Lo vi ahí parado, con su cabello despeinado, una camiseta larga y un pantalón de pijama. Parecía que no había dormido, ya que se veía bastante despierto.
—¿No podías dormir? —preguntó—. Lindo pijama, te ves adorable —dijo mientras me examinaba de arriba a abajo—.
Mis mejillas ardieron por milésima vez hoy. Llevaba puesto un pijama de unicornios con un pantalón de pandas; me veía realmente ridícula. Pero bueno, era mi culpa por haber salido de mi habitación así.
—Los ronquidos de Jackie no me dejan dormir —contesté.
El chico de ojos verdes soltó una carcajada en silencio para no despertar a nadie.
—¿Y tú? ¿Qué haces despierto?
—Tampoco podía dormir, y me pareció escuchar a una chica llorar mientras bajaba las escaleras —dijo mientras me miraba con una mirada de interrogatorio—.
—Me debo ir, espero encuentres a "la llorona" —dije mientras daba un paso hacia mi habitación—.
—Te dije que cualquier cosa estoy aquí, puedes venir en cualquier momento a cualquier hora.
—Lo sé, gracias.
—Lo repetiré las veces que sean necesarias hasta que te quede claro, señorita.
Solté una sonrisa y él me respondió con una de vuelta.
—Buenas noches, Alex —me despedí.
—Buenas noches, Maya —respondió él—. Ah, y cualquier cosa, ya sabes dónde encontrarme, la habitación junto a la tuya —agregó.
—Gracias, y descansa —me despedí mientras me iba a mi habitación.
Alex se quedó parado esperando a que entrara, y segundos después escuché la puerta de su habitación cerrarse.
Había pasado al menos una hora desde que me había acostado, y realmente dormir me era imposible. En primer lugar, por los ronquidos de Jackie, y en segundo, porque apenas me acosté de nuevo en mi cama, el llanto me atacó de nuevo.
No podía creer lo que estaba a punto de hacer. Acababa de conocer a Alex, pero necesitaba ayuda, necesitaba a alguien que simplemente estuviera conmigo. Y Jackie no era una opción; no quería despertarla solo para recordarle aquel horrible dolor que ambas sentíamos. Me pareció una idea demente y muy, pero muy estúpida ir a donde Alex. Pero Alex me había dicho que podía acudir a él a cualquier hora, ¿no? Dios mío, Maya, estás demente. Dejé de pensar y simplemente me levanté de la cama, salí de mi habitación y toqué la puerta.
A los pocos segundos, Alex abrió.
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El verano de sus ojos
RomanceMaya Howard, una chica completamente rota, tuvo que aprender a criarse sola desde pequeña, ya que sus padres biológicos la abandonaron cuando era apenas una bebé. A los seis años, fue adoptada por una familia que fue todo lo que siempre había querid...