Claudia:
Juro que no me sentía las piernas, tenía una especie de paralización. No quería que Eduardo le huciera daño a Nicholas, podía dejar que Eduardo le hiciera daño a Nicholas. Me coloqué delante suyo, y no entiendo para que, pues no iba a ayudar en absolutamente, nada.
—Tú... maldito hijo de perra... No dejaré que le hagas nada.
Él retrocedió, llevándose las manos por detrás de la nuca, frustrado. Empezó a tirarse del pelo fuertemente con demasiada rabia para mí gusto, y eso me asustó. ¿Estaba loco o qué? Comenzó a dar vueltas en círculos, parecía... No lo sé. Locamente indeciso. Eduardo levantó la cabeza y su mirada calló sobre mí, estaba fulminándome casi literalmente. Podía sentir su mirada clavada sobre mí como una estaca punzante. Tomó, el arma, esta vez con más confianza, parecía decidido.
Oh, si que lo está.
—Pues... sí así quieres que sea... —puso sus manos en el gatillo y se preparó para dispararnos a ambos en la cabeza.
Nicholas me tomó del brazo y envolvió mi cuerpo en un abrazo que me envolvía completamente. Me miró con ojos de tristeza, pero con algo más de desprecio y a la vez alegría o no lo sé. Yo le correspondí abrazándolo también. Él apoyo su mentón sobre mi cabeza y me apretó a su cuerpo, ambos cerramos los ojos, esperando a que... bueno... a que pasara.
Tiempo, dulce tiempo.
Pasaron segundos, y todo lo que pude escuchar fue... fue un vidrio romperse. No había ningún disparo. Una respirar agitada, fue lo único que escuchamos. Nicholas me soltó del abrazo, a lo que yo abrí los ojos de inmediato. Miré hacia la chica delante de nosotros, tenía una botella de vino en la mano, o lo que quedaba. Su mano sangraba y la cara de la chica estaba, algo... pasmada. Miré hacia el suelo, donde estaba Eduardo, tendido en el suelo. Su cabeza sangraba, había recibido un golpe grabe.
Mateo apareció por detrás de Meve, la miró como si no se lo creyera. Parecía que iba a tocarla o algo, pero se limitó a mantener sus distancias. Yo corrí hacia ella, sin importarme lo que acaba de pasar. Me sentía asustada, y no solo por mí, sino por ella. Había algo extraño, ella no se movió ni un poco pesar de que me tuviera al rededor de su cuerpo. Sus ojos estaban muy abiertos y su respiración estaba... pausada.
—¡Meve! —grité, al verla tan desesperada por lo que parecía un ataque de algo. Parecía desesperada por llorar, pero parecía no poder hacerlo.
La miré preocupada, y lo estaba, en verdad lo estaba. Sus manos estaban sudadas, su nariz también, su frente también. Sus labios estaban entreabiertos y sus ojos parecían estar en otro universo. La tomé del brazo y comencé a sacudirla un poco. La llamé unas cuentas veces, pero ni una sola fue contestada. Mateo corrió al auto y trajo una botella de agua. Vertí un poco en la palma de mi mano, luego se lo eché sobre la cara. Ella reaccionó de inmediato tomando una grabación bocanada de aire, me sentí aliviada.
—¡Eh, eh! ¿Estás... estás... estás bien? —mi voz sonaba débil, estaba segura que comenzaría a llorar en cualquier momento.
—Si yo... Estoy bien.
—Me has asustado mucho —y la abracé, pero ella no me devolvió.
Meve tenía ahora la vista en Eduardo, una vez más. Lo miraba con horror, con... con miedo...
—¡Mierda! —maldijo—. ¿Yo...? —noté como las lágrimas bajaban por sus mejillas que ya estaba rojas—, ¿yo hice eso?
Desvíe mi mirada hacia Nicholas, nuestras miradas se toparon torpemente, luego el cortó el contacto visual. Se acercó a Eduardo pasando por mi lado con expresión indiferente, ya no quedaba nada del Nicholas de hace unos minutos. Él comenzó a revisarle el pulso— No está muerto, Meve. Solo está inconsciente, el golpe ha de haber sido muy fuerte.
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El Destino, Una Puerta Que Nos Une [ Libro 1 ]
RandomUn simple comienzo en un lugar normal, una travesía indescriptible en busca de cumplir un sueño. Mateo Bianchi, un hombre frío y sin escrúpulos que odia jodidamente a todo y a todos. Una chica que se enamora del Rey de Hielo. Una historia complicada...