02 | Prohibido decir "¿Sabías qué?".

2.2K 144 16
                                    

¡Nuevo capítulo, amores! Espero que os guste muchísimo. Se vienen cositas muy interesantes que no quiero que os perdáis. 

Lynnette

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Lynnette

Por la mañana, me desperté con un dolor de cabeza descomunal. Ni siquiera había bebido tanto, o eso pensaba. Aunque la palpitación que sentía en la sien decía que no era cierto.

No quise admitir que había bebido de más por nada en concreto, a pesar de que el recuerdo de Kenai no se borró con el alcohol. Me removí en la cama luchando contra el malestar. La puerta de mi habitación se abrió de repente y gruñí cuando la luz de fuera hizo estallar mi cabeza. Me tapé la cara con las sábanas para fundirme en la oscuridad y calidez que me otorgaba la cama. Mierda, olía a sudor y etanol por todas partes.

—¿Qué demonios, Iris? —rugí. Me sonaba la voz ronca y saborear el regusto a alcohol en mi boca casi me da arcadas.

—Tienes clase dentro de media hora y si no te duchas ya, llegarás tarde.

—Entonces no iré.

—Sabes que nunca harías eso. Te encantan las clases del profesor Benson.

Tenía razón, pero eso no evitaba que me diera una pereza de la hostia. Murmurando maldiciones al aire, me levanté. Iris no había bebido en toda la noche, por lo que no tenía la cara de muerta con la que amanecí yo. A diferencia de mí, Iris estaba preciosa con ese maquillaje natural y ese vestido verde que se ceñía a su cintura de avispa. Tuve un poco de envidia.

—¿Por qué tú no estás en clase?

Iris se movió hasta las ventanas de mi habitación y corrió las persianas. Si antes la odiaba por despertarme, ahora quería matarla por dejarme ciega con esa potente luz del exterior. Otro ramalazo de dolor agudo explotó en mi cabeza y me obligó a cerrar los ojos.

—Mierda, Iris, ¿quieres matarme?

—Eso te lo mereces por hacer que me salte una clase.

—¿Y por qué harías eso?

—Porque sabía que tú no serías capaz de levantarte de la cama y después te enfadarías por perderte las clases de Benson.

Se me encogió el corazón en el pecho. Iris me conocía lo bastante bien como para hacer este tipo de cosas por mí y la adoraba por ello. Quizás no se lo decía apenas, pero la quería como una hermana. A veces me daba miedo que ella no sintiera el mismo apego que yo, así que prefería no decirlo en voz alta.

—No tenías por qué hacerlo —repliqué en su lugar. No quería que mi voz saliera tosca, pero así sonó, como si le echara la culpa de quedarse conmigo.

Iris me miró a través de sus ojos oscuros y en su interior vislumbré una punzada de dolor que me atravesó el pecho.

—No es nada —respondió y sus mejillas se llenaron al sonreír—. Venga, corre a asearte o llegarás tarde.

El arte de amar entre cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora