Había una sola cosa que el corazón de Viserra Targaryen anhelaba profundamente: el amor de su padre.
El Rey como era bien sabido, apreciaba más a sus hijas que a sus hijos, pero su favorita por excelencia era su hija primogénita y Viserra era la últ...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Viserra paso un dedo por el borde de la mesa de madera de forma distraída mientras miraba dentro de la jarra que estaba apoyada en ella. Ya había llenado la copa de los señores del pequeño consejo dos veces, pero no estaba tan atenta a la conversación que se estaba llevando a cabo porque su mente estaba ocupada con otros pensamientos.
Desde que su abuelo le había hablado de Lord Cregan Stark no podía dejar de pensar en eso y tampoco ayudaba en nada para su creciente distracción que su media hermana y toda su prole llegarán ese mismo día. Quiso hablar con alguien sobre eso, pero sabía que Aemond se enfadaria y no estaba segura de que su madre lo supiera todavía.. quizás más tarde intentaría hablar con Helaena.
La atención de Viserra volvió al frente cuando la puerta se abrió. Ser Harrold entro al salón y se dirigió directamente a la Reina.
—Sus invitados han llegado, majestad.
Alicent miró de reojo a su hija que ya la estaba mirando.
—Confio en que se los haya recibido como se merecen —Lord Mano hablo.
Viserra lo miro brevemente antes de volver a prestarle atención a Ser Harrold.
—Como usted lo ordenó, Lord Mano.
Era poco probable que Rhaenyra hubiese tenido una bienvenida acordé con su título, el Rey hace tiempo que no se levantaba de la cama, la Reina tenía deberes que cumplir así que la bienvenida tendría que haber caído sobre los hombros de sus hijos, pero ninguno de ellos se presentó para fingir cortesías con su media hermana.
—Tengo entendido que Lord Corlys deseaba que su nieto Lucerys lo sucediera como señor de las mareas...
Viserra frunció el ceño y volvió a concentrarse en la jarra de vino.
Hace años, desde aquella trágica noche en Marcaderiva que no veía a su sobrino Lucerys, pero aún lo odiaba con la misma intensidad que la última vez que lo vio, la impunidad que lo había rodeado y el dolor que su hermano Aemond había tenido que enfrentar aún estaba muy fresco en su memoria como para perdonarlo. No era propio de ella porque la Fe le aconsejaba el perdón, pero no podía evitarlo, no cuando todos los días veía la marca en el bello rostro de su hermano.