómago se sentía enfermo con lo amigable que estaba actuando Becky. Era una estrella, hasta la médula. Una verdadera intérprete.

— Yo quiero un tatuaje de una estrella como la tuya. Acabo de verlo en Bravo — dijo el otro chico tranquilamente. — ¿Te dolió?

Jason bajó su tenedor. — No lo creo.

Becky miró a su padre y, a continuación, a los chicos.

— No, sólo me dio cosquillas. Muchas cosquillas.

Don't Tell Mom // FreenbeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora