El arte de amar entre cenizas

20 | Fuera de juego

Hola!!! Estoy aquí, mis amores! Os pongo en contexto porque ha pasado mucho tiempo. Lynnette estaba cursando bellas artes en la universidad y se reencuentra con su ex, Kenai, después de una llamada telefónica en el teléfono de una de sus amigas (también hermana de Kenai), Amber. En capítulos posteriores se da cuenta de que Kenai ha vuelto a la ciudad y de que está empeñado en cruzarse en cada paso del camino que ella da. Kenai le ofrece su apartamento para adaptarlo como estudio de arte para que Lynnette pueda pintar, entonces la tensión y los miedos resurgen. En el capítulo anterior, Lynnette confiesa la verdadera causa por la que la dejaron: una supuesta infidelidad. El capítulo termina con Lynnette echándole en cara que le fue infiel. 

Ahora, sí. ¡Disfruten de la lectura! Os leo <3<3<3<3

Canción para este capítulo: It's you - Ali Gatie. 

***

Capítulo 20 | Fuera de juego

Cuando me hice una brecha en la cabeza después de tratar de hacer el pino en la pared creí que ese sería el dolor más grande que iba a experimentar en toda mi vida. Sin embargo, nada alcanza a compararse con la traición que azota con ferocidad mi confianza al ver a Kenai mentirme una vez más.

—Tú mismo lo dijiste, Kenai, aquel día cuando te pregunté si había otra persona.

—No lo dije, peque —respondió.

Trató de salvar la distancia entre nosotros, aunque me negué, obligándome a levantarme por si acaso no me hacía caso. En sus ojos estalló otra oleada de dolor. Ese también un dolor inimaginable. Se calaba en lo más hondo de mi ser. Tiraba de mi estómago abajo, abajo y abajo. Hacia las profundidades, clavado por debajo de la piel, los músculos y los huesos. Me dejaba el corazón pendiente de un hilo y Kenai tenía las tijeras para terminar de romperlo. Ese era el poder que tenía sobre mí, el poder que siempre había tenido.

Suspiró.

—¿Recuerdas que me dijiste que no habías entrado en la universidad? —me preguntó, mirándome fijamente a los ojos. No necesitó que respondiese, pero el nudo en la garganta tampoco me lo habría permitido—. Me mentiste. Me dijiste que no habías entrado, pero tu madre vio la carta. Me dijo que habías conseguido entrar y que no ibas a ir. Estuve durante días enteros intentando encontrar la razón o esperando a que tú me tuvieses la suficiente confianza para decirme la verdad y por qué no querías ir.

—No me puedes estar hablando de confianza ahora mismo.

—¿Seguro, peque? —Sonrió, sin ningún tipo de humor—. Tu madre estaba muy preocupada y me dijo que hablase contigo. ¿Te acuerdas de la conversación? —Supe a cuál se refería. A la que tuvimos justo antes de que me enterase de todo—. Me dijiste que te rechazaron. Imagínate el dolor que sentí. Estar delante del amor de mi vida conociendo una verdad que ella me escondía.

No dije nada porque tenía razón. Le mentí. Era una mujer enamorada de un hombre servicial, romántico y risueño.

Todo lo que yo no era.

—Me pregunté durante días enteros porqué ibas a mentirme en eso. En cualquier cosa en realidad. Llegué a preguntarme sobre qué más me habrías mentido sin yo saberlo.

—Nada más mentí en eso.

—¿Y cómo iba yo a saberlo? —La pequeña sonrisa todavía seguía ahí, solo que ahora escondía una tristeza que no sabía gestionar.

—Sabes que jamás te mentiría.

—Pero lo hiciste en algo tan importante como tu futuro —susurró. Tomó aire cuando me quedé mirándolo sin saber qué decir. Me temblaba todo el cuerpo—. Sé por qué lo hiciste, peque. Me quedó claro cuando hablamos en tu habitación.