13 | Osito.

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¡NARRA KENAI! NARRA KENAI. NARRA KENAI. SOLO CON ESTO EL CAPÍTULO ES UNA MARAVILLA, PERO ES QUE LO QUE SE VIENE...

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Capítulo 13 | Osito.

Kenai

—Te prometo que como Max me vuelva a decir algo sobre ti, me tiro por la ventana —Es lo primero que Josh dijo cuando descuelgo el teléfono.

—Hola a ti también, querido amigo —me burlé.

—¿Sabes lo que es tener una mosca tras la oreja todo el maldito día? —prosiguió haciendo caso omiso a mis palabras.

—Creo que me hago una idea —Sonreí.

—No, no te la haces. Es insoportable. Está todo el día que si Kenai esto, Kenai aquello. ¡Me está amargando la vida!

Cuando entablamos una conversación por primera vez, me costó hacerme a su manera atropellada de hablar. Ahora había aprendido a comprender las palabras sin acabar o su forma de unir una palabra con otra como si solo fuese una.

—No seas exagerado.

—Exagerado es tener cinco llamadas diarias de tu hermano mayor —Lo escuché bufar y sentí un poco de compasión por él.

—¿Qué te está diciendo? —pregunté.

No quería saberlo porque tenía una ligera idea de qué respondería. Sin embargo, no era tan egoísta e inmaduro como para no hacerme cargo de mis problemas. Ya era suficiente con que Josh estuviese actuando de intermediario cuando no tenía por qué hacerlo.

Día tras día, se hacía más complicado seguir en un trabajo que no me llenaba. Sabía que era de personas desagradecidas quejarme cuando mucha gente mataría por tener un trabajo estable y con un buen salario. La mayoría de gente ni siquiera tenía un trabajo por el que querer levantarse todas las mañanas, hacían lo que debían para alimentarse y, con suerte, a final de mes, darse un capricho. Pero era tan difícil. Era complicado al extremo seguir poniendo todo de ti y sentir que era en vano.

—No lo sé. Mi cabeza se va a otro mundo cuando empieza a despotricar. Más todavía si empieza a hablarme de todas esas técnicas de publicidad, marketing y no-sé-qué-más que solo conocéis él y tú—dice resuelto—. Uno de los pocos beneficios de tener déficit de atención.

Mentía. Josh batallaba día y noche porque su TDAH no se notase. Enmascaraba su bombardeo de pensamientos e impulsividad bajo la apariencia de un tío atento y paciente. Podía parecer como si estuviese ausente, pero ponía todo su ser para no desconectarse de la realidad.

Que me dijese eso solo demostraba lo buen amigo que era.

—Entonces, si no le prestas atención, ¿qué problema hay?

—Me distrae de mis labores.

—¿Qué labores?

—Las mías.

Reí. Josh no estudiaba y tampoco trabajaba, pero por suerte tenía unos padres con dinero suficiente para permitirse mantener a su hijo en un año sabático.

—¿Cómo te fue la entrevista del viernes?

—¿Cuál entrevista?

Rodé los ojos mientras dejaba la compra sobre la encimera de la cocina. Me había pasado por el supermercado poco después de que Lynn viniese. Había pensado en sorprenderla con una cena improvisada y había comprado lo necesario para hacer su comida favorita.

El arte de amar entre cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora