Capítulo 04 | La línea entre la estabilidad y el caos.
Lynnette
No tuve ningún otro incidente más aquella semana. Me recreé en la tranquilidad de no pensar, de dejar la mente en blanco. Como si eso fuera siquiera posible. Mi mente se plagaba de recuerdos, mi piel se llenaba de arañazos de desesperación y mi corazón... mi corazón era un órgano roto que sentía más de lo que soportaba. En algún momento mi límite colapsaría y sabía que, cuando eso ocurriera, mi mundo explotaría en pedazos. Y yo con él.
Hay algo espeluznante en la capacidad del cuerpo humano por soportar más allá de sus límites. Esa impulsividad a sobrepasar la línea que parte la estabilidad y el caos. Cuando estás al borde de esa línea, los miedos escalan por las paredes de tu garganta buscando una salida que no existe.
Estaba trazando el último detalle de mi nuevo lienzo cuando me llamaron por teléfono. Lo tomé sin prestar mucha atención.
—¿Quién?
—Soy Trish —respondió—. Oye, esta noche hay fiesta en casa de Dane, ¿vienes?
Metí el pincel en agua mientras me echaba hacia atrás en la silla.
—No creo. Trabajo en la asociación esta tarde y mañana por la mañana tengo clase con Benson. Si vuelvo a llegar tarde, me va a matar.
Me caía bien Benson. Era de los pocos que había apostado por mí, que no me había considerado un caso perdido.
Trisha chistó con la lengua.
—Venga, va —incitó.
—Lo siento, Trish. Esta vez es un no.
—Llevas toda la semana diciendo que no. ¿Qué demonios te pasa? —dijo molesta. Era una de las cosas que me irritaban de ella. No sabía respetar un no. A fin de cuentas, había vivido toda la vida con el sí de sus padres y de su dinero.
Sin embargo, entendía que estuviera enfadada, de algún modo. No era la primera vez que iba de fiesta después de las clases en el centro social y al día siguiente tenía clases. Una pequeñita parte de mí sabía por qué me negaba a volver a salir de fiesta. La encerré bajo llave y la tiré al océano.
—Solo no me apetece. Disfruta la noche —respondí cortante. Colgué sin escuchar respuesta y terminé de recoger lo que me quedaba. Lo bueno de esta universidad era que me habían concedido una beca lo suficientemente elevada como para conseguir un estudio propio. Uno con luz natural, no esa iluminación amarillenta que había en la universidad.
Había escuchado que poca gente obtenía esa beca. De los de mi clase, era la única que había obtenido un dinero tan desmesurado. No iba a ser yo quien preguntara la razón, así que me callé.
Salí directa hacia el edificio de actividades extraescolares sin detenerme a pensar mucho en la conversación con Trish. Ahora debía enfocarme en la clase que estaba por dar y esos niños no merecían mi estupor.
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El arte de amar entre cenizas
Genç KurguLynnette tiene una cosa clara en la vida: no volverá a caer dos veces en la misma piedra. Sobre todo, si esa piedra es pelirroja, con pecas que incitan al pecado y ojos que te desarman por completo. Kenai es cosa del pasado. Lo odia. Es esa basuril...