Capítulo 19

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Olvidar y perdonar es difícil , y eso es algo que Meve sabía perfectamente.

Salí de la empresa y entré en el coche, me apresuré para poder llegar al trabajo a tiempo, o al menos para no llegar tan tarde, lo último que necesito en este momento es que Mateo me grite.

Llegué al edificio, tomé el ascensor y esperé a que este terminada de subir.

Se va a enojar muchísimo...

¿Tu crees?

Llegué a la empresa. Entré por las puertas y me detuvo en el pasillo observando aquel espectáculo que estaba teniendo lugar allí. Mateo estaba gritando, molesto, con unos documentos en la mano y exigía una explicación.

Me escondí. No quería que me viera.

—¡¿Qué mierda es esto?! A ver...que alguien me explique ¡¿Qué es esto?! —miró a una de las chicas—. Cristina ¿Por qué este trabajo tiene tantos errores? ¡Dime!

—Señor...

Mateo rió con burla—. ¿Sabes qué? Si no puedes, solo déjalo, y ya está —Volvió a mirarlos a todos—. ¡Si no podeis, déjadlo! —tiró los documentos al suelo y se pasó las manos por el rostro, frustado—. ¿Dónde está Meve?

—Aún no llega Señor...

—¡Pues llámala, la quiero aquí ahora!

—Si Señor...

Y entró a su despacho cerrando la puerta de golpe.

Madre mía, está bien molesto.

Puta madre, tengo miedo.

No seas pendeja Meve ¡Camina!

Voy, voy.

Salí de mi escondite y entré a la oficina. Caminé por el pasillo dirigiéndome a la oficina de Mateo, me incomodé, todos me miraban como si me juzgaran, como si yo hubiese tenido la culpa de lo que acababa de pasar.

Bueno...en sí tu ausencia en la mañana es parte de su mal humor.

¡Dios!

Mis tacones estaban apunto de pisar el despacho de Mateo cuando la misma chica a la que le habían gritado hace rato apareció delante de mi—. Hola Meve...

—Hola Cristina.

—¡Qué gusto me da verte!

Suspiré—. Di lo que tengas que decir.

—Vale. El Señor Mateo te está esperando en su despacho —siguió diciendo—, ten cuidado, está muy cabreado.

—De acuerdo, lo tendré.

Me sujetó el brazo—. Espera —soltó una sonrisita—. ¿Dónde estuviste? ¿Por qué has llegado tarde? —yo ya había comenzado a hartarme—, por cierto...¿qué pasa entre tu y el Señor Mateo.

Vieja chismosa.

—Eso no es asunto tuyo, Cristina.

—Uff, venga Meve, cuéntamelo, no es fácil llevar una vida tan aburrida.

—Cristina...no me hagas perder la paciencia.

—¿Qué? —moví la cabeza haciendo un ademán para que se marchara—. Vale, ya me voy.

Entré a la oficina de Mateo, el estaba en la computadora y tecleaba a toda velocidad con el ceño fruncido, de vez en cuando se llevaba las manos al rostro como si estuviese pidiéndole a Dios paciencia. Levantó la mirada y pudo verme, se levantó de golpe del escritorio,  enfadado, y comenzó a gritarme.

El Destino, Una Puerta Que Nos Une [ Libro 1  ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora