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-126 d.C.-
-Red Keep-

Después de la cena Daemon tuvo una larga charla con Viserys, trato de que desistiera de la idea de casar a Daera con Aemond, especialmente después de la pelea de esa noche, no quería dejar a su hija en ese nido de víboras; sin embargo Viserys fue firme en su decisión. Amenazo con mandar a capturarlo y ejecutarlo por traición si se la llevaba, Damon salió furioso de la habitación de su hermano directo a la de su hija. Mientras Rhaenyra se despedía de su padre, Daemon se despedía de su hija.

— ¿Y bien? - fue lo primero que la Princesa preguntó al ver a su padre entrar, tenía sus cosas ya acomodadas, dispuesta a irse.

— Lo siento mi niña - murmuró su padre y Daera tuvo que esforzarse en contener el llanto - en cuanto tenga la oportunidad de sacarte de aquí sin que nos ponga en riesgo lo haré - le prometió y ella se abrazo a su padre con mucha fuerza. Él beso su frente y la estrecho con afecto contra su cuerpo.

Después de despedirse de sus sobrinos y hermanos, ellos se marcharon por la parte trasera del castillo, por el clima el barco no podía zarpar esa noche, después de todo el calor era sorprendente la tormenta que se aproximaba; los grandes llevaron a los pequeños en sus dragones, al menos en los que se podían ajustar dos monturas. Daera vio con pesar a los dragones alejarse y por primera vez deseo estar sobre uno y volar lejos de ese lugar con su familia. Nadie más se habia acercado a despedirlos y Daera agradecía eso porque sentía sus ojos cristalizados y quería llorar. Camino entre las rocas como hace algunos días, en busca de un refugio solitario donde permitirse sentir. Sir Qarl la seguía a una distancia profunde, la lluvia había comenzado a caer y ella aprovechó que el agua golpeaba su rostro para dejar caer sus lágrimas sin que se notaran, aunque en cualquier caso no había nadie que las notara. La Princesa recostó su espalda de las piedras y dejó salir el dolor que le aprisionaba el pecho, nada era como ella había soñado tanto tiempo, Aegon era cruel, se casaría con un hombre al que detestaba y estaba lejos de su familia, no vería a sus hermanos crecer... quizá no los vería otra vez. Se dejó caer al suelo deslizándose con suavidad y escondió su cara entre sus piernas mientras lloraba. Las oscuridad de la noche y la lluvia la cubrían totalmente, Sir Qarl miraba con pesar desde una distancia prudente, nunca había visto a Daera llorar y quería brindarle consuelo pero no era adecuado, se contuvo, manteniéndose firme en vigilar los alrededores y mantenerla segura, él era lo único que ella tenía en ese lugar, no la dejaría sola.

Daera no sabía exactamente cuánto tiempo había pasado, pero hasta ahora era que se había calmado y al igual que ella la tormenta también lo había hecho, no era más que una leve llovizna, se puso de pie con esfuerzo, un vestido de telas tan gruesas vaya que resultaba pesado al estar empapado. Un curioso sonido llegó a sus oídos, como el de un charco al salpicar y el acero chocar en la piedra húmeda, se sintió intrigada por aquello, era bastante tarde y estaba en una zona bastante oculta. Con sigilo y seguida por su guardia camino entre las piedras siguiendo el sonido, pudo notar el palco de piedra escondido que había descubierto el primer día que recorrió las afueras del castillo. Allí se encontraba Aemond bajo la suaves gotas de lluvia que caían del cielo, estaba sin camisa y sostenía una lanza en su mano, lo miró hacer girar el arma y dar saltos simulando ataques o defensas, tenía el pelo empapado y alborotado, era la primera vez que le veía el pelo alborotado desde que había llegado a Red Keep, también detalló su torso y sus brazos, estaba demasiado lejos para distinguir bien pero podría jurar que estaba bien tallado, lucía también más grande y fuerte de lo que la ropa le hacía parecer, su piel brillaba, ella no podía saber si por el sudor o por la lluvia pero gracias a los dioses brillaba porque aunque jamás lo vaya admitir en voz alta en ese momento le parecía que Aemond lucía bien, realmente muy bien, la joven por un momento se olvidó de absolutamente todo lo que le aprisionaba el corazón, solo podía pensar en la forma en que Aemond se movía con esa lanza, parecía muy hábil. Los labios de Daera se separaron y su respiración se volvió pesada, podía sentir el latido de su corazón, sintió sus piernas apretarse cuando vio la forma en que daba un giro en el aire durante un salto... era tan... dioses, ella no sabía qué palabra usar para describirlo. De pronto Aemond hizo un movimiento que lo dejó de frente a ella, quien estaba demasiado entretenida mirando como para reaccionar y ocultarse, el muchacho entorno el rostro no comprendiendo muy bien quién estaba entre las rocas, habían demasiadas sombras que la cubrían, un rayo destello en el cielo consiguiendo que Daera notará el brillo del zafiro que llenaba la cuenca del ojo de Aemond, nunca lo había visto tan... salvaje, es decir, estaba despeinado, mojado, sin ropa... ella sintió rubor en sus mejillas cuando se dio cuenta de que él la había descubierto mirando más de lo que se consideraría prudente, el muchacho giró su cuerpo, tomó sus cosas y se marchó. A él realmente no le había molestado ser visto, sin embargo no era algo que deseara tampoco, menos estando tan desprolijo. Se preguntó que estaría haciendo ella tan tarde entre las piedras y bajo la lluvia mientras caminaba en dirección a sus aposentos. ¿Otro arrebato de emociones tal vez? Debía admitirse a sí mismo que se sentía curioso por aquello.

Fuego y Dragones (+21) - Aemond/Aegon Targaryen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora