El Final del Comienzo

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El sol de la tarde se desvanecía en el horizonte, proyectando un brillo dorado sobre el pueblo de Kaios. La tranquilidad que había regresado al lugar parecía una burbuja frágil, suspendida en el aire. Sin embargo, la calma era solo un velo que ocultaba las cicatrices de la reciente batalla y los desafíos que aún quedaban por enfrentar.

Exekias, debilitado y exhausto, llegó a la panadería con dificultad. Cada paso era una prueba de su resistencia, pero el pensamiento de Evans lo mantenía en marcha. La fortaleza y el camino hacia la seguridad de su hogar le habían costado mucho, y las heridas en su cuerpo eran testimonio de la feroz lucha que había librado contra Venus.

Finalmente, con el último vestigio de fuerza que le quedaba, Exekias atravesó la puerta de la panadería. La escena dentro era una mezcla de normalidad y caos. La madre de Evans, que había cuidado del lugar durante la ausencia de Exekias, estaba en medio de la cocina, organizando el espacio y asegurándose de que todo estuviera en orden. La preocupación en su rostro se transformó en alivio al ver a Exekias, aunque la preocupación no se desvaneció por completo.

Evans, al oír el sonido de la puerta, se giró rápidamente. Sus ojos se llenaron de lágrimas al ver a Exekias, visiblemente debilitado y herido, pero con una expresión de determinación y alivio en su rostro. La emoción y el amor en el aire eran palpables, y Evans corrió hacia él, sin poder contener las lágrimas que comenzaron a caer.

—¡Exekias! —exclamó Evans, su voz temblando con una mezcla de felicidad y angustia—. Estás aquí... ¿estás bien?

Exekias, con el rostro pálido y la respiración entrecortada, sonrió débilmente mientras se apoyaba en el mostrador.

—Evans... —dijo Exekias, sus fuerzas casi agotadas—. Es hora de irse. No puedo seguir aquí más tiempo.

Evans, con lágrimas fluyendo libremente por sus mejillas, se acercó a Exekias y lo abrazó con fuerza. La mezcla de alegría y tristeza en su abrazo era abrumadora. Se inclinó hacia adelante y, con un beso suave pero cargado de emoción, besó a Exekias en los labios. La ternura y el amor en el beso transmitían todo lo que las palabras no podían expresar.

—No quiero que te vayas —murmuró Evans, entre sollozos—. No puedo... No puedo soportar perderte.

Exekias, con la mirada llena de cariño y tristeza, se apartó lentamente y colocó una mano temblorosa en la mejilla de Evans.

—Siempre estaré contigo, Evans. Pero mi tiempo aquí se acaba. Tengo que... irme ahora.

Mientras las palabras de Exekias se desvanecían, su cuerpo comenzó a desmoronarse, como si la última reserva de energía se hubiera agotado. Evans, con una expresión de desesperación, vio cómo Exekias se desvanecía gradualmente, su forma desintegrándose en una nube de polvo dorado que se mezclaba con la luz del atardecer.

—No... Exekias, ¡no te vayas! —gritó Evans, tratando de alcanzar la figura que se desvanecía—. ¡Por favor, no te vayas!

El brillo dorado se disipó completamente, dejando a Evans solo en la panadería. Su llanto resonaba en el aire, una manifestación dolorosa de la pérdida y el amor que sentía.

La escena cambió rápidamente a una toma oscura, llena de sombras y silencio. Se mostró a Leandro, la figura que había estado esperando en las sombras durante años. Su rostro estaba marcado por una determinación fría y calculadora. La pérdida de su padre, Venus, había dejado una herida profunda en él, y su deseo de venganza lo había impulsado a seguir adelante.

Leandro se encontraba en una habitación oscura, iluminada por una tenue luz que apenas revelaba su rostro. Un mapa extendido sobre la mesa mostraba las ubicaciones de varias ciudades y fortificaciones. La voz de Leandro resonaba en la oscuridad, cargada de venganza y un propósito claro.

—Mi padre no murió en vano.—dijo Leandro con firmeza—. Voy a encontrarte Exekias, cueste lo que cueste y asegurarme de que pagues por lo que hiciste.

Los años pasaron rápidamente, y la historia continuó tejiendo sus hilos en el tapiz del destino. Mientras Leandro planeaba su venganza, la vida en Kaios se reconfiguraba lentamente. La panadería había recuperado su antigua vitalidad, aunque la presencia de Exekias seguía siendo una ausencia dolorosa para todos, especialmente para Evans.

Cinco años después, el pueblo de Kaios seguía siendo un lugar de calma y normalidad superficial. La panadería había prosperado bajo el cuidado de la madre de Evans, y aunque el dolor por la pérdida de Exekias nunca se desvaneció por completo, la vida había continuado.

Un día, mientras Evans estaba en la panadería, una figura conocida apareció en la puerta. El rostro, marcado por el tiempo y la experiencia, era inconfundible. Exekias había regresado, y el encuentro era un momento cargado de emociones y sorpresas.

Evans estaba en la cocina, preparando una tanda de pan cuando escuchó el sonido de la puerta. Se giró y, al ver a Exekias de pie en la entrada, la incredulidad y la alegría se mezclaron en su expresión. Con lágrimas en los ojos, Evans dejó caer la cuchara y corrió hacia Exekias.

—¡Exekias! —exclamó Evans, su voz llena de asombro y emoción—. ¡No puedo creer que seas tú! ¿Cómo es posible?

Exekias, con una sonrisa llena de ternura y nostalgia, se acercó a Evans. Aunque su apariencia era diferente, con signos de la experiencia y las dificultades que había enfrentado, el brillo en sus ojos era inconfundible.

—Lo siento por todo —dijo Exekias con voz suave—. Ha pasado mucho tiempo, pero no podía seguir sin decirte cuánto te he extrañado.

Evans, con el corazón acelerado, se abrazó a Exekias, envolviéndolo en un abrazo cálido y reconfortante. Las lágrimas fluyeron libremente mientras los dos se abrazaban, sintiendo la conexión profunda que siempre había existido entre ellos.

—Te he extrañado tanto —murmuró Evans, su voz ahogada por el llanto—. Pensé que te había perdido para siempre.

Exekias acarició la espalda de Evans, sintiendo el calor de su abrazo y el consuelo que le ofrecía. Sabía que el tiempo y la distancia no habían disminuido su amor ni su conexión.

—Nunca te he dejado —dijo Exekias con sinceridad—. Siempre he estado contigo, en espíritu y en pensamiento. Ahora, estoy de vuelta, y podemos comenzar de nuevo.

Mientras el sol comenzaba a ponerse en el horizonte, la luz dorada bañó la panadería en un resplandor cálido. El reencuentro de Exekias y Evans era una promesa de esperanza y un nuevo comienzo. Las heridas del pasado estaban comenzando a sanar, y el futuro se abría ante ellos con una nueva oportunidad para construir un camino juntos.

La historia de Exekias y Evans no había terminado, sino que había comenzado un nuevo capítulo. Con el regreso de Exekias y la promesa de un futuro lleno de posibilidades, la vida en Kaios estaba a punto de ser transformada una vez más. Y mientras el sol se ponía en el horizonte, la esperanza y el amor se levantaban como un nuevo amanecer para ellos y para todos los que los rodeaban.

El Legado Del Silencio Mágico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora