Te amo Alex.

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Apenas esas palabras salieron de su boca, sentí cómo si mi pecho quisiera explotar y ese estúpido cosquilleo en mi estómago. Por primera vez desde el accidente, sentí que el "te amo" de alguien que no fuera mi familia me importaba realmente. Sentí sus ojos clavados en los míos y, cuando me atreví a hacer contacto visual, lo sentí, lo sentí a él. Al chico del que estaba profundamente enamorada, ese que se reía de mis chistes, por más tontos que fueran; a ese pecoso del que recibía un "buenos días" y "buenas noches" todos los días, sin importar qué; a aquel que me acogió en sus brazos cuando yo más necesitaba a alguien; al único chico en todo el mundo al que realmente puedo mirar a los ojos y sentir que lo único que quiero hacer es besarlo.

—Te amo, Alex.

Después de aquellas palabras, no pude soportar más las ganas de abalanzarme a su boca. Lo besé, y no despacio como antes. Este beso era mucho más intenso. Y podría decir que incluso más intenso que la noche en la que nos había encontrado la tía Katherine. Pero este no era un intento en el sentido de deseo; este estaba lleno de puro amor.

Había encontrado al amor de mi vida.

De repente, se oyó un carraspeo en la puerta, y al separarme de Alex vi a Isaac. Con la misma actitud que hace un rato: los brazos cruzados y una mirada en la que parecía que estuviera enojado. Pero no tenía ningún sentido. No le había hecho absolutamente nada. Es más, él había sido quien me había tratado como basura cuando llegué. Si alguien tenía derecho a estar enojado, era yo.

—Mamá los llama —informó Isaac.

Dicho eso, se alejó sin decir ni una palabra más, ni siquiera lanzando una mirada que me permitiera deducir por qué carajos estaba enojado.

Temí que la charla que nos esperaba con Katherine sería incómoda. Bajamos las escaleras muy nerviosos. Creo que ambos temíamos lo que podía pasar. Pero, para nuestra suerte, esa no era la razón.

—¡Maya, linda! ¿Quieres preparar algo para mañana? Aquí todos hacen una receta para la cena de Acción de Gracias.

Acción de Gracias. Claro, lo había olvidado completamente. Desde el accidente, las celebraciones habían sido un total infierno. Solo eran un recordatorio de que nada era y nada volvería a ser como antes. Estaba segura de que Jackie había dicho que no quería hacer nada. Y, de alguna manera, me sentía mal por Katherine. Ella hacía todo para que nos sintiéramos a gusto e incluidas en la casa. Así que, bueno, era hora de hacerla sonreír, aun que sea un poco.

—¡Claro! Amaba preparar pie de manzana con mi mamá. Lo hacíamos todos los años.

Luego de esas palabras, comencé a sentir un dolor punzante en el pecho y cómo una serie de lágrimas se acumulaban en mis ojos, esperando salir. Pero no me permitiría llorar, no en este momento. Cuando menos lo esperé, sentí cómo Alex tomaba mi mano y entrelazaba sus dedos con los míos. Fue como si, por arte de magia, aquel gesto hubiera calmado mi dolor. Pero a la vez me sentí profundamente avergonzada. Jamás pensé que él sería capaz de tomar mi mano frente a Katherine.

El verano de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora