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—"Cuando vi su sonrisa, lo supe. Era la sonrisa que quería ver siempre al despertar durante el resto de mi vida."—

[Mario Benedetti)

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Nunca había sido lo suficientemente ambiciosa, sus padres solían decirlo muy seguido. Siempre fue una persona que no necesitaba mucho para ser feliz, lo que poco a poco la convirtió en una conformista sin remedio.

Danielle había aprendido a soportar cosas hasta límites que hacían sangrar su orgullo, cosas que muchas personas no soportan y que en ese entonces habían dolido demasiado, pero en estos justos momentos, la pelinaranja sentía que todo había valido la pena.

+18!!

El cuerpo de Haerin se cierne sobre el suyo, apoyado en sus brazos para evitar aplastar a la Omega. Los ojos de Danielle van al cuerpo desnudo de la Alfa, donde un anillo cuelga de una cadena plateada y el reconocimiento ilumina su rostro. Es su anillo, Danielle lo reconocería donde fuera y verlo en la Alfa provoca miles de sensaciones bonitas en su pecho.

—Mi amor...— Haerin la llama, con la voz baja y dichas palabras envuelven a la Omega en una nube rosa. Falta una hora para la medianoche y sabe que no pueden despedir de mejor forma su quinto aniversario.

La pelinaranja abre sus piernas y recibe a la Alfa en su interior, la sensación de plenitud le rebasa a medida que el miembro se abre paso en ella, estirando la carne y sus manos acarician la espalda firme, presionando con fuerza hacia abajo para atraerla a un beso. Todo el peso de la Alfa cae sobre si y la omega gime bajito cuando es apresada entre la pelinegra y el colchón.

La Alfa embiste en ella con suavidad, en un movimiento casi perezoso que le saca un largo gemido de satisfacción a las dos. La pelinegra sale del interior de la Omega para luego hundirse en ella, una y otra vez, dejándose envolver por la sensación de placer que poco a poco las convierte a ambas en un desastre tembloroso.

Danielle tiene sus pupilas dilatadas y la respiración errática, su aliento cálido se mezcla con el de Haerin cuando la Alfa se acerca a presionar sus frentes juntas, con sus ojos brillantes en destellos que imponen la presencia de sus lobos, mirándose en una silenciosa complicidad.

Haerin le hizo una promesa a Danielle y a su Omega, e iba a cumplirla esa noche, en ese momento, en esa cama.

Con sus aromas mezclándose y sus miradas unidas, quiere hacer a la Omega suya, no solo en nombre y en ley, la quiere suya en alma y esencia.

Sostiene las caderas de la pelinaranja con sus manos, apresándolas en un fuerte agarre y al cabo de los minutos sus movimientos se tornan erráticos, la alfa no cree que vaya a durar mucho y menos la Omega debajo de ella, quien se retuerce en gemidos y se aprieta deliciosamente. Una de las manos va a su pecho, sus dedos enrollándose alrededor de la cadena que oscila con cada embestida.

Bajo ella, la Omega tiembla, corriéndose con un ahogado gemido y sus cejas se fruncen inevitablemente cuando en medio de su éxtasis, la pelinaranja rompe la cadena alrededor de su cuello. El anillo y la cadena caen sobre el pecho sudado y caliente, enviando una sensación fría a su cuerpo que le provoca un ligero estremecimiento y es su instinto, puro instinto el que le hace exponer su cuello a la Alfa cuando esta se corre y anuda en su interior.

Los colmillos de Haerin pican en sus encías ante la imagen que le regala su Omega y por unos segundos siente a su conciencia mezclarse con la de su lobo, ambos presentes en el momento en el que hunde sus colmillos en el cuello de Danielle.

Y es una sensación indescriptible, el cómo puede sentir todo lo que su Omega siente en esos momentos, todo el placer arremolinado en su bajo vientre, la felicidad, el miedo, el alivio, la expectación, todo se mezcla y explota como fuegos artificiales en su pecho.

Pusilánime [ daerin ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora