¡¿Me estaba enamorando?!

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Luego de aquella extraña charla con Katherine, me quedé completamente dormida. Desperté a las 6 a.m. preparada para ir a la escuela, pero recordé que era sábado. A cualquiera le pondría completamente alegre levantarse temprano y darse cuenta de que puede seguir durmiendo porque es fin de semana. Pero, realmente, últimamente, una vez que me levantaba, no podía seguir durmiendo. En parte también porque no hacer nada me llevaba a la tristeza, y la tristeza al llanto. Y no quería eso, por lo menos no ahora. Me levanté de la cama con cuidado para no despertar a Jackie. Se supone que hoy llega mi cama, así que ya no tendré que compartirla con mi hermana. No podía esperar a que eso sucediera.

Bajé las escaleras para comer algo y lo vi, ahí sentado frente a la televisión. Estaba mirando una película, que no supe reconocer a simple vista. Pero luego de unos segundos, reconocí que era *El señor de los anillos*. Alex estaba al parecer obsesionado con esa saga. Lo veía siempre leyendo el libro. Cuando se dio cuenta de que estaba ahí, apagó rápidamente la televisión.

—¡Oh, Maya, buenos días! —me saludó.

—Buenos días —saludé—. No te detengas por mí, es una buena película —agregué.

—La he visto millones de veces.

Me hice una tostada con mantequilla y me senté a su lado en el sillón. Al momento de sentarme, sentí una sensación extraña en mi estómago y, por alguna razón, me sentí nerviosa. Nos sumergimos en un silencio incómodo durante unos segundos.

—¿Quieres ver algo? —rompió el silencio.

—¡Claro! —respondí.

Alex encendió el televisor y la primera película que apareció fue *Harry Potter*. Amaba esa película con todo mi ser. Había visto cada película unas 20 veces.

—¿Te gusta Harry Potter? —preguntó.

—Adoro Harry Potter —respondí.

—Entonces esa será.

Puso play a la película. Estábamos viendo *Harry Potter y el prisionero de Azkaban*, mi favorita definitivamente. Transcurridos unos minutos de la película, no sé qué demonios pasó por mi cabeza, pero me acerqué poco a poco a Alex y puse mi mano sobre el sillón, un poco más cerca de él. No sé qué pretendía, pero fue como si yo fuera una marioneta y alguien me hubiera hecho hacer esa acción. Alex, al principio, no hizo nada; es más, parece que ni siquiera lo notó. Pero unos minutos después pude sentir un calor en mi mano. Al mirar, vi la mano de Alex sobre la mía. Aparté la vista enseguida, pero no aparté mi mano. Poco a poco fui entrelazando mis dedos con los suyos. Ninguno de los dos miró al otro durante el transcurso de la película. Pero, desde ese momento, dejé de prestar atención a lo que sucedía en Howards y simplemente me concentraba en la mano de Alex junto a la mía, en todas las sensaciones que eso me hacía sentir. ¿Por qué me estaba pasando esto? ¿Acaso? No. Él no podía. ¡¿Me estaba enamorando?!

El verano de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora