Capítulo 7: El Rugido del Abismo

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Dedicado a: moonchildroses



La oscuridad se cernía sobre el mar como una mortaja, y las primeras señales de la tormenta que se avecinaba comenzaron a hacerse sentir con la furia de la naturaleza desatada. El cielo, ennegrecido por nubes amenazantes, crujía con estruendosos truenos que parecían nacer desde las entrañas mismas del abismo. El viento, antes una suave caricia que acompañaba al barco en su travesía, se había convertido en un látigo implacable que azotaba las velas, haciéndolas crujir bajo la tensión insoportable.

HongJoong se encontraba en la cubierta, sus manos firmes sobre el timón, sus ojos fijos en el horizonte turbulento. Había enfrentado muchas tormentas en su vida como capitán, pero nunca había sentido un miedo tan visceral como el que ahora latía en su pecho. Esta tormenta no era como las otras; era una fuerza primordial, una manifestación de la ira misma de los dioses del océano.

—¡Refuercen las velas! —gritó HongJoong, su voz resonando sobre el estruendo de la tormenta que se acercaba a pasos agigantados—. ¡No podemos dejar que se rasguen!

Los tripulantes se apresuraron a obedecer las órdenes del capitán, aunque sus rostros reflejaban la misma incertidumbre y terror que HongJoong trataba de ocultar. Seonghwa, que se había quedado en la cubierta para ayudar, intercambió una mirada cargada de preocupación con el capitán. Aunque no dijo una palabra, ambos sabían que sus probabilidades de sobrevivir disminuían con cada segundo que pasaba.

La lluvia comenzó a caer en gruesas gotas, golpeando la cubierta como pequeñas dagas de agua helada. El viento rugía en los oídos de los marineros, arrebatando cualquier grito de órdenes antes de que pudiera ser oído por completo. WooYoung, quien luchaba por mantener las velas en su lugar junto a San, sintió cómo el viento casi lo arrancaba de la cuerda a la que se aferraba con todas sus fuerzas. Mingi, a su lado, gritaba instrucciones a los demás, su voz apenas audible en medio del caos.

El barco se balanceaba peligrosamente, cada ola que lo azotaba lo levantaba y lo hacía caer de nuevo en el abismo líquido, como un juguete en manos de una fuerza mucho mayor. Los tablones de la cubierta comenzaron a crujir de manera ominosa, el sonido de la madera desgarrándose era apenas perceptible entre el fragor de la tormenta. Jongho y Yeosang, que se encontraban en la bodega intentando asegurar los barriles de agua y provisiones, intercambiaron una mirada de desesperación.

—Esto no va a aguantar —gritó Jongho por encima del rugido del agua que entraba a raudales por las rendijas de la bodega.

Yeosang, con el rostro pálido pero decidido, asintió. Sabía que Jongho tenía razón, pero no había alternativa más que seguir luchando. Se apresuraron a hacer lo que podían, asegurando lo más posible antes de que el agua subiera demasiado.

El barco, enfrentándose a la furia del océano, comenzó a inclinarse peligrosamente hacia un lado. HongJoong luchaba con todas sus fuerzas para mantener el timón en curso, pero cada vez resultaba más difícil. La tormenta no solo quería desviarlos de su camino; parecía empeñada en destruirlos.

—¡No podemos resistir mucho más! —gritó San, su voz impregnada de la desesperación que intentaba ocultar.

La inclinación del barco aumentaba con cada golpe de las olas, hasta que, finalmente, un crujido espeluznante se oyó por encima del estruendo. La madera de la quilla cedió, y el agua comenzó a inundar la nave a un ritmo alarmante. Mingi, con los ojos muy abiertos por el terror, miró a WooYoung, quien intentaba mantener la calma mientras el agua comenzaba a arrastrar todo a su alrededor.

—¡Abandonen el barco! —ordenó HongJoong, su voz firme a pesar del pánico que empezaba a apoderarse de él. Sabía que la situación era desesperada, y la única esperanza de supervivencia radicaba en que abandonaran la nave antes de que fuera demasiado tarde.

El Aurora del Capitán [SeongJoong]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora