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Sus ojos se abrieron con lentitud, ubicando con su mirada el techo de la habitación en la que se encontraba. No iba a mentir, el aroma de la humedad combinado junto con el del alcohol era un olor con el que estaba perfectamente familiarizado.

Se sentó sobre las sábanas recibiendo rápidamente una corriente de dolor que invadió toda su espalda, haciéndolo soltar un quejido en voz baja.

Levantó las sábanas de su cuerpo pudiendo ver con facilidad las manchas moradas y rojas que habían sobre su piel. Algunas partes de su cuerpo simplemente dolían mientras otras ni siquiera las sentía.

Se levantó con algo de dificultad sintiendo como sus piernas flaqueaban y el hambre intensa volvía a deshacer la paz. Sus manos se dirigieron rápidamente a su estómago, el cual escozió rápidamente ante su tacto. Levantó su camiseta, encontrándose enseguida con más manchas moradas y rojas sobre él.

Sus piernas continuaban temblando, pero la sensación de ansia lo obligó a salir de la habitación en busca de alimentos.

Cuando estuvo fuera, la situación le continuaba siendo familiar.

El piso estaba sucio, lleno de polvo y de restos de botellas.

El estaba descalzo, por lo que era bastante cuidadoso a la hora de caminar... Además, no era como si pudiera caminar más rápido todavía.

Estaba seguro que sí lo intentaba terminaría cayéndose sin ser capaz de levantarse otra vez.

Cuando entró en la sala de estar, todo empezó a tener sentido para él. Ya sabía dónde estaba, no cabía duda de que se trataba de ese horrible lugar.

Su madre estaba tendida sobre el sofá durmiendo. Habían un montón de pastillas, jeringuillas, botellas y latas sobre la mesa de la sala.

Pasó algo de saliva apegando su cuerpo a la pared de la sala utilizandola de apoyo para poder caminar correctamente sobre sus puntillas. Sabía de sobra que debía evitar despertar a esa mujer. Así fué como empezó a arrastrarse hasta la cocina en dónde la escena no mejoraba.

El lugar estaba hecho un desastre. Habían trastes sucios por doquier y restos de comida sobre las encimeras.

No le dió mucha importancia, para ser honesto, era algo a lo que ya estaba acostumbrado y no se le hacía extraño.

Se acercó lentamente a la nevera abriendola con rapidez sintiendo como su estómago se hundía cuando la encontró llena de todo menos de comida. Se movió más rápido en dirección a la alacena en dónde no encontró nada que él pudiera comer sin tener que prepararlo.

Sintió un nudo formarse en su garganta, más la frustración creciendo en él mientras lo invadía, ocasionando que sus lágrimas empezarán a brotar de sus ojos.

Apretó con fuerza sus labios intentando que ningún sollozo saliera de ellos. Su mano regresó a su estómago sintiendo con facilidad sus costillas sobresalir.

Estaba bastante seguro de que esa mujer guardaba la comida en los cajones que estaban en lo alto para que él no pudiera alcanzarlos y se olvidara de la posibilidad de comer.

Con todo el sigilo posible, arrastró una silla hasta poder dejarla al lado de la encimera en dónde posteriormente se subió.

- ¡Rubén!. -Dió un brinco al escuchar una voz aguda llamándolo. Casi perdía el equilibrio a causa del susto.

Con su mirada rápidamente pudo ubicar el dueño de esa voz. Era Samuel, podía verlo desde el otro lado de la ventana, él tenía una sonrisa enorme al verle, además de que hacia una mueca bastante alegre por no saber qué estaba haciendo sobre la isla de su cocina.

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⏰ Última actualización: Aug 28 ⏰

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Sobrenatural | ᴿᵘᵇᵉᵍᵉᵗᵗᵃ | Karmaland.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora