Yo estaba con miles de lágrimas en los ojos y me veía realmente demacrada.
—Lo siento, lo siento, no debería estar aquí —la culpa me atacó instantáneamente; me sentía aún peor—.
—¡No, no, no! Ven aquí —me abrazó—.
Siempre he odiado el contacto físico, pero ahora realmente necesitaba un abrazo. Y el abrazo de Alex fue lo mejor; era justo lo que necesitaba. De alguna manera u otra, me sentía segura en sus brazos, a pesar de conocerlo hace tan poco.
—Ven acá, está bien, no estás sola —dijo él mientras me ayudaba a sentarme en su cama—.
Aún estaba entre sus brazos; no quería soltarlo. Me sentía tan abrumada, no podía dejar de llorar. Me veía horrible, cansada, demacrada y rota.
—Llora todo lo que necesites —susurró él—.
No recuerdo más de aquella noche. Pero me levanté de golpe al ver que estaba acostada en una cama que no era la que compartía con Jackie. Era la habitación de Alex; yo estaba en su cama, tapada con sus mantas. Recorrí toda la habitación con la vista hasta que lo vi: estaba acostado en el piso, con un par de mantas y una almohada. Me sentí muy culpable al verlo ahí, en el piso de su habitación, mientras yo ocupaba su cama. Estaba completamente dormido cuando desperté, pero poco a poco, unos minutos después de que yo abrí los ojos, él también lo hizo. Arreglé un poco mi cabello rápidamente cuando noté que dirigió su mirada hacia mí.
—Maya —exclamó nervioso—.
—Lo siento, realmente lo siento —dije antes de que pudiera decir cualquier cosa—. Perdón por lo de anoche y porque dormiste en el piso. ¿Por qué demonios dormiste en el piso? —pregunté alterada—. Yo no debí venir; realmente lo siento...
—¡Tranquila! —me interrumpió él—. Yo decidí abrirte, yo te ofrecí que vinieras, no tienes nada de qué disculparte. ¿Y sabes? Me alegra que hayas podido confiar en mí.
Lo miré con una leve sonrisa.
—Te quedaste dormida en mis brazos; no podía dejarte en tu habitación sin que te despertaras o sin despertar a Jackie, por eso te acosté en mi cama. Yo dormí acá abajo toda la noche —aclaró nervioso esa última parte—.
—Gracias, realmente gracias —agradecí sonrojada—.
Me dio muchísima vergüenza saber que me vio dormida o saber que me quedé dormida en sus brazos. Y mientras más lo pensaba, más me ardían las mejillas.
Él respondió con una sonrisa.
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El verano de sus ojos
RomanceMaya Howard, una chica completamente rota, tuvo que aprender a criarse sola desde pequeña, ya que sus padres biológicos la abandonaron cuando era apenas una bebé. A los seis años, fue adoptada por una familia que fue todo lo que siempre había querid...